Comunidad de Madrid

Cristina Cifuentes: Once meses para construir una líder

Cifuentes cruzó esta semana su último puente en política: de presidenta regional a la cúpula del PP

Entre los militantes del PP, Cristina Cifuentes ha sido recibida con cautela, pero también con optimismo
Entre los militantes del PP, Cristina Cifuentes ha sido recibida con cautela, pero también con optimismolarazon

Cifuentes cruzó esta semana su último puente en política: de presidenta regional a la cúpula del PP

Esta semana se ha podido ver a Cristina Cifuentes cosiendo, clavando cuadros, tomando una hamburguesa en el McDonalds, reflexionando sobre el punto y seguido que supuso para ella el grave accidente de tráfico que la dejó al borde de la muerte. Y, por fin, se la ha visto al frente de un maltrecho PP madrileño, un puesto que todos sabían que era suyo pese a su insistencia en –como hizo para la candidatura autonómica– decir que no estaba en ninguna carrera. Pero, también como suele decir, el puente a cruzar ha llegado antes de lo que se esperaba y ahora se encuentra en medio de las corrientes del PP con el «aguirrismo» dando sus últimos coletazos. Está por ver que cruce otros puentes en el futuro.

Cifuentes entró directa al ojo del huracán hace un año, cuando en una jugada de última hora Rajoy apartó al presidente de la Comunidad de Madrid y aspirante a renovar su mandato, Ignacio González, una decisión que no gustó a muchos en aquel momento, y elevó a su «apuesta personal» a la candidatura autonómica. La cara de los miembros más fieles del comité ejecutivo de Esperanza Aguirre reflejaba lo que la propia presidenta popular y candidata al Ayuntamiento de Madrid dijo tras conocer la noticia: «No es mi candidata». Sin embargo, Cristina Cifuentes ya había demostrado ser valedora de la confianza que el líder del PP había puesto en ella cuando la nombró delegada del Gobierno en Madrid en 2012.

Para muchos en el PP, Cifuentes era otro «verso suelto» por sus convicciones republicanas y a favor del matrimonio homosexual, pero quienes la conocen saben que es una persona trabajadora, «muy de partido» y fiel a Rajoy. En la Delegación del Gobierno era el contrapeso a la otra «rubia» del PP de Madrid y quien soportó un incremento de la movilización social sin igual por las protestas por los recortes del PP. Sufrió el primer «escrache» y hasta una manifestación bajo su ventana de la UCI de La Paz. Y ganó. Volvió al trabajo cuatro meses después, tranquila, más valiente y con una cicatriz que se niega a tapar que la identifica más que sus tatuajes.

Su designación como candidata a la Comunidad de Madrid era un clamor que retumbaba por los pasillos de Génova, por mucho que ella lo negase. No extrañó a nadie y su victoria, frente a una anonadada Aguirre, sorprendió a todos los que la tachaban de «lastre» para la candidata municipal. Los resultados no sólo le daban el triunfo, sino también la vuelta a lo que esperaban los «aguirristas», ya que consiguió mejores resultados en la capital que su compañera de partido, aunque no la ansiada mayoría absoluta.

Desde ese momento, el relevo en el PP de Madrid era una cuestión de tiempo. Aguirre no presentó batalla para renovar el PP y la «receta Cifuentes» para dialogar con Ciudadanos y conseguir su apoyo en la investidura, así como su cruzada contra la corrupción, cada vez se miran más entre los populares como el camino a seguir para recuperar los votos perdidos y no el «verso suelto» que se la consideraba antes. El propio Rajoy empezó esa renovación rejuveneciendo los órganos del partido. Finalmente la ex lideresa decidió apartarse y llegó el tiempo de Cifuentes.

Fiel a su estilo, el «timeline» en Twitter de Cristina Cifuentes nada revelaba a última hora de la tarde del pasado lunes que, en apenas unos minutos, iba a convertirse en la cabeza del PP en Madrid tras la dimisión, el día anterior, de la que parecía sempiterna Esperanza Aguirre. Incluso había dado las buenas noches a sus seguidores, más de 135.000, cuando, minutos después, asumió la dirección de la gestora «para iniciar un tiempo nuevo en la política madrileña».

Después de eso, una madrugada intensa y, a primera hora de la mañana, el primer cara a cara con la Prensa y con los militantes en la agrupación de Getafe. La presidenta de la Comunidad no dudó un instante en demostrar la autoridad que le había conferido Mariano Rajoy al situarla al frente del PP madrileño, sumido en la investigación por corrupción de la «operación Púnica». Sin ningún tipo de atadura en las manos, Cifuentes advirtió a los suyos que aplicará el mismo código ético que obligó a firmar a todos los diputados en la Asamblea de Madrid a los afiliados y cargos públicos populares. Un código que obliga a dimitir y renunciar al acta si se es imputado formalmente por casos de corrupción o por otros delitos.

