El desafío independentista

«Deberíamos haber aprendido de los errores»

Dos catalanes que tenían 14 años relatan cómo fueron las 10 horas que duró la «guerra independentista de Companys». «Recuerdo perfectamente su intervención, sus palabras las tengo todavía grabadas»

«Deberíamos haber aprendido de los errores»
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Dos catalanes que tenían 14 años relatan cómo fueron las 10 horas que duró la «guerra independentista de Companys». «Recuerdo perfectamente su intervención, sus palabras las tengo todavía grabadas».

Eran las ocho de la tarde del 6 de octubre de 1934 y la radio estaba encendida. Andrés tenía 14 años y aquel día estaba al cuidado de sus dos tías en su vivienda de la Diagonal, ya que su madre estaba con sus otros hermanos en Sitges. De repente se interrumpió la conexión de la Telefunken y los tres se acercaron al altavoz. Quien hablaba era el presidente de la Generalitat, Lluís Companys. «Recuerdo perfectamente su intervención, fueron como diez minutos, y sus palabras todavía las tengo grabadas. Decía que proclamaba el Estado Catalán en toda la República Federal Española. Yo me puse muy nervioso, no sabía realmente qué significaba aquello», recuerda Andrés Espinós Tayá, que ahora a sus 96 años rememora aquellos días con envidiable lucidez.

Este reputado abogado es de los pocos que hoy pueden relatar cómo fueron aquellos días en los que los nacionalistas catalanes proclamaron la primera Declaración Unilateral de Independencia (DUI), una situación inédita que hoy, 83 años después, vuelve a golpear a la comunidad catalana. «Yo estaba muy agitado, escuchaba a mis tías decir que qué pasaría a partir de ese momento. No podía hablar con mi madre porque la centralita era muy lenta. Tardaba más en conectar con Sitges que en coger un tren y plantarme allí», dice. «Como me vieron muy alterado, mis tías me dieron un azucarillo con agua del Carmen y me quedé dormido», explica a LA RAZÓN desde su despacho de Barcelona donde, a pesar de estar ya jubilado, pasa largas jornadas. El derecho es su vida y nunca ha podido separarse de su profesión.

A la mañana siguiente se despertó pronto, a las ocho de la mañana. De nuevo, sus dos tías que vivían en la planta de arriba de la casa de sus padres le dijeron: «Andrés, despierta hijo, que ya ha pasado todo. Companys está en la cárcel y esto ha terminado», recuerda. A él solo le preocupaba que el colegio estuviera cerrado, le gustaba estudiar, jugar con sus amigos... así que para él la «guerra independentista de Companys» era un obstáculo en su aprendizaje. Se había quedado huérfano de padre a muy corta edad, a los 10 años, y sentía la obligación como hermano mayor de ejercer de tal con los otros tres pequeños. Así que siempre fue muy responsable, cualidad que hoy sigue cultivando.

Cañonazo contra el balcón

«Una vez que ya pude volver a la escuela todos comentábamos lo que había ocurrido. Nos dijeron que habían lanzado un cañonazo contra el balcón de la Generalitat. Y la fuga del Consejero de Gobernación Josep Dencás por una alcantarilla», dice con una mueca de sorna. «¡Una alcantarilla!», repite. La sublevación de Companys respaldada por su partido ERC puso en jaque al Gobierno de la Segunda República y a la Constitución de 1931, pero no duró más de un día. El general Domingo Batet, por orden del entonces jefe del Gobierno Alejandro Lerroux acabó con los sublevados en menos de 10 horas. Companys y sus acólitos fueron a prisión.

Sólo los Mossos sucumbieron, una vez más, a las ínfulas separatistas. Pero de poco les sirvió. En 1936, el presidente rebelde saldría de la cárcel y fue entonces cuando Andrés le vio por primera y última vez: «Pasó por delante de mi casa en un paseíllo triunfal. Llevaba un pañuelo en la boca porque parecía como si estuviera sangrando», explica con la mirada perdida en sus recuerdos, donde aparecen escenas que prefiere olvidar.

No muy lejos de su despacho, nos recibe en su domicilio de Pedralbes Luis García-Mussons de la Peña. Su cuerpo le flaquea pero su mente sigue firme. Él también fue testigo de aquel día histórico y a diferencia de Tayá, que asegura que él no era muy consciente de las revueltas que se vivían en la calle porque «yo sólo iba del colegio a casa», García-Mussons relata con pasión la tensión que se respiraba en Barcelona aquellos días de 1934.

«Me recuerda mucho a lo que vemos ahora, aunque es cierto que entonces hubo mucha más violencia, barricadas. Había mucha propaganda por las calles y más que jóvenes como ahora, era gente adulta. Mire, entonces, cuando se sofocó el golpe de Companys, todos dijeron que nunca más se repetiría, que se había aprendido del error que supuso aquello, fue horrible. Pero parece que no ha sido así. Deberíamos aprender de los errores del pasado para no caer en ellos. Hay algunos que no se dan cuenta», afirma este hombre de 97 años. «En mi familia había mucho temor por lo que pudiera ocurrir, todo estaba muy revuelto. Mi primer recuerdo de lo que es sentir miedo fue entonces. Los entonces responsables de la Generalitat habían calentado el ambiente por la historia de los ‘‘rabassaires’’ (los arrendatarios de viñedos que a través de una nueva ley de la República habían conseguido que les concedieran la propiedad de una parte de las tierras que cultivaban). Luego todo se precipitó», dice con tono de rabia y recordando la «impotencia que como niño» sintió entonces.

García-Mussons dice que existe cierto paralelismo entre Puigdemont y Companys. A este segundo le describe como un «abogado fracasado» que no era de «fiar». «Los independentistas ya entonces se organizaban muy bien, iban a bares para montar sus planes», asegura con preocupación, ya que dice que «espera que lo que vive ahora Cataluña no acabe igual». «Nadie quiere guerras ni enfrentamientos. Hemos sufrido mucho en el pasado, la historia más negra no puede volver a repetirse», sentencia este abogado y economista.

«Me cuesta ser optimista»

«No se puede dividir a la sociedad de esta manera, a familias, a amigos. Mire, hemos tenido 40 años de paz y deberíamos seguir haciendo fuerte nuestra democracia, no debilitarla, aunque me cuesta ser optimista por lo que me cuentan o veo en los medios de comunicación. Me indigna lo que le ocurre a la Policía y a la Guardia Civil y la dejadez de los Mossos, también entonces se pusieron del lado de Companys. No lo puedo comprender porque son agentes a los que paga el Estado y como tal deben de protegernos a todos», apunta.

Y es que tanto Espinós como García-Mussons todavía conservan en su cuerpo y mente las heridas del pasado. Ambos se vieron obligados a huir de su país, a abandonar su patria. El abogado y también comerciante García-Mussons recuerda como huyó con su madre y su hermano pequeño con un pasaporte falso en 1936. «Una mujer que era la amante del cónsul nos lo facilito», dice al tiempo que hace un inciso para detallar las «fabulosas» piernas de esa mujer que todavía guarda en su memoria.

Ambos, a punto de llegar al siglo de vida apuestan por el entendimiento y la fraternidad entre un mismo país y un mismo pueblo. Ambos son testigo de la lacra que implican las divisiones y los lodos que llegaron tras las lluvias de 1934. Ambos piden diálogo y exigen a los políticos serenidad. Esa calma con la que Espinós y García-Mussons rememoran ahora tiempos pasados que dejaron una huella en su memoria y en la de la Historia de España.