Izquierda abertzale

El pueblo de Otegi ahora vota a Podemos

Elgoibar vive en silencio su preferencia por el partido de Iglesias: ni sede ni carteles, y si se pregunta por algún votante parece que se tratara de fantasmas.

El cartel de Otegi como candidato, pese a estar inhabilitado, permanece visible en el local de Bildu en Elgoibar
El cartel de Otegi como candidato, pese a estar inhabilitado, permanece visible en el local de Bildu en Elgoibarlarazon

Elgoibar vive en silencio su preferencia por el partido de Iglesias: ni sede ni carteles, y si se pregunta por algún votante parece que se tratara de fantasmas.

Podemos ganó dos elecciones generales en el País Vasco, pero sus siglas y sus candidatos no tienen presencia real en pueblos vascos en los que fueron segunda fuerza política, como Elgoibar. Allí da la impresión de que estamos en el feudo electoral de Arnaldo Otegi, a pesar de que en las últimas elecciones generales EH Bildu fue sólo la tercera fuerza, con 1.097 votos, frente a los 1.834 del PNV y los 1.337 de Podemos. Al preguntar en las terrazas de los bares y en la calle en Elgoibar si conocen a algún vecino votante, simpatizante o que tenga alguna relación con Podemos, parece que hablamos de fantasmas. Nadie conoce a nadie relacionado con la fuerza política que arrasó en las últimas elecciones en Guipúzcoa, en las que Podemos obtuvo 104.566 votos, frente a los 69.828 de EH Bildu. Tampoco hay ningún cartel electoral de la que fuera en las últimas elecciones generales la primera fuerza política de Guipúzcoa. Ni siquiera una sede a la vista. El candidato de casa allí es Arnaldo Otegi.

En la plaza del Ayuntamiento de Elgoibar, donde a media tarde se reúnen los vecinos en las terrazas del Jai Alai y de la Mahats Vinoteca-Ardotegia, hablar de política es hablar de Otegi. Sólo hay dos planteamientos públicos: o yo no sé de política o es una injusticia que Otegi no pueda presentarse como candidato a lendakari. La condena por integración en organización terrorista no sale en la conversación. Unos dicen que «es quien ha llevado el proceso de paz en Euskal Herria», otros que «los jueces deberían ser más imparciales». Los que hablan reproducen a retazos el discurso político del entorno etarra, que intenta convencer a sus acólitos de que una sentencia judicial es antidemocrática, con la misma machacona insistencia con la que proclama que es injusto que los presos de ETA –tengan los muertos que tengan a sus espaldas– permanezcan en las cárceles.

Arnaldo Otegi sigue siendo candidato a lendakari en el local que EH Bildu ha habilitado en la plaza del mercado de Elgoibar para la campaña electoral. Como tal figura en el cartel en el que aparece arropado por las candidatas por Guipúzcoa, Maddalen Iriarte, por Vizcaya, Jasone Agirre, y por Álava, Miren Larrión. Y es su foto la que ocupa toda la pared frontal de la sede acristalada a pie de calle, donde, en una jaula de pájaro se exhibe la bandera blanca con la silueta de Euskal Herria en negro con la que hace ya muchos años se pide en balcones de Guipúzcoa el regreso a casa de los etarras presos. Es como si el Tribunal Constitucional nunca hubiera considerado que ni la Junta Electoral de Guipúzcoa, ni el Juzgado número dos de lo Contencioso Administrativo de San Sebastián vulneraron ningún derecho al declarar «inelegible» a Arnaldo Otegi, por su condena de inhabilitación para el sufragio pasivo hasta 2021. En el pueblo del que Otegi salió por primera vez en 1977 para huir a Francia porque la Guardia Civil le buscaba por su pertenencia a ETA EH Bildu centra en él la campaña.

Las señoras mayores que, arregladas a las siete de la tarde, van a misa en Elgoibar, conocen perfectamente el pasado de Otegi y comentan con naturalidad que «es una pena que no le dejen presentarse como candidato a lendakari». «Es mi vecino y le aprecio mucho», dice Lidia, antes de entrar en la iglesia. Son los vecinos de más edad los que más apoyan a Otegi en Elgoibar. Las madres con niños que frecuentan la plaza del Ayuntamiento y otras colindantes, como la denominada Plaza de los Derechos Humanos, dicen que están ocupadas con ellos y no pueden hablar.

Otros que ni siquiera dominan el castellano –Elgoibar es un municipio industrial donde hay inmigrantes que trabajan en las empresas de maquinaria– comentan que «Otegi muy bien». Un único vecino, entre decenas de ellos, dijo que no le gustaba, pero que no iba a hacer ningún comentario más. Lo políticamente correcto en el pueblo es decir que les parece una injusticia que Arnaldo Otegi no pueda presentarse como candidato a lendakari. El discurso de los vecinos es agresivo, pero no el tono. «Estamos acostumbrados a la represión española», dijo uno sin la hosquedad con que en otros tiempos se respondía a la prensa en la mayoría de los pueblos de Guipúzcoa.

En estos momentos en Elgoibar nadie piensa en organizar protestas por la inelegibilidad de Otegi. La campaña sigue como si fuera candidato. En un corcho en la fachada de la Usua Kafetegia se exhibe una única foto de Otegi. Ni un solo cartel electoral más, ni siquiera la imagen de Iñigo Urkullu, a pesar de que es el PNV quien gobierna esta localidad guipuzcoana. El rostro del lendakari se exhibe, no obstante, en la sede del PNV. De quien no hay en el pueblo ningún retrato es de la candidata de la teórica segunda fuerza del municipio, Pili Zabala. Quizás nadie se atreve a rivalizar con Otegi en su pueblo natal, donde el mundo que siempre protegió a ETA ha abandonado algunas de sus prácticas tradicionales, como los carteles de apoyo a los presos. Los letreros que indican la venta de locales y de pisos parecen haber tomado el relevo del movimiento político.