Ahora en Común

Ada Colau negocia su propio pacto de izquierdas con el PSC

La alcaldesa tiene agenda al margen de la negociación en Madrid

La Razón
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Vigila con ojo de hierro la crisis en Podemos, a Pablo Iglesias le ha salido un grano enorme. Es la conclusión de dirigentes de En Comú Podem, la formación política que lidera Ada Colau, y destacados socialistas catalanes. A raíz de las deserciones producidas en el seno podemita, han surgido importantes movimientos en la política catalana. Según fuentes del ayuntamiento barcelonés, Colau negocia con el PSC una coalición para su entrada en el Consistorio. «El pacto está muy cerca», aseguran en el entorno de Jaume Collboni, el portavoz socialista interlocutor con la regidora. Las mismas fuentes apuntan a un claro distanciamiento de Pablo Iglesias, a quien prestó sus votos para el buen resultado electoral del 20-D en Cataluña. La pareja Colau-Iglesias es ahora un matrimonio mal avenido y la alianza con el PSC puede cerrarse antes de finalizar este mes.

Las últimas fisuras en Podemos, que Pablo Iglesias atribuye a intoxicaciones del PSOE, han producido en la Ciudad Condal el efecto contrario. Personas próximas a Colau y Collboni indican que las negociaciones se han intensificado y van por buen camino. De hecho, la pasada semana la alcaldesa y el edil socialista celebraron un largo almuerzo en el histórico comedor del edificio municipal. Era uno de los múltiples que vienen haciendo para debatir el futuro de la ciudad, pero ahora con la vista puesta en la entrada del PSC en el ayuntamiento. Los socialistas catalanes siempre han sentido predilección por este organismo, en el que tuvieron alcaldes emblemáticos como Narcís Serra, Pascual Maragall y Jordi Hereu. La pérdida de poder les llevó al aislamiento y ahora pretenden recuperar su tradicional aspiración.

La relación entre Colau e Iglesias se ha deteriorado mucho desde la constitución del Congreso. Su hombre fuerte en Madrid, el diputado Xavier Doménech, tampoco está satisfecho y considera que sus doce escaños se merecen un grupo parlamentario propio. Fuentes de En Comú Podem explican así la sobreactuación de Iglesias con su beso en los labios a Doménech: «Quiso demostrar que hay buen rollo y se pasó de frenada».

Con poder de maniobra tras los buenos resultados del 20-D, la «Pasionaria» catalana mueve ficha. Descontenta por lo que considera tibieza ante el referéndum catalán por parte de Iglesias, no tiene reparos en pactar con los socialistas una coalición en el ayuntamiento. Colau necesita los votos del PSC y ERC para sacar adelante sus iniciativas, entre ellas el plan de barrios o las nuevas líneas de metro. En este sentido, los socialistas se inclinan por negociar un acuerdo, mientras ERC prefiere apoyar desde fuera sin entrar en el gobierno local. La definición de competencias y una tenencia de alcaldía para Jaume Collboni están ahora sobre la mesa, según fuentes de la negociación. Ello ralentiza el resultado final, aunque los socialistas se muestran satisfechos. «La tienen atada en corto», afirman otros grupos municipales sobre la dependencia de Colau ante Jaume Collboni. Todos coinciden en que la relación entre los «comunes» y podemitas ha entrado en un clima de desconfianza.

En Ferraz están molestos por los continuos desplantes de Iglesias. Al tiempo, para Colau el pacto es beneficioso, pues se garantiza el gobierno tranquilo de la ciudad, lanza un aviso al líder de Podemos y observa acontecimientos. Muchos aseguran que su ambición la lleva a rumiar en secreto un futuro puesto en la política nacional y arrebatarle el liderazgo de la izquierda a Iglesias. Por otro lado, Colau mantiene buena relación con Oriol Junqueras, y ambos hablan a menudo para fraguar sus respectivos intereses de poder. El pacto que Junqueras le hizo llegar a Colau pasa por ofrecerle todo su apoyo en unas elecciones generales como candidata de un partido de izquierdas a la presidencia del gobierno de España, a cambio de ser el único aspirante a la Generalitat de Cataluña.

Ante la grotesca situación entre el PSOE y Podemos, humillante para los socialistas y chulesca en las huestes de Pablo Iglesias, Colau no está quieta y la marca En comú Podem se le queda pequeña. Por ello ha decidido fundar un nuevo partido al estilo peronista: la patria y la revolución juntas. Una formación que pretende arañar muchos votos en el área nacionalista de izquierdas en unas elecciones generales, para dejar ese mismo espacio a ERC en Cataluña.

De manera que la nueva «Pasionaria» quiere fulminar al amigo y volar sola. Hace tiempo que Junqueras la viene cortejando a través de su persona de confianza en el ayuntamiento de Barcelona, el concejal Alfred Bosch. Un hombre que fue diputado en el Congreso, y que fue el primero en hacerle llegar la necesidad de no rivalizar con Junqueras en un asalto a La Generalitat, eterna aspiración del republicano, por lo que le ofreció todo su apoyo en unas futuras elecciones generales. El pacto municipal coincide ahora con el gran malestar que existe entre los «comunes» y Pablo Iglesias. Algo que el PSOE ha aprovechado para reunirse en secreto con las confluencias gallegas y valenciana de Compromís con el objetivo de debilitar a Iglesias.

Para nadie es un secreto que los buenos resultados de Podemos son el resultado de la figura de Colau y Xavier Domenech. Éste atribuye todo el éxito a Colau cada vez que se le pregunta. En la formación catalana persiste el malestar por no formar un grupo parlamentario propio y tienen un latiguillo: «No somos satélites de Podemos». Un varapalo en toda regla a Pablo Iglesias, un guijarro en el camino que aviva la intención de Colau de articular un partido nuevo, alejado de las soflamas de Pablo Iglesias.

Aunque públicamente lo disimulan, en el entorno de Colau las críticas hacia Iglesias y los podemitas son cada vez más fuertes. El enrarecido escenario electoral la permite ahora seguir en el ayuntamiento de Barcelona y forjar desde aquí su pacto con el PSC. Un alivio para los socialistas, pues su entrada en el gobierno local les da oxígeno. Está por ver cómo reacciona Pablo Iglesias ante la alianza Colau-Collboni. «Seguro que se rebota», dicen en ambos partidos. La crisis está servida.