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Dos de cada tres españoles no habían nacido o tenían menos de 15 años en 1975

La Razón
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Pese al cada vez mayor estancamiento demográfico de la sociedad española, ésta sigue siendo demasiado joven para relacionarla con los tiempos previos a la democracia. Haciendo una radiografía de la pirámide poblacional del país a fecha 1 de enero de 2015, queda demostrado que la mayoría de los ciudadanos españoles no ha vivido un sólo día bajo el Gobierno de Francisco Franco. Con los datos del Instituto Nacional de Estadística en la mano, los números no dejan lugar a dudas. El 68% de los ciudadanos que residen en territorio nacional y disponen de pasaporte español –un conjunto de casi 42 millones– no habían nacido o tenían menos de 15 años de edad en el año1975. Haciendo una aproximación por lo bajo puede concluirse que únicamente uno de cada tres españoles pudo vivir la dictadura más allá de la edad propia de la infancia –situación de algo más de medio millón de personas–.

Dentro de este abultado porcentaje se encuentra una parte de la ciudadanía, nacida antes de la Transición y que constituye el 12,5% del total –algo más de cinco millones–, para la cual la dictadura se reduce a un puñado de recuerdos pertenecientes a las edades más tempranas. Por su parte, el 55,5% restante de los españoles no nació hasta después de 1975. La conclusión es obvia: la idea que más de la mitad del país tiene configurada del franquismo se debe por entero a los testimonios que sus mayores les han contado o a lo aprendido a través de la enseñanza y la cultura. Han sido los docentes, los libros y los medios los elementos que más han aportado al imaginario colectivo previo a 1975. Por tanto, únicamente el 32% de la población pudo formar una opinión política sobre el régimen de Franco a través de su experiencia propia y directa en la realidad que le tocó vivir. Es ese tercio de la población el que podría sostener mayores cuentas pendientes con la historia más reciente de España. No obstante, si se contara con el total de personas que reside en el país independientemente de su nacionalidad, los datos serían aún más significativos.

Atendiendo a esta realidad observada desde el aspecto más puramente demográfico, la propuesta del Partido Socialista y de Izquierda Plural de transformar el Valle de los Caídos y abrir las fosas de víctimas de la Guerra Civil se antoja lejana para el grueso del país. Y aquí el tiempo corre en contra de la iniciativa. La inmigración, aunque a la baja, se mantiene como un factor básico en una sociedad con raíces cada vez más heterogéneas. A ello se le suma por imperativo natural la cada vez mayor esperanza de vida de los nacidos en las últimas décadas y los fallecimientos crecientes de la población en edades más avanzadas.

Si se extrapolara este escenario de relativa jovialidad a las figuras de la primera línea política, una parte importante de los dirigentes quedarían encuadrados en el mencionado porcentaje del 68%. Aunque en la política la veteranía y la experiencia son un factor de peso en fricción con las nuevas bases, la tendencia más reciente lleva a las organizaciones políticas a renovar su imagen colocando caras jóvenes en la palestra. Si bien es cierto que tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado la edad media sube por encima de los 50 años por la presencia de representantes de considerable edad, las nuevas figuras que comandan algunos de los partidos actuales tampoco gozaron de cualquier conexión temporal con el franquismo. Son casos como los de Pablo Iglesias, Albert Rivera o Alberto Garzón, que junto con otros 23 millones de ciudadanos nacionales llegaron al mundo cuando en España ya estaba consolidado el sistema democrático actual.