Podemos

El informe interno de Podemos que Iglesias desoyó

Tras el último barómetro del CIS, un análisis alertaba de los peligros de mantener un tono bronco en el debate de la moción

Irene Montero y Pablo Iglesias en sus escaños del Congreso durante el debate de la moción de censura contra Mariano Rajoy de la semana pasada
Irene Montero y Pablo Iglesias en sus escaños del Congreso durante el debate de la moción de censura contra Mariano Rajoy de la semana pasadalarazon

El pasado 9 de mayo el CIS publicaba un estudio de intención de voto que disparó las alarmas en Podemos: después de cosechar su peor resultado en octubre, los socialistas no dejaban de subir en intención de voto hasta llegar a superar, aunque solo por dos décimas, a los de Iglesias. Fue ese sondeo, y la tendencia de meses que parecía demostrar, lo que provocó que en el partido morado circulara un análisis que alertaba de la imposibilidad material de seguir creciendo electoralemente entre los menores de 35 años y en el terreno ideológico situado a la izquierda del PSOE. Este análisis de la situación aconsejaba la moderación «en las formas y en el fondo» de cara a la puesta en escena de la moción de censura, que estaba en aquel entonces en trance de registrarse. Como pone de manifiesto la actitud del secretario general durante el cara a cara con Rajoy y el resto de grupos parlamentarios, Iglesias optó por mantener su estilo en la que consideraba la presentación de su candidatura de cara al próximo ciclo electoral. Sólo hubo un cambio de estrategia: el ataque indiscriminado al PSOE dejó paso a una actitud más abierta al acuerdo con la nueva dirección socialista.

Aunque aun está por ver la factura que Iglesias tendrá que pagar por su decisión estratégica, es a posteriori cuando ha quedado patente que parte de la motivación que le llevó a enrolarse en la aventura de la moción era de índole interna: con una huida hacía delante se pretendían tapar las heridas abiertas que había dejado la lucha fraticida que culminó con la derrota de los errejonistas en Vistalegre II y la reestructuración de la dirección de Podemos que siguió, un proceso que supuso en la práctica el desmantelamiento de buena parte de los equipos humanos que habían llevado hasta el momento el pulso de la actividad del partido.

En efecto, aunque de puertas afuera el cambio de Montero por Errejón no pareció especialmente traumático en la portavocía del partido, fuentes del partido aseguran que la decisión de Pablo Iglesias de sustituir a quien fuera en buena parte el arquitecto intelectual de Podemos por Irene Montero no fue entendida en amplios sectores del partido y sobre todo en las bases. El motivo principal de las críticas, en cualquier caso, no fue el hecho de que se tratarse de la pareja del secretario general, aunque es indudable que, si algo análogo hubiera pasado en el PP, en el PSOE o en Ciudadanos, la militancia de Podemos habría calificado la situación como muestra de la «endogamia» y el «nepotismo» propio de «la casta».

Sea como fuere, el escepticismo que generó la designación de Montero tenía como principal causa el hecho de que en aquel entonces la trayectoria de esta joven diputada de 29 años no aseguraba que pudiera mantener el nivel del desempeño en su puesto de Íñigo Errejón, artífice, junto a Iglesias, de la meteórica aparición del partido morado desde 2014. Todos estos escepticismos se esfumaron en el aire durante las más de dos horas en las que la madrileña defendió la moción de censura en el Congreso de los Diputados. La defensa de la moción despejó cualquier duda que pudiera existir y tuvo momentos de intensidad en los que Montero llegó incluso a superar al propio Iglesias. Desde cualquier punto de vista supuso el bautismo de fuego de la portavoz de Podemos.

Si bien es cierto que de puertas para afuera los objetivos que Iglesias se había marcado para la moción no se materializaron , no cabe duda de que en clave interna el «show» parlamentario ofrecido por el tándem Iglesias - Montero ha tenido un resultado satisfactorio hasta el punto de que apenas se escuchan voces criticas, el liderazgo ha salido reforzado y hasta los propios errejonistas coinciden en que la portavoz estuvo a la altura de una cita calificada internamente como «histórica». Y para redondear la representación, la mención del portavoz popular Rafael Hernando a la relación sentimental de los dos principales líderes de Podemos, terminó de provocar que las filas del partido morado se cerraran en torno a la dirección.

La sustitución de Íñigo Errejón –artífice junto a Pablo Iglesias de la meteórica irrupción de Podemos en la escena política en 2014– por Irene Montero en la portavocía del Congreso de los diputados levantó críticas internas en el partido que la intervención de la diputada durante el debate ha acallado.

De puertas para adentro, perviven focos de tensión en Podemos: Compromís fue desleal pidiendo a Iglesias que retirara la moción y los Anticapitalistas publicaron un comunicado en el que apoyaban el referéndum ilegal desmarcándose de la postura oficial de la dirección del partido.