Cambios en el PP

El G-4 desaparece y los «sorayos» ganan peso

El círculo de la vicepresidenta saldría reforzado en la reestructuración del Gobierno tras la investidura. Los hermanos Nadal suenan con fuerza.

El G-4 desaparece y los «sorayos» ganan peso
El G-4 desaparece y los «sorayos» ganan pesolarazon

El círculo de la vicepresidenta saldría reforzado en la reestructuración del Gobierno tras la investidura. Los hermanos Nadal suenan con fuerza.

Saberlo, no lo sabe nadie. Especular, podemos hacerlo todos. Es la frase de varios ministros en funciones del «núcleo duro» y dirigentes del PP sobre los planes de Mariano Rajoy, si finalmente logra ser investido, para su nuevo Gobierno. En Moncloa se ha instalado la prudencia, dado que el presidente ha dado orden de silencio hasta el Comité Federal del PSOE. Sin embargo, algunas piezas se mueven y, pese al tradicional mutismo del líder gallego, en su entorno reconocen los tiempos difíciles que se avecinan, lo que exigirá una mezcla de continuidad y renovación. «Rajoy es un maestro del equilibrio», aseguran todos en el Ejecutivo y el PP. Según estas fuentes, el presidente tiene muy meditado su discurso de investidura, una vez que los socialistas salven sus profundas fisuras, y diseña un Gobierno con mayor peso político, afianzado en las reformas económicas y con mucha capacidad de diálogo. «Con aires de pacto», dicen gráficamente.

Mariano Rajoy ha sido el presidente de la democracia que menos cambios ha hecho en sus equipos. Lo que él denomina «ajustes» los ha practicado forzado por las circunstancias, como el caso de Ana Mato y su vinculación a la «Gürtel»; Alberto Ruiz-Gallardón y el tema del aborto; Miguel Arias Cañete por su marcha a Europa, Alfonso Alonso al País Vasco; o José Ignacio Wert a la OCDE en París, y el más emblemático, Ana Pastor, una autentica «pata negra del marianismo», a la presidencia del Congreso. El resto del «núcleo duro» ha seguido a su lado entre los llamados «sorayos», fieles a la vicepresidenta del Gobierno, y lo que empezó siendo el G-8, un grupo de ministros críticos con la número dos encabezados por García-Margallo y José Manuel Soria, disminuidos luego tan solo a cuatro (Margallo, Guindos, Pastor y Fernández,) en vías de extinción. «Se acabaron estas tonterías, aquí todos somos marianistas puros», zanja un colaborador cercano del presidente. Si algo repudia el gallego son las intrigas y batallitas de poder.

En los círculos próximos a Rajoy se da por hecho la permanencia de Soraya Sáenz de Santamaría y su equipo, una generación de profesionales altamente preparados en torno a los cuarenta años bajo la égida de la vicepresidenta. Ella es la auténtica «jefa de máquinas» del Gobierno. Como ministra de la Presidencia coordina los distintos departamentos, preside la Comisión de Secretarios de Estado, la Delegada para Asuntos Económicos en ausencia de Rajoy, y el Centro Nacional de Inteligencia. Además, dirige la estrategia parlamentaria entre Moncloa y el Congreso. La «Vicetodo» comparece todos los viernes tras el Consejo de Ministros y se ha enfrentado a la oposición en las sesiones de control la pasada Legislatura sin que su figura haya sufrido desgaste. Excelente parlamentaria, mantiene buenas relaciones personales con todos los grupos, algo de vital importancia en la actual etapa. En su equipo se integran un puñado de incondicionales que trabajan en la llamada «Ala oeste» de La Moncloa. Allí están su Jefa de Gabinete, María González Pico, varios juristas y economistas, dirigidos por Álvaro Nadal, y el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón. Sin olvidar a Jorge Moragas y Carmen Martínez Castro, claves en la agenda del Presidente. «Son los cerebritos», dicen algunos en Génova trece, sabedores del poder que acumulan. Ellos aseguran que sólo tienen tiempo para «trabajar y no intrigar». Componen la «fontanería» monclovita y controlan los entresijos de la Administración.

Precisamente Jorge Moragas y los hermanos Álvaro y Alberto Nadal suenan con fuerza para un nuevo Gobierno. El catalán Moragas es la sombra del presidente y ejerce como un verdadero ministro de Exteriores bis en todos los viajes y Cumbres internacionales de Rajoy, por lo que muchos le colocan como sucesor de José Manuel García-Margallo, el «verso suelto» del Gabinete. Hombre culto y amigo personal del presidente, sin pelos en la lengua, su locuacidad y verbo cáustico le han jugado malas pasadas y enfrentamientos con el epicentro de Moncloa y Génova trece. Aunque él no ha dicho una sola palabra sobre su futuro, otras fuentes indican que ambiciona la vicepresidencia económica, algo problemático por su mala relación con los «sorayos», que nunca disimula.

