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Elena Barraquer: «La cooperación acaba por engancharte»

Elena Barraquer: «La cooperación acaba por engancharte»
Elena Barraquer: «La cooperación acaba por engancharte»larazon

Parte rumbo a Mozambique para operar cataratas y llevar un cargamento de gafas de sol

Hoy, viernes, parte hacia Mozambique el equipo de la Fundación Barraquer con el soporte financiero de Sáfilo y un cargamento de cientos de gafas de sol polarizadas y gafas de vista para niños donadas por la multinacional de óptica pasarán dos semanas en el país africano operando unas 360 cataratas. Durante este año la meta son 15 viajes en los que estiman operar unas 3.000 cataratas. Elena Barraquer no es una diosa, aunque muchos de sus pacientes creen en lo que ven gracias a ella. Desde hace 30 años ejerce un don cultivado con la pasión heredada de un abuelo y de un padre oftalmólogos. Políglota, madre, hiperactiva y con vista cansada, tiene tres gafas buenas graduadas en tres lugares estratégicos: el despacho, la mesilla de noche y el bolso de viajar. Estuvo nominada al premio Príncipe de Asturias: «Siempre son bonitos los agradecimientos, pero no son mi meta. Mi mejor reconocimiento es la sonrisa del paciente al destaparle el ojo operado cuando recupera la vista».

Todo comenzó con un Mercedes único en el mundo, regalo del rey egipcio Faruq, que era paciente de su abuelo. Un millonario se encaprichó con el coche y lo compró; con los intereses que genera ese dinero y otras actividades se mantiene la fundación. «En 1979, mientras investigaba en Estados Unidos, fuimos a Haití a operar y, cuando hacía la especialidad en Harvard, pasé dos meses en una islita en el Caribe dando asistencia a la población de allí. En el 2003, con mi padre y mi hermano, iniciamos la fundación y comenzamos por un viaje, el año pasado hicimos 14 y éste haremos 15, fundamentalmente a África. La catarata es la causa de ceguera número uno en el mundo. Aquí es una operación de 10 minutos y en los lugares a los que vamos no han visto un oftalmólogo en su vida».

–¿Cooperando se quita por fin el estigma de cobrar mucho en el mundo desarrollado?

–Creo que la cooperación engancha, porque me doy cuenta de que, con mis manos y mis habilidades quirúrgicas, puedo ayudar. Llamarlo ego no es adecuado porque es la satisfacción de darte cuenta de que eres necesaria y eso es el mejor pago que me pueden dar.

–¿También son solidarios en España?

–Esto lo hacemos siempre: cuando mi abuelo montó la clínica en 1941 tenía dos puertas, la principal y la del dispensario, porque no quiso que sus pacientes del hospital San Pablo se quedasen desatendidos. En aquella época, con un certificado de pobreza expedido por el alcalde de barrio, podían acceder a los mismos cuidados y sin pagar. Ahora, si nosotros tenemos un paciente que no tiene medios, nos trae una declaración de la renta con un mínimo y no paga los honorarios médicos, sólo los gastos, y si alguien no los pudiera pagar, la fundación actúa haciéndose cargo de los gastos.

–¿Cómo tienen que ser las gafas de sol?

–Homologadas y, depende para lo que se utilicen, con unas características diferentes; por ejemplo, para esquiar tienen que tener protecciones laterales, en la playa tienen que ser más oscuras y, sin embargo, si son muy oscuras para conducir restan visión. La calidad que tiene Sáfilo no la tienen muchas gafas. Se han ofrecido a colaborar con nosotros financiándonos y donándonos más de 500 gafas polarizadas de sol y de vista para niños, les estamos muy agradecidos.

–¿La zanahoria es un mito?

–En realidad, todas las vitaminas, los omega-3 y los antioxidantes ayudan a conservar la vista, pero tendrías que tomar toneladas de zanahorias al día para conseguir la cantidad necesaria de vitaminas.

–¿Qué garantiza que la tercera generación Barraquer sea brillante como las anteriores?, ¿tienen un gen especial?

–Yo creo en la genética, pero también en la pasión. He visto la pasión que le ponía mi abuelo, y eso que yo tenía 11 años cuando él murió, y he visto cómo vive su carrera mi padre, es su vida. La pasión, sin duda, se hereda. Mi padre, con 88 años, sigue operando porque tiene un pulso buenísimo y creo que es por la pasión por su trabajo.

–¿Usted aportará una cuarta generación?

–Ninguno de mis dos hijos quiere seguirme. Uno empezó Medicina, pero lo dejó y ahora estudia Periodismo, y el otro siempre quiso ser músico, estudia música electrónica. En el mundo en el que vivimos, el abanico de posibilidades es mucho mayor que cuando yo estudiaba la carrera. Por suerte ,mi hermano tiene tres hijos y dos estudian Medicina. Creo que no les quedará más remedio.

–¿A cuántas personas opera a la semana?

–Si hay suficientes pacientes, suelo operar a unas cuarenta personas al día, multiplica...

–¿No le tiemblan las piernas?

–No, porque opero sentada, pero lo que sí tengo son calambres horrorosos por las noches. Soy hiperactiva y estoy mucho más feliz operando a 40 al día que si vamos a algún país donde no han hecho bien el trabajo preliminar de campo y no hay suficientes pacientes, entonces ahí sí que me pongo negra.

–Esa rentabilización es muy catalana...

–Bueno, quizá sí, pero es más algo práctico. Es que, ponte en mi situación, yo me voy a África y dejo de trabajar y de producir muchos días en la clínica. Es desesperante llegar allí y no tener nada que hacer; claro, es que no me voy allí precisamente de vacaciones.

–¿Cuando usted dice «Barraquer» en la playa le surgen consultas?

–Siempre. Nosotros una vez al año hacemos un mercadillo en la clínica para recaudar fondos y muchas veces llegan pacientes y me hacen consultas y siempre les digo: «No, ahora no, que ahora soy cajera». Para desconectar me voy a pasear con mi perrita al parque. Claro que cuando he detectado algo importante, lo he dicho con mucha delicadeza.