Cataluña

El «Cupo» desatasca los Presupuestos

El Gobierno negocia ya las cuentas públicas de 2018 con el PNV y cuenta con el voto de los nacionalistas vascos si tras las elecciones catalanas cesa la aplicación del art. 155.

Aitor Esteban pasa junto a la vicepresidenta del Gobierno tras la votación del Cupo vasco en el Congreso de los Diputados
Aitor Esteban pasa junto a la vicepresidenta del Gobierno tras la votación del Cupo vasco en el Congreso de los Diputadoslarazon

El Gobierno negocia ya las cuentas públicas de 2018 con el PNV y cuenta con el voto de los nacionalistas vascos si tras las elecciones catalanas cesa la aplicación del art. 155.

La relación del PP con el PNV es de socios. Discrepan, mantienen las tensiones políticas que exige la coyuntura, pero hay confianza entre las dos partes, más, de hecho, que la que existe entre el partido de Mariano Rajoy y Ciudadanos (Cs), la formación que sostuvo la investidura del líder popular. En el Gobierno y en la dirección popular están convencidos de que el apoyo del PNV a los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2018 se podrá desbloquear de manera inmediata en cuanto se aclare la situación en Cataluña tras las elecciones autonómicas del 21-D y se retire el artículo 155. Así lo sostienen ministros y altos cargos de la dirección popular. «Las negociaciones nunca se han detenido. Están muy avanzadas y si después de las elecciones catalanas todo se calma sin 155, los Presupuestos saldrán adelante», aseguran fuentes populares. La negociación del Cupo y el Concierto económico tiene su revés en la negociación presupuestaria en Ajuria Enea, y son gestos que simbolizan lo que se cuece por debajo del rifirrafe más partidista.

Hay contactos abiertos, la relación es «buena», según fuentes populares, y «el único obstáculo» viene de Cataluña y de las dificultades que tiene el PNV para escenificar alianzas con el partido del Gobierno que ha activado el artículo 155 de la Constitución para intervenir esa comunidad autónoma en respuesta al desafío secesionista. La relación del lendakari, Íñigo Urkullu, con el presidente del Gobierno «funciona». Rajoy la ha mimado, como también el trato con el portavoz de los nacionalistas vascos en la Cámara Baja, Aitor Esteban. Y en la cúpula popular incluso son compresivos con la necesidad del PNV de marcar distancias con el Gobierno en estos momentos por la crisis secesionista, ya que compiten electoralmente con la izquierda abertzale. «Tienen necesidad de seguir sosteniendo determinados postulados doctrinales aunque en la gestión de su programa hayan optado por la posición más pragmática», afirman.

En el País Vasco el PNV cuenta con el PP como «costalero», y esta relación acaba de concretarse en un acuerdo presupuestario con bajada de impuestos; y en Madrid, en paralelo, Rajoy ha optado por seguir desarrollando todo lo pactado con el PNV después del consenso sobre los Presupuestos de 2017 y no entrar al trapo de las tensiones que los nacionalistas escenifican en el terreno público. Rajoy cumple y espera que el PNV pueda hacerlo también en el futuro para garantizar la continuidad de la Legislatura. Si no hay Presupuestos de 2018, su segundo mandato tiene ya fecha de caducidad, que incluso podría ser antes de las elecciones autonómicas y municipales de 2019. Rajoy no cree que le convenga que coincidan todos los comicios, demasiadas urnas, demasiadas papeletas a la vez y demasiado lío.

Dentro de este puzzle, la pieza que puede hacer que todo encaje, o que no, es el futuro Gobierno catalán. Las encuestas han dado lugar a que en los principales núcleos de decisión política se tenga en cuenta la posibilidad de que haya una situación de bloqueo. Esto alargaría la formación del nuevo Gobierno catalán, y mientras es muy difícil que el PNV pueda justificar políticamente que da a Rajoy el balón de oxígeno que necesita para ganar tiempo. El bloqueo catalán no preocupa en Moncloa porque haya miedo a que les obligue a adoptar decisiones relacionadas con el artículo 155 que les desgaste. Rajoy ya se cubrió las espaldas con el acuerdo de puesta en marcha de la intervención, ya que está previsto que siga en vigor hasta que se forme un nuevo Ejecutivo catalán. No necesita, por tanto, ni acudir al Senado a pedir permiso para renovarlo porque el 155 continuará vivo en tanto no sea investido otro presidente de la Generalitat. Y si la situación se alarga, el Gobierno seguirá el modelo que ha aplicado hasta ahora: mínima intervención para mantener la estabilidad y el funcionamiento de la Generalitat, pero con una gestión de puro trámite.

Otra cosa es cómo ese bloqueo pueda afectar a la continuidad de la legislatura a nivel nacional. O si el nuevo mapa de alianzas que cuaja en Cataluña repercute también en la estabilidad parlamentaria en Madrid. El PNV reconoció ayer que la negociación del cupo ha sido posible gracias al impulso político que le ha dado Rajoy, aunque se base en documentos técnicos.

Justo en el lado inverso de la ecuación está la relación del PP con Ciudadanos. Los de Albert Rivera no han amenazado con retirar su apoyo presupuestario a Rajoy, pero el protagonismo que Rivera ejerció durante la votación en el Congreso del blindaje del Concierto y del cupo vasco ha sentado a cuerno quemado en las filas populares. «Su sentido de Estado se mide en votos. El Concierto es el anclaje del País Vasco en España», advierten.