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El año del Rey

La Razón
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Que este año iba a ser especial quedó claro desde el primer momento, cuando en el discurso de Navidad, Don Juan Carlos anunció su regreso inmediato a la vida pública, su buen estado de salud, y las ganas que tenía de seguir ejerciendo sus funciones como Jefe de Estado. La vida –la salud en este caso– le demostró bien pronto lo precipitado que había sido el regreso, y ya sin tantas cámaras y discursos ha seguido haciendo frente a sus deberes, como sus recientes operaciones se lo han permitido.

Pero si el Rey tenía tanta prisa por volver no era porque su hijo le estuviera amenazando con quitarle el trono, sino porque la situación política y los desafíos nacionalistas lo requerían. Además, estamos en año de elecciones y, como dijo San Ignacio de Loyola, en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza. Y es año de tribulación, al margen de los desafíos independentistas, porque en apenas unos días veremos a la Infanta Cristina declarar como imputada ante el juez Castro. Y eso hará daño a la institución. Es tiempo de tribulaciones porque su yerno, Iñaki Urdangarín, terminará previsiblemente condenado, aunque ya la opinión pública haya dictado también sentencia en el mismo sentido. Será también un año difícil porque, por mucho que nos digan que todo va a ir a mejor, siempre veremos que, cuando el ministro de Economía se da la vuelta, «manda a tomar por culo a la basurilla que le mete el dedo en el ojo». O que los impuestos no bajan y cada vez lo tenemos peor.

No va a ser éste un año especial a secas. Va a ser un año difícil con jota. Lo está siendo. Y necesitamos toda la ayuda y apoyo que podamos conseguir. Por eso, si miramos al año pasado, comprobaremos que el Príncipe, que hoy cumple 46 años, ha sido uno de los pocos personajes que ha sabido estar en su sitio, siempre que los aviones se lo han permitido. Ha tenido que representar a su padre, atender a sus tareas propias, parar los golpes que ha podido y, también, por supuesto, soportar los ataques que nunca pueden faltar a alguien que cumple con su deber. No me preocupa esto último. Al Príncipe parece que tampoco, sabe que va en el sueldo que le pagamos. Y tampoco se da la vuelta y dice basurilla a los que no le gustan.

Sí me sorprende algo más alguna campaña que veo arreciar sobre Don Felipe y que dispara donde más le duele a él: en su familia. Desde que se casó con la Princesa de Asturias son cíclicos estos ataques. Son patadas al Heredero en el culo de la Princesa por aquello de que podía haber elegido mejor y no sé cuántas cosas más. Doña Letizia está aguantando bien el chorreo, incluso cuando los ataques son tan injustos como desmedidos.

Sin embargo, la opinión pública parece haber distinguido ya lo que son los hechos de las campañas. Según una encuesta publicada por un diario, Don Felipe es el miembro de la Familia Real mejor valorado por los españoles después de Doña Sofía. Ambos tienen un respaldo similar de los ciudadanos: el Príncipe, el 66,4%, y la Reina, el 67%. Ésos son los datos reales publicados en enero de este mismo año, y que valoran algo tan sencillo como estar en su sitio: en su papel, cumplir con sus obligaciones, aguantar, servir...

Y también sabe el Príncipe que éste no es momento de hacer mudanza en la Jefatura del Estado. Ni una palabra ha salido de su boca en este sentido ni –me atrevo a decir– saldrá de ella a pesar de los transmisores de supuestos mensajes zarzueleros. Este año va a ser el año de Don Felipe porque va a ser el año del Rey. Así quiere Don Juan Carlos que sea y el Príncipe le va a seguir ayudando. No tengan ninguna duda.