El desafío independentista

Con la música a otra parte

Antonio Baños, quien fuera líder de la CUP en las pasadas elecciones a la Generalitat, vuelve al rock combativo de sus inicios

Antonio Baños, después de abandonar el Parlament, ayer tocó en el Apolo
Antonio Baños, después de abandonar el Parlament, ayer tocó en el Apololarazon

Antonio Baños, quien fuera líder de la CUP en las pasadas elecciones a la Generalitat, vuelve al rock combativo de sus inicios

Si los viejos rockeros nunca mueren, es una completa injusticia, porque los viejos a secas sí lo hacen. Aconsejarles que se hagan rockeros ahora, en la última etapa de su vida, parece algo muy arbitrario y cruel, aunque vivir para siempre sea muy goloso. Antonio Baños, el líder de la CUP en las pasadas elecciones catalanas, es, por edad, un viejo rockero, y la madrugada del viernes decidió confirmar al mundo que no estaba muerto. Poco se sabía de él tras renunciar a su acta de diputado después de la que parecía la definitiva ruptura de las negociaciones con Junts x Sí, negándole a Artur Mas su ansiado sillón presidencial. Él estaba dispuesto a cederle el sitio y decidió dimitir. Después, no dio marcha atrás a su decisión. Y cuando uno deja su sitio en la política, la vida eterna de los viejos rockeros no está nada mal.

La sala 2 del Apolo acogió así el viernes de madrugada el regreso de Baños a los escenarios, acompañado por su banda de toda la vida, Los Carradine, en el que se supone será el único concierto que den este año. Como en las negociaciones con la CUP, siempre se puede cambiar de opinión, así que nunca se sabe, pero ese aire de acontecimiento especial acompañó a toda la actuación, ante una audiencia de uno o un par de centenares de personas que se mostró en todo momento entregada al grupo. Eran fans de toda la vida, vamos, algunos tan viejos rockeros como los que estaban en el escenario, coreando sus canciones y vibrando con sus ritmos acelerados. Puede que la etapa política de Baños le haya hecho ganar seguidores en los foros, pero en el concierto del viernes parecía que sólo había nostálgicos de aquellos maravillosos años en los que Los Carradine, dentro de su pequeño círculo, ya eran un referente.

Lo que estaba claro es que Baños disfruta sobre un escenario, siendo el centro de todas las miradas. Sus habilidades como comunicador están fuera de toda duda, y el viernes monopolizó prácticamente toda la atención. Si fueran una boy band, él sería Justin Timberlake. La formación, compuesta por Rafael Tepounet, Xavi Marín y Nacho Gil, salió a escena envueltos en camisetas negras, con una elaborada espiral blanca en el centro, o era una diana. Es difícil de decir, estaba muy oscuro. Lo que sí se leía era el nombre de la banda a un lado. Si lo ponía en las camisetas, eran Los Carradines. Baños, a la guitarra, tomó la voz cantante de buenas a primeras y entre canción y canción disfrutó interactuando con el público. «He tenido muchos gastos últimamente. Hemos vuelto por motivos económicos», ironizó Baños, dando pie a una gran risa compartida entre los asistentes.

La gran apoteosis del concierto fue cuando interpretaron «Billy Bragg», uno de sus grandes temas, o su gran tema, tampoco tienen tantos, un pegadizo y reivindicativo gancho de izquierdas punk donde dejaron claro tanto su amor por el cantautor británico como su odio a la Inglaterra de Thatcher y todo lo que significa, una canción que, en sí misma, se escucha como un gran himno y que el público coreó a viva voz.

Cuando el concierto acabó, se pudo ver como una lágrima caer del satisfecho y feliz ojo izquierdo de Baños, como si revivir viejos tiempos le hubiese puesto tierno y melancólico. Puede ser, aunque lo más seguro es que fuera sudor, porque se entregó de lo lindo.

En 1989 fundó Los Carradine con tres compañeros de carrera de Ciencias de la Información. Su apuesta por un enérgico punk pop, mezclada con letras irónicas y reivindicativas, se hizo su hueco en la escena independiente. Mientras el resto de grupos de aquella época parecían ensimismados por sus historias de amor y sus crisis de ansiedad, ellos no renunciaban a volcar su mala baba en unas canciones que también hablaban de amor, por supuesto, pero donde el motor escondido era un claro mensaje social, anticapitalista y radical. Eso sí, siempre con humor, con esa ironía que asimilaron muy bien de grupos clásicos anglosajones, de The Violent Fennes a The Clash o el propio Billy Bragg, con quien incluso llegaron a tocar en directo. Su último álbum, «Academia Rock n’ roll», es de 2015, aunque grabado hace más de seis años. Su regreso al directo, después de un lustro de ausencia, parece un final con puntos suspensivos...