Gobierno de España

2018: Pacto para agotar la legislatura

Muy alejados de la mayoría absoluta, ninguno de los líderes de los principales partidos desea forzar un adelanto electoral

Pese a la sombra de Cataluña, Rajoy mantiene inalterable su hoja de ruta económica. El objetivo de Pedro Sánchez es recuperar el voto de la izquierda
Pese a la sombra de Cataluña, Rajoy mantiene inalterable su hoja de ruta económica. El objetivo de Pedro Sánchez es recuperar el voto de la izquierdalarazon

Muy alejados de la mayoría absoluta, ninguno de los líderes de los principales partidos desea forzar un adelanto electoral.

Mariano Rajoy da la cara. Albert Rivera se crece. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se esconden. Así abordan el fin de año los líderes de los cuatro principales partidos políticos con la vista puesta en un 2018 marcado por el conflicto de Cataluña.

Cuatro dirigentes en una Legislatura convulsa, muy alejados de la mayoría absoluta que, de momento, ninguno desea romper con un adelanto electoral. El presidente del Gobierno mantiene invariable su hoja de ruta bajo su dos obsesiones: estabilidad, empleo y crecimiento económico. Su comparecencia en Moncloa tras el último Consejo de Ministros así lo confirma. El balance que hizo la oposición refleja también el resultado de las elecciones catalanas. Rivera sale envalentonado por su mayoría, que ve extrapolable a nivel nacional, mientras PSOE y Podemos ocultan a Sánchez e Iglesias como prueba de su debilidad y frustración tras las elecciones del 21-D.

A pesar de la exigua mayoría del PP en estos comicios, Rajoy no ve en absoluto un trasvase al resto de España y así se lo ha trasladado a los suyos. Frente a algunas voces que, en privado, exigían cambios en el Gobierno y el partido, el presidente los descarta por completo. Ni tan siquiera se plantea sustituir a Xavier García-Albiol hasta que no se clarifique el escenario catalán. Primero la investidura, aseguró Rajoy en el último Comité Ejecutivo al día siguiente de las elecciones, en un clara advertencia de que no admitirá movimientos internos. La figura de la vicepresidenta sigue intacta, como lo demuestra que haya sido ella quien, por orden de Rajoy, llamó a los dirigentes catalanes para comunicarles la fecha de constitución del Parlament el próximo 17 de enero.

En estas conversaciones, Soraya Sáenz de Santamaría pudo comprobar la enorme división que existe en el bloque separatista, dónde ni siquiera se hablan entre ellos. Los portavoces de ERC, Joan Tardá, y del PDeCAT, Carles Campuzano, no supieron darle respuesta con sus máximos líderes, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, fuera de juego. Por ello, la vicepresidenta habló con la número dos de Esquerra Republicana, Marta Rovira, y aguardó a que Campuzano consultara con la coordinadora general convergente, Marta Pascal, alejada de las corte de Bruselas y el equipo de fieles de Puigdemont. Fuentes de Moncloa reconocen la jugada maestra de Rajoy al adelantar la fecha y pillar de improviso al cesado y fugitivo presidente. El tiempo corre en contra de los soberanistas, anclados en su particular pelea para designar candidato entre Puigdemont o Junqueras.

El PNV, difícil de roer

Rajoy aborda el nuevo años con dos grandes retos: los Presupuestos Generales del Estado y la reforma de la financiación autonómica. En enero recibirá a Pedro Sánchez, tal como ya ha hecho con Rivera, y le expondrá su estrategia política. Los socialistas están elaborando su propio texto presupuestario, pero no cierran del todo la puerta a negociar algunas enmiendas, tal como indicó el secretario de organización, José Luis Abalos. El hueso más difícil de roer es el PNV, por el conflicto catalán y la aplicación del 155. Los nacionalistas vascos quieren venderse caros y un sector apuesta por exigir la gestión de la política penitenciaria, su vieja reivindicación sobre los presos de ETA. En el PP atisban una negociación dura, pero creen que al final contarán con su apoyo. De todos modos, si no sucede así, Rajoy ya ha dejado muy claro que prorrogará los actuales y agotará la Legislatura. «Todo menos adelantar las generales», aseguran en Moncloa.

Con su objetivo de crear empleo, el presidente ha dado órdenes de empezar las negociaciones sobre la financiación autonómica, con dos pilares básicos en su equipo: la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Los populares cuentan con el apoyo del PSOE y Ciudadanos para esta reforma, y esperan un dialogo fluido, «siempre dentro de la ley», con los nacionalistas, a expensas del desenlace final en Cataluña y el posible Govern que se logre formar. Rajoy está dispuesto a reanudar el diálogo, pero es muy firme al apelar al respeto a la legalidad. «Ni chantajes ni ruptura ni ilegalidad», es su lema de actuación. Tal como le expresó Albert Rivera en su reciente entrevista en Moncloa, el presidente cuenta con el respaldo de Sánchez ante el conflicto catalán, a quien tiene previsto recibir en los primeros días del mes de enero.