Una mano excepcionalmente dura para «recuperar la confianza y la credibilidad de los militantes y de los madrileños», que ya tiene precedentes, cuando el ex presidente de la Asamblea de Madrid José Ignacio Echeverría estuvo implicado en un accidente de tráfico en el que supuestamente superaba la tasa de alcoholemia permitida y, poco después, dejó su escaño. Sin embargo, entre los militantes ha sido bienvenida con cautela pero con optimismo.

«Están mucho más tranquilos», aseguraba esta semana un miembro del equipo popular en la Asamblea de Madrid. Tras casi un año temiendo que el enfrentamiento Cifuentes-Aguirre superase el paroxismo de la guerra Aguirre-Gallardón, los ánimos estaban más calmados que nunca entre los diputados «aguirristas», «cifuentistas» y de todo pelaje que componen el grupo parlamentario del PP regional. Eso sí, en los pasillos del hemiciclo vallecano las reuniones entre diputados populares no cesaron durante todo el Pleno del pasado jueves.

En contra de su costumbres y debido a una entrevista en la radio por la cual acudió temprano a la Asamblea, Cifuentes había asistido a la reunión del grupo previa al Pleno. «Allí dijo que todos somos necesarios y que hay que remar en la misma dirección», explicaron quienes asistieron al encuentro. Además, después se la pudo ver hablando de buenas maneras con Ana Isabel Mariño y Gádor Óngil, secretaria y vicesecretaria de Organización del PP de Madrid. En su primer discurso como presidenta de la gestora, Cifuentes fijó unos objetivos de revitalización de los populares madrileños que, desde muchos sectores del PP de Madrid se han tomado, por fin, como metas a las que dirigirse.

Y es que, según confesaba el presidente de una de las sedes municipales más importantes de la capital, «estábamos como pollo sin cabeza». La desconexión, según señalan varios miembros del PP, era evidente desde que Esperanza Aguirre no logró formar gobierno en el Ayuntamiento de Madrid, aunque algunos aseguran que ya antes la dirección regional se había separado del trabajo de las sedes. «Se habían alejado de la gente y ahora Cristina Cifuentes pide que volvamos a escuchar a los madrileños, que es lo que hacía falta», asegura.

«En la Asamblea estamos todos a su disposición, porque son tiempos muy difíciles y no es el momento de sacar la trituradora», consideraba otro diputado, que opina que Cifuentes tiene dos opciones: hacer equipo sólo con los suyos o integrar a todos y salir adelante. «Ahora el partido está en una situación complicada que requiere mucho valor y la política aborrece el vacío, necesita saber dónde mirar. Por eso hay un cierre de filas en torno a la presidenta» señaló.

Incluso en el grupo municipal, –donde algunos afirman que son más «aguirristas» que, «gallardonistas» eran en la época de Gallardón–, están en calma. «Después de 25 años de mayorías absolutas ininterrumpidas, la catarsis era necesaria», consideran, pero no creen que vaya a haber una oposición a Cifuentes desde el entorno de Esperanza Aguirre. «No estamos en eso y aún falta mucho para el congreso regional», valoran. Es más, desde las sedes del PP en los distritos de la capital se señala que no habría problema en que se presentaran candidaturas alternativas a la presidenta de la Comunidad, que ya ha anunciado que «posiblemente» se presentará como candidata en el congreso regional, «porque en política no todos pensamos lo mismo», una frase que la propia Cifuentes suele repetir.

Con todo, siempre hay quien, acostumbrado a las trincheras, considera que a la hora de hacer equipo, la nueva presidenta de la gestora debería «aglutinar al 80% y apartar al 20%», que consideran «irrecuperable». Aunque hay cierta tensión por parte de algunos «aguirristas» de pro, entre los populares tienen a minimizar las disensiones y a hacer piña en torno a Cifuentes. Eso sí, igual que ocurrió con su nombramiento como candidata en las pasadas elecciones autonómicas o su elección de consejeros, el mutismo en torno al nuevo equipo del que se rodeará en la gestora es general.

Es de esperar que pesos pesados como Ángel Garrido, consejero de Presidencia y Justicia y a quien muchos veían como nuevo secretario general del PP de Madrid, sea también uno de sus «hombres fuertes» en la gestión del partido como lo es en la Comunidad de Madrid. Y también Jaime González-Taboada, consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, que junto a Garrido y Cifuentes trabajó durante muchos años en la coordinación municipal y territorial del PP madrileño. De hecho, el equipo más cercano de la presidenta autonómica ha hecho de dirección oficiosa del PP de Madrid para muchos militantes que, sin conseguir atención de la primera planta de Génova, buscaban consejo en la líder más visible. O, al menos, eso cuentan las malas lenguas.