En el clan de los «sorayos» figura la ministra de Empleo Fátima Báñez, una gran y leal trabajadora, artífice de la Reforma Laboral, muy bien valorada por el presidente y con la cartera de Sanidad en funciones tras la marcha de Alfonso Alonso. Su papel será clave en el nuevo Gobierno ante las medidas laborales pactadas entre el PP y Ciudadanos que incluyen el contrato estable y reaviva el conflicto con el PSOE y los sindicatos. Su perfil dialogante con los agentes sociales la dan como fija en las quinielas, al igual que Rafael Catalá, en funciones en Justicia y Fomento. Pragmático, moderado, también con un perfil abierto y conciliador, ha logrado apaciguar un sector complejo como la Judicatura y el respeto de los sectores en un gigante de gestión como el Ministerio de Fomento tras la marcha de Ana Pastor y con quién ya trabajó como secretario de Estado.

La gran incógnita radica en el área económica y sus dos ministros, Luis de Guindos y Cristóbal Montoro. El primero ha jugado públicamente al despiste, aunque algunas fuentes aseguran que se postula para la vicepresidencia de Economía si Rajoy decide crearla. Es el hombre de España en Bruselas, ha evitado las sanciones del déficit y tiene estupendas relaciones con los eurócratas que mandan. Según sus colaboradores, Rajoy le debe una recompensa por «tragarse el marrón» del «caso Soria». Pero ello sería una humillación para Montoro, un histórico del PP que es el ogro del PSOE y C’s, pero goza de la plena confianza del presidente. En Moncloa admiten que es la gran duda de Rajoy, si mantiene la actual bicefalia entre Guindos y Montoro, o apuesta por un responsable único en Economía para donde también suena el nombre de Álvaro Nadal.

El ministro de Hacienda es un hombre polémico, con adeptos y detractores. Para los socialistas y C’s es «la bicha negra» del Gobierno por su política fiscal, despierta recelos en algunos «barones» regionales del PP y ha tenido desencuentros con otros ministros. «Está entre el fuego amigo y el incendio enemigo», dicen dirigentes del PP sobre Montoro. El presidente valora su esfuerzo, a pesar de las impopulares medidas. «Un ministro de Hacienda no está para ser simpático sino para servir al país», suele decir Cristóbal Montoro. Acerado parlamentario, ha tenido sonados enfrentamientos en el Congreso con diputados de la oposición, pero sus leales lo tienen claro: «Es el único que se sabe las cifras y pone firmes a los autonómicos». Siempre ha estado en el punto de mira, pero lo único cierto es que nadie le cesará y que decidirá su futuro directamente con Rajoy.

Respecto a Jorge Fernández, Rajoy le tiene en alta estima y es colaborador cercano de muchos años. Podría seguir en Interior o ir a Defensa, pero será el ministro quien decida su futuro. De la cartera de Defensa es segura la salida de su actual titular, Pedro Morenés, que ha manifestado su deseo de dejar la política. Sin embargo, seguirán en el Gobierno la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, una buena técnica bien conectada en Bruselas, y el de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, de dilatada carrera en la UE. Si finalmente Rajoy logra formar Gobierno, incorporará algunas caras nuevas. Entre ellas suenan con fuerza dos mujeres, María Dolores de Cospedal y Luisa Fernanda Rudi. La secretaria general del PP puede entrar en el gobierno para allanar el camino ante el Congreso del partido previsto para el año próximo y que será de auténtica renovación. En cuanto a Rudi, una histórica, ex alcaldesa de Zaragoza y ex presidenta del Congreso, Rajoy la valora mucho y le debe el sacrificio de haberse ido a Aragón en un momento muy difícil. Mujer seria, rigurosa y de carácter, algunos la ubican en Defensa o Interior, junto a Cospedal, que también suena para Industria.

En cuanto a la estructura propiamente del gobierno, algunas fuentes apuntan posibles cambios. Entre ellos, potenciar enormemente el área de turismo, auténtica joya del PIB español. En el sector han hecho llegar a Moncloa la necesidad de integrar esta Secretaría de Estado en Economía en vez de Industria, dado su gran impacto, o incluso la creación de un ministerio específico. Caso contrario es el de Sanidad, despojado de casi todas sus competencias y mero coordinador de las consejerías autonómicas. Rajoy podría decidir su absorción por otro Ministerio, tal como sucede con Cultura integrada en Educación. De cualquier modo, se desconocen los planes del presiente al respecto y todos en Moncloa se ciñen exclusivamente a la investidura.

Con trescientos días de Gobierno en funciones, Mariano Rajoy afronta su Legislatura más áspera en minoría, siempre y cuando la investidura salga adelante. En Moncloa son muy prudentes hasta el Comité Federal del Partido Socialista, pero admiten otro tono bien distinto tras la dimisión de Pedro Sánchez, con quien la comunicación era imposible. Con el presidente de la gestora, Javier Fernández, el diálogo es «serio y fluido», aunque son conscientes de las dificultades. De momento Cristóbal Montoro, a expensas de su futuro, trabaja ya en la primera prueba de fuego: los Presupuestos Generales del Estado que «nos harán sudar tinta», en palabras de diputado del grupo popular. Si finalmente los socialistas optan por una fórmula de abstención, en el PP atisban después una oposición demoledora. Ganas y esfuerzo no les faltan y aguardan ese nuevo Gobierno que conjugue experiencia, continuismo y renovación. Con un diálogo permanente, día a día. Como dice un ministro «pata negra», de los que parece repetirá, hay que templar y lidiar con «finezza». O sea, «la ideología aparcada y el pacto en el bolsillo».