Sánchez, desaparecido

El secretario general del PSOE ha estado desaparecido estos días y ha delegado en José Luis Ábalos el balance del año viejo y las expectativas del nuevo. El no esperado resultado de Miquel Iceta, su gran apuesta personal, ha hecho mella en las filas socialistas, si bien en Ferraz advierten de su liderazgo incuestionable. Con un claro distanciamiento de Podemos y su evidente bajada electoral, el objetivo de Sánchez es recuperar la izquierda y atraer a una parte de sus votantes. En el plano legislativo apuesta por la subcomisión en el Congreso de una reforma constitucional, algo que Mariano Rajoy aún ve «de soslayo». Las prisas del PSOE en este tema contrastan con la prudencia del PP, expectante primero al desenlace de Cataluña. Los socialistas se sentarán a negociar los Presupuestos, con enmiendas propias, y preparan una serie de medidas de fuerte carácter social en el mercado laboral y violencia de género. En ningún caso se plantean ahora un adelanto electoral, aunque buscarán el modo de desgastar a Rajoy y el PP en temas de regeneración democrática y corrupción.

El «campeón» de las reformas es, sin duda, Albert Rivera, muy crecido por los resultados en Cataluña. El líder de Cs ve esta Legislatura transitoria y un fin de ciclo del bipartidismo. Aunque tampoco forzará un adelanto electoral, prioriza la reforma de la Ley Electoral, la Loreg, para impedir la primacía de territorios sobre los ciudadanos, y exigirá que la subcomisión del Congreso finalice su dictamen en verano. También reclama la legalización de la gestión subrogada, la reforma del Estatuto del Ministerio Fiscal, la del Senado y una nueva Ley Anticorrupción. Frente a la opinión de Rajoy, está convencido de que el 21-D es extrapolable a toda España con un bipartidismo agotado. En Ciudadanos se ven como el único proyecto ilusionante a nivel nacional, con Rivera como el nuevo Macron, e interpretan el discurso de Nochebuena del Rey como un espaldarazo a sus reformas contra el inmovilismo del presidente del Gobierno.

Iglesias, muy cuestionado

Dónde peor están las cosas es en Podemos, tras un rotundo fracaso de su estrategia en Cataluña y las rencillas internas en sus filas. Pablo Iglesias también ha estado oculto tras el fiasco del 21-D y delegó el balance en su secretario de relaciones con la sociedad civil, Rafael Mayoral, que no avanzó una sola iniciativa legislativa. Con un discurso radical contra el PSOE, el PP y Cs, «títeres de los poderes económicos», el partido morado intenta reivindicarse como la única izquierda, pero las encuestas les dan la espalda. Pablo Iglesias está cada días más cuestionado entre las bases y tiene un lío de campeonato en territorios como Madrid y Andalucía en una clara purga contra los anticapitalistas.

Podemos aparece como una formación política en caída libre, lo que será aprovechado por el PSOE, donde reniegan ya de una colaboración parlamentaria estable para lo que resta de Legislatura.

Ante este 2018, Mariano Rajoy mantiene inalterable su hoja de ruta económica y estabilidad, que solo ve tambalearse por la sombra de Cataluña. Pedro Sánchez, algo debilitado, incidirá en medidas sociales para recuperar los votos de izquierdas. Albert Rivera, crecido, exhibe sus reformas como un proyecto nacional. Y Pablo Iglesias, muy cuestionado, observa el declive de una formación morada poco sólida y sin contenido. Cuatro candidatos en liza con el objetivo de movilizar a un ciudadano desmotivado y bastante harto del espectáculo político de los últimos meses, bajo el influjo del conflicto catalán en el que, al menos, PP, PSOE y Cs están de momento de acuerdo. Nadie se plantea por ahora unas elecciones generales, pero todos tienen dudas de si no habrá que repetirlas en Cataluña.

De los cuatro, sólo Mariano Rajoy puede vender experiencia de gobierno, estabilidad y capacidad de gestión. Pedro Sánchez deberá clarificar su ambigüedad plurinacional y coqueteos con el nacionalismo que tan mal resultado le han dado en Cataluña. Albert Rivera se crece por momentos hacia un proyecto nacional y Pablo Iglesias rumia su derrota en silencio.

En Moncloa destacan la economía, las buenas cifras de empleo y el amenazante peligro de un separatismo que anule los esfuerzos de estos años. Pedro Sánchez y Albert Rivera contraponen la regeneración democrática y la lucha contra la corrupción, donde ven el «talón de Aquiles» del PP. Pablo Iglesias aparece desdibujado ante un fiasco electoral y rebelión de su bases, con un pésimo trabajo parlamentario. Lo cierto es que en este nuevo año se juega la estabilidad frente al soberanismo. Y también, el futuro de los cuatro líderes ante una etapa muy complicada. Como bien ha dicho Mariano Rajoy, es de esperar que nadie sea tan irresponsable como para provocar ahora unas elecciones generales. Eso sí sería una ruina.