Nacionalismo

«El “procés” hace agua por todas partes»

La «guerra sucia» entre ERC y el PDeCAT trae consigo la sombra de unas nuevas elecciones. Puigdemont, cada vez más aislado, no se rinde y fuerza una firma pública del referéndum con todo el Govern y las formaciones secesionistas.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el vicepresidente, Oriol Junqueras
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el vicepresidente, Oriol Junqueraslarazon

La «guerra sucia» entre ERC y el PDeCAT trae consigo la sombra de unas nuevas elecciones. Puigdemont, cada vez más aislado, no se rinde y fuerza una firma pública del referéndum con todo el Govern y las formaciones secesionistas.

La guerra sucia está abierta y las tensiones soterradas entre el PDeCAT y Esquerra Republicana son ya un clamor. Las declaraciones del secretario de organización convergente, David Bonvehí, grabadas sin su permiso, han sido la última gota que colma el vaso. Si en su día ERC culpó a Convergència de filtrar las explosivas opiniones del juez Santi Vidal, ahora son los dirigentes del PDeCAT quienes ven una mano negra republicana para hacer públicas las manifestaciones de Bonvehí defendiendo un candidato «autonomista» si el proceso independentista fracasa. La tensión es enorme y las grietas dentro del bloque soberanista irreversibles. Las presiones judiciales y el fracaso del viaje de Carles Puigdemont a Estados Unidos agravan la división en el Govern y alejan la celebración de la consulta. Entre acusaciones mutuas, fuentes de ambos partidos reconocen la sombra de unas elecciones y coinciden: «El “procés” hace agua por todas partes».

Pero el presidente de la Generalitat no se rinde. Según ha sabido este periódico, en la cumbre celebrada la pasada semana a la que asistieron Oriol Junqueras y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, Carles Puigdemont elevó el órdago y forzó celebrar una firma pública del referéndum con todo el Govern y los partidos soberanistas. Varios consejeros y dirigentes del PDeCAT se negaron en rotundo por temor a una inhabilitación que a Puigdemont no le afectaría, dado que ya ha expresado su intención de no ser candidato. Mientras la cúpula convergente estima que deben prepararse para todos los escenarios si el «procés» fracasa, ERC y los radicales de la CUP les acusan de trabajar sólo bajo intereses electorales de su partido y no para la consulta. En las filas republicanas cunde ya la sensación de ruptura con su socio de gobierno y se preparan para unos comicios en solitario con las encuestas a su favor.

El envenenado escenario es el siguiente: Puigdemont está cada vez aislado en su deriva independentista como lo demuestra el hecho de que varios de sus consejeros como Santi Vila, Jordi Jané y Meritxell Borrás son los menos proclives al referéndum y, mucho menos, a firmar órdenes públicas para su celebración por temor al Tribunal Constitucional. La reciente inhabilitación de Francesc Homs, quien hubo de dejar su escaño en el Congreso como portavoz, está muy presente. Tampoco en la nueva cúpula del PDeCAT son muy proactivos, como los demuestran las declaraciones de sus dos máximos dirigentes, Marta Pascal y David Bonvehí. Este último, durante la comida celebrada en Manresa con militantes que fue grabada clandestinamente, aventuró incluso el nombre del candidato autonomista: el conseller de Cultura, Santi Vila, uno de los menos radicales independentistas y con buenas relaciones en Madrid.

En una reciente reunión sólo con los consejeros del PDeCAT, Puigdemont les exigió su nivel de compromiso para firmar públicamente la convocatoria del referéndum. Algunos de los asistentes admiten que apostaron por seguir adelante, pero rechazando ese acto por escrito que les conduce inevitablemente a la inhabilitación. La tensión llegó hasta que el propio presidente invitó a dejar su cargo a quienes se niegan: «Nos abrió la puerta de salida», asegura uno de ellos. La fractura no es tampoco menor en el grupo parlamentario de Junts pel Sí, dónde los republicanos acusan a los convergentes de dinamitar la coalición, algo que estos devuelven a ERC puesto que es el partido más interesado en acudir en solitario a unas elecciones con el viento a favor. La desconfianza entre el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el líder republicano, Oriol Junqueras, crece por momentos entre acusaciones mutuas de enturbiar «el procés», filtraciones interesadas y torpedeos continuos.

Por si fuera poco, las declaraciones de la número dos de Esquerra, Marta Rovira, anunciando un equipo de «parados» en la celebración de la consulta, provocó un enorme enfado en el Govern. Su portavoz, Neus Munté, mantuvo una sonora discusión con Rovira en los pasillos del Parlament: «Casi llegan a las manos», afirman varios diputados. Según fuentes republicanas, los convergentes han pedido a sus parlamentarios que rompan la disciplina de voto dentro de Junts pel Sí en algunos temas, lo que hace sospechar a ERC y la CUP la sombra de unas elecciones. Los antisistema cuperos, partido que sostiene los presupuestos de la Generalitat, ya ha avisado de una «guerra total en la calle» si no se celebra el referéndum. El PDeCAT está en una callejón sin salida y aspira a marcar «perfil propio» en caso de nuevos comicios y el fracaso de la consulta. Así lo revelen las declaraciones de Bonvehí con los militantes en Manresa.

La batalla sucesoria ha empezado en Convergència. Carles Puigdemont se ha autodescartado y es muy criticado dentro del partido por el sonoro ridículo de su viaje a Estados Unidos, que se saldó con el comunicado diplomático de «Una España». Artur Mas está inhabilitado. Y los nombres de Santi Vila, Marta Pascal, Neus Munté o Carme Conesa empiezan a circular. Los propios sondeos que obran en poder del partido otorgan un descenso al independentismo, lo que facilita opciones más catalanistas alejadas del separatismo. Aunque públicamente todos mantienen la hoja de ruta del «procés», la joven cúpula admite en privado la necesidad de «adaptarse a lo que venga». En definitiva, que el PDeCAT elegirá un candidato o candidata a medida según el escenario, aparcando las promesas de una República Catalana y virando las tesis separatistas al nacionalismo de antiguo para optar a la pugna por el poder. La ausencia de una fuerza catalanista de centro deja en el aire muchos votos de la antigua CiU, que podrían ir al PSC, Ciudadanos e incluso al PP.

El tiempo corre en medio de los dos objetivos de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. El presidente de La Generalitat quiere un solemne acto con la firma pública del referéndum, a lo que sus consejeros se niegan por miedo al acoso judicial. También para Oriol Junqueras sería la inhabilitación un golpe tremendo en su eterna aspiración de ser presidente, lo que vaticinan todas las encuestas. Por ello, la estrategia de Junqueras es forzar la convocatoria de elecciones autonómicas y culpar de paralizar la consulta a Puigdemont. Este juega con ventaja, ya que la potestad de convocar el referéndum corresponde al presidente de la Generalitat y, aunque sólo sea con un día de diferencia, la suspensión del Tribunal Constitucional sería inmediata. El as de Puigdemont es la consulta, inhabilitar a Junqueras y marcharse a su casa. Para el republicano las elecciones sin referéndum son su única salvación.

Así pues, las espadas están en alto. En el Palau y en ERC ya no ocultan los recelos mutuos y el tiempo se acaba. Puigdemont quiere convocar a toda costa el referéndum sin importarle las consecuencias penales, que sí son letales para sus consejeros y Oriol Junqueras. En La Moncloa observan al detalle el espectáculo fracturado del bloque soberanista. Y en el PDeCAT aguardan como agua salvadora este domingo de resurrección tras, en palabras de algún dirigente, «Una semana de auténtico vía crucis».