Independentismo

11-09-2017: La Diada del «todo o nada»

Las divergencias entre las diferentes fuerzas son evidentes, el qué hacer ante las respuestas del Estado centra el debate junto a la participación en el referéndum. Ni la ANC, ni ERC, ni tampoco el president Puigdemont son partidarios de fijar un mínimo de participación

Las diputadas de la CUP Anna Gabriel y Mireia Vehí, ayer, en la presentación de su campaña para el 1-O
Las diputadas de la CUP Anna Gabriel y Mireia Vehí, ayer, en la presentación de su campaña para el 1-Olarazon

Las divergencias entre las diferentes fuerzas son evidentes, el qué hacer ante las respuestas del Estado centra el debate junto a la participación en el referéndum. Ni la ANC, ni ERC, ni tampoco el president Puigdemont son partidarios de fijar un mínimo de participación.

A un mes de la celebración del 11 de septiembre, el independentismo vela sus armas en los cuarteles de verano con la mirada puesta en su mayor reto, el referéndum. El disparo de salida lo dará la Mesa del Parlament aceptando a trámite, en su reunión del miércoles, la Ley del Referéndum. Será el primer desafío, en mayúsculas, y el independentismo sabe que obtendrá la primera respuesta, también en mayúsculas del Estado, y la utilizará para enardecer a los convencidos y agitar la movilización de la Diada.

Las divergencias entre las diferentes fuerzas son evidentes, el qué hacer ante las respuestas del Estado centra el debate junto a la participación en el referéndum. Ni la ANC, ni ERC, ni tampoco el president Puigdemont son partidarios de fijar un mínimo de participación. Dicen que debe ser así para evitar el boicot de los constitucionalistas, pero parece más bien terror a que sus expectativas les dejen en evidencia.

Por eso necesitan una demostración de fuerza en la Diada, que esperan sea la última reivindicativa, la que dé paso a la República Catalana. Este año la manifestación dibujará una cruz gigante en la confluencia del Paseo de Gràcia y la calle Aragón, un signo de sumar. Días después, iniciarán su campaña por el «sí» de forma transversal, un argumento que trata de poner sordina a las puñaladas entre PDeCAT y ERC, PDeCAT y ERC ante la CUP, Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, y así suma y sigue.

Con seguridad, la manifestación concentrará a miles de personas. Los convocantes ANC y Òmnium aseguran que tienen más inscritos que el año pasado. También con seguridad serán muchos más que el 11 de septiembre de 2011. Apenas diez mil personas se manifestaron a favor de la independencia, se quemaron banderas españolas, pitaron a todo el que no fuera de su cuerda y se pasearon por el santuario del Fossar de les Moreres, donde fueron enterrados los defensores de Barcelona en 1714. Sólo diez mil personas, y eso que un año antes el Tribunal Constitucional había recortado bastante el Estatut aprobado en referéndum.

La Diada de 2011 se ciñó a la liturgia tradicional. En el Palau de la Generalitat «reinaba» Artur Mas, que se había convertido en el alumno más aventajado del austericidio. Sin embargo, en los meses siguientes el PP ganó las elecciones por mayoría absoluta, hundiendo el plan de Mas de ser el «socio necesario». En vez de eso, se encontró un Rajoy que lo despidió con cajas destempladas.

En este contexto, crece el descontento por la crisis económica, política, social y de valores que el nacionalismo maneja con habilidad para generar un clima adecuado en favor de la independencia. La crisis económica agitada convenientemente junto a una derecha española en el poder, se convierte en un cóctel que el independentismo aprovecha su favor. El «no» de Rajoy al pacto fiscal que Mas le propone fue la guinda del pastel.

En este escenario se celebra la Diada de 2012 bajo el lema «Cataluña, nuevo Estado de Europa». Artur Mas no asistió, pero Convergència era protagonista. O lo intentó. Con tanta gente en la calle, Mas se apropió del éxito de la movilización y dos semanas después, el 25 de septiembre, convocó elecciones bajo la premisa de que los catalanes tienen el derecho a decidir su futuro.

El líder nacionalista esperaba una mayoría absoluta. No fue así. Perdió 12 diputados y su liderazgo quedó en cuestión. Sin embargo, no dimitió y pactó con ERC. Pudo hacerlo con el PSC, pero prefirió a los republicanos con el objetivo de laminar a los socialistas. El derecho a decidir, como sucedáneo del derecho de autodeterminación, estuvo ese año en el «top ten» de la política catalana y el 11 de septiembre de 2013 la Vía Catalana, la cadena humana, renueva el éxito movilizador. Superó el millón de asistentes, para los convocantes, pero estimaciones más ajustadas rebajaban la cifra.

La Diada de 2014, la V de victoria quiso abrir el camino a Mas en las elecciones que convocó en 2015, en las que consiguió el «sí quiero» de ERC a una coalición electoral, Junts pel Sí, a regañadientes. Convocó elecciones y acabó «dando un paso al lado». La CUP le decapitó en la plaza pública sin demasiados lloros de sus partidarios. La corrupción hacía mella en Mas y en Convergència.

La falta de penetración en los segmentos de población provenientes de la emigración llevó la Diada de 2015 a la Avenida Meridiana de Barcelona. Miles de personas mantuvieron alto el nivel de movilización con un lenguaje más exacerbado, aunque las desavenencias y el hartazgo con el «procés» afectaron a la participación. Para evitar males mayores, en 2016 se descentralizó la manifestación para minimizar los impactos negativos. En 2017 no pueden fallar, porque esta Diada es la del «todo o nada».