Aniversario del 11M

Del 11-M al 13-N. De Francia a España

La Razón
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Casi doce años separan los atentados salvajes del 11-M con los igualmente desalmados ataques de París el 13-N. Y unos pocos meses separan la reacción social e institucional francesa con los actos conmemorativos que en nuestro país se celebran en relación con los atentados de marzo de 2004. Más allá de las declaraciones oficiales, casi obsesivas, en relación con la unidad ante el terrorismo, la comparación franco-española muestra tres claras diferencias, que evidencian a su vez tres claros problemas presentes en la relación de España con el terrorismo.

En primer lugar, desde un punto de vista ideológico y cultural, la educación y la cultura de las que se enorgullece la República mostraron en noviembre de 2015 su mejor cara: la certeza francesa en la validez universal de los principios republicanos, la veneración de la historia y la cultura galas y la superioridad de las instituciones democráticas fueron la base ideológica de un consenso de alcance nacional que fundamentó todo lo demás y que se plasmó en los discursos claros y rotundos de Hollande en el mes de noviembre.

No es el caso de España: en las últimas décadas se ha introducido en España un discurso contracultural, disgregador y hasta nihilista, que impide una reacción intelectual al terrorismo. Esta contracultura se mostró con toda su corrosión en 2004 y aún hoy continúa, socavando intelectualmente la respuesta al terrorismo. Esta patología cultural e intelectual está presente en el discurso público y político español en este aniversario del 11-M: discurso superficial y banal, que esconde la ausencia de una base ideológica nacional sólida.

En segundo lugar, pese a las divisiones sociales, el pueblo francés marchó unido detrás de ideas simples y fundamentales: la defensa de la sociedad abierta y la defensa de la nación francesa atacada en su corazón parisino. Nunca desde 1944 las banderas nacionales habían inundado así las calles francesas. En el caso español, la división acerca de qué es la nación española, qué significa la convivencia democrática y qué valor tiene su defensa tardó poco en aflorar en 2004. A diferencia de la unidad francesa en las calles, la unidad de los españoles se limita al miedo a volver a ser atacados, no a la conciencia de tener que defender la nación: así la unidad social es imposible.

Los dos problemas antes señalados desembocan en la profunda división política e institucional española, plasmada en el aniversario celebrado ayer. El gran acto en los Inválidos en favor de las víctimas, símbolo de la grandeza, del honor y del sacrificio por la nación, contrasta con la miríada de actos parciales, dispersos, míseros en el aniversario del 11-M; el discurso de Hollande ante la Asamblea Nacional –«el terrorismo no destruirá a la República, porque la República lo destruirá»– contrasta con los discursos vacíos, temerosos, demagógicos de los políticos españoles; en fin, la sucesión de interpretaciones de la Marsellesa, cantada tanto por diputados o por espectadores de un partido de fútbol, contrastan con la temerosa interpretación de la Marcha Real en nuestro país.

En fin: la comparación en los tres niveles –cultural e ideológico, social e institucional– muestra la dificultad con la que España, doce años después, se enfrenta al yihadismo.