La amenaza yihadista

Erradicar la financiación del wahabismo

La Razón
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Los atentados de Cataluña han puesto de nuevo en la agenda la necesaria globalización de la lucha antiterrorista. Existe, pero se centra principalmente en la seguridad, y, siendo indispensable, está lejos de ser suficiente. Tenemos que ir más allá, analizar los problemas en función de los contextos nacionales y regionales y señalar las responsabilidades, allá donde existan.

En España la célula terrorista estaba compuesta por jóvenes que habían crecido en territorio español, algunos incluso han nacido allí. El líder de la banda no era otro que un imán amenazado con la expulsión desde 2015. Sería fatal no hacer las preguntas reales, aunque molesten. La primera se refiere al islam radical, que se instala en la calle a través de mezquitas o asociaciones caritativas que sustituyen al Estado ante las crecientes necesidades sociales, y acerca a los jóvenes a la perdición. Juega sobre las cuestiones identitarias para «alistarlos». Los imanes transmiten el mito fantasmagórico de Andalucía en suelo español en una ceguera incomprensible.

Durante mucho tiempo los gobiernos de España han cerrado los ojos sobre la financiación de los países del Golfo de un islam wahabita que ha atravesado las mezquitas y asociaciones dirigidas por seguidores de esta corriente religiosa, la más que la matriz del yihadismo. Sin embargo, España, una verdadera democracia, no ha renunciado a dotarse de un arsenal legal que le permita luchar contra la raíz del mal. Es decir, el wahabismo que se nutre de la falta de integración de los jóvenes migrantes, «almacenados» en los guetos urbanos. En Marruecos, por el contrario, se está haciendo un esfuerzo sostenido para controlar el campo religioso. Apoyado en la institución del comando de los creyentes, permite a la monarquía ser garante del rito malekita, una rama conocida por su pacifismo y el realismo sobre la evolución del mundo.

A pesar de esto, el número de células desmanteladas en Marruecos y las cifras de los combatientes en las zonas de Irak y Siria son angustiantes. La debilidad de Marruecos reside en su sistema educativo en sentido amplio y en el grado cero de las políticas. El rey Mohammed VI también ha elaborado una acusación contra los partidos políticos que no desempeñan ningún papel de supervisión ni política, ni social. Los jóvenes en las zonas marginadas donde las necesidades son enormes, son abandonados sin estructuras socio educativas, culturales o deportivas. La fragilidad social, la falta de perspectiva personal o colectiva, la falta de educación, son rasgos comunes entre los radicalizados en Marruecos y los de la emigración.

El Estado islámico está abandonando su estrategia de ocupación urbana. Es costoso en un esfuerzo de guerra. Esto significa volver a la estrategia de Al Qaeda, un terrorismo que afecta a todo el mundo, a veces a través de células, a menudo a través de individuos aislados difíciles de detectar antes de que pasen a la acción.

Los nuevos modos de atentar con vehículos o cuchillos son tácticas «low cost». Alquilar un coche o robarlo, está al alcance de cualquiera. Lo vimos en Barcelona y antes en Niza o Manchester. Estos actos abominables pueden ser muy asesinos. La respuesta aquí también debe ser legislativa. Restringir las libertades individuales para garantizar mejor la seguridad ya no es un debate o una elección, sino una necesidad ante el terrorismo ciego y bárbaro.

El otro gran cambio es lo que está sucediendo en África. La falta de perspectivas democráticas, el desarrollo, y el resurgimiento de los conflictos étnicos, alimentan la rápida radicalización del islam africano en general y de los jóvenes en particular. Boko Haram es sólo la expresión más visible de esta radicalización. Este es un peligro real para Europa, en particular para España, porque pueden utilizar los canales de emigración clandestina. Una vez más debemos hacer la pregunta molesta, la de las fronteras europeas. Los terroristas tienen libertad de movimiento tan pronto como están en suelo comunitario.

Frente a todas estas mutaciones, la cooperación internacional debe adoptar nuevas formas. Europa no puede ignorar el hecho de que el desarrollo de África, más allá del aspecto económico, es la base de su propia estabilidad en un futuro próximo. La lucha contra el pensamiento yihadista llama a los Estados, pero también a los intelectuales, que, sin ceder a la islamofobia, deben contribuir al surgimiento de un actualización del islam. Por último, en el frente de la seguridad, la visión francesa que propone la creación de una fuerza africana no ha logrado recaudar los fondos necesarios de los países europeos. Otro egoísmo ciego que privilegia las cuestiones presupuestarias, frente a los riesgos de inestabilidad.

El futuro nos dirá cuál será el coste de este error de apreciación al mismo tiempo que todo el mundo habla de globalizar la lucha contra el terrorismo.