Caso Nóos

Esperanza en el calvario

El reconocimiento de la inocencia de Doña Cristina es la primera buena noticia en estos años en los que ha contado con el cariño de los Reyes Eméritos a los que ha seguido unida

La infanta Doña Cristina, en el momento que declaró ante el juez por el «caso Nóos» en Palma
La infanta Doña Cristina, en el momento que declaró ante el juez por el «caso Nóos» en Palmalarazon

Ayer se abrió para la Infanta Cristina un pequeño claro entre las densas nubes que cubrían su horizonte al conocer por primera vez una noticia positiva desde hace seis años, cuando en el otoño de 2011 saltaron a los medios de comunicación las primeras informaciones que involucraban a su marido, Iñaki Urdangarín, en una serie de actividades de dudosa legalidad llevadas a cabo por el Instituto Nóos. En ese momento empezó para la hermana del actual monarca e hija de los anteriores Reyes de España un camino de espinas que borró de un plumazo la imagen idílica de una familia feliz, la que formaba con su marido deportista, un hombre atractivo y volcado con ella, y que se completaba con cuatro hijos altos, rubios y maravillosos. El espejo que recogía y proyectaba esa imagen ideal se rompió en mil pedazos que saltaron por los aires sin control alguno.

A pesar de todos los inconvenientes, de las piedras que se ha encontrado en el largo camino recorrido desde aquel otoño, del drama familiar desencadenado en el seno de la Familia Real a consecuencia de la tormenta mediática y social que se formó en torno al comportamiento de su marido, ayer se entrevió por fin para ella un débil rayo de esperanza al ser absuelta de los cargos que se le imputaban y alejar la sombra de la pena de prisión que la amenazaba. La Infanta Cristina de Borbón y Grecia expresó su satisfacción por el reconocimiento de su inocencia. Lo hizo a través de su abogado defensor, Miquel Roca, quien manifestó a continuación a los informadores que la Infanta se mostró al mismo tiempo disgustada por la condena de su marido, que ella considera injusta porque siempre ha creído, cree y seguirá creyendo en la inocencia de su esposo. Por fin, después de ver cómo era imputada en el sumario de Nóos y terminar en el banquillo de los acusados por el empecinamiento de la abogada de un seudo sindicato de extrema derecha, cuyo máximo representante fue a la cárcel acusado de intento de extorsión, la Infanta Cristina pudo comprobar ayer que había quedado libre de culpa alguna de carácter penal.

Ha sido, sin duda, una muy buena noticia para ella a pesar del poso que ha dejado en su interior el saber que su marido tiene pendiente una pena sobre su cabeza.

Durante todo el tiempo que ha durado su calvario, en cuyo recorrido ha sufrido enormemente, Cristina de Borbón ha tenido la fortuna de contar todo el tiempo con el apoyo inestimable de su madre y de su hermana, la Infanta Elena. La Reina Sofía no ha dejado sola ni un solo momento a su hija aún sabiendo el riesgo que corría de ser criticada por otros miembros de su familia y por los medios de comunicación que cometieron la osadía de condenar la presencia de la Reina emérita junto a todos los integrantes de la familia Urdangarín Borbón en sus momentos de más aislamiento. Doña Sofía no ha dejado de visitar en esos largos años a su hija y a sus cuatro nietos en los lugares donde han ido viviendo en los últimos tiempos y no ha faltado a los cumpleaños de Juan, Pablo, Miguel e Irene Urdangarín al igual que lo hubiera hecho cualquier otra abuela. Es verdad que dentro del núcleo de la Familia Real, a la que doña Cristina ya no pertenece desde la proclamación de su hermano como nuevo Rey, la relación con don Felipe y doña Letizia ha sido la que más se ha deteriorado ya que cualquier gesto de connivencia con ellos se hubiera visto como una actitud de tolerancia hacia la conducta de su marido. Pero con su padre, el Rey Juan Carlos, los vínculos no están rotos y prueba de ello es que doña Cristina visita Zarzuela cuando viene a Madrid, algo que hizo la pasada semana.

También han sido los años muy duros para sus relaciones con la incontable legión de amigos con los que contaban en los tiempos felices, muchos de los cuales les hicieron el vacío, especialmente en Barcelona, cuando volvieron de Estados Unidos. Pero, como suele suceder en estos casos, los amigos de verdad de la pareja ha seguido estando junto a ellos y no los han dejado solos.

La incógnita está ahora en el futuro que espera a la Infanta y a sus hijos si finalmente Iñaki tiene que entrar en la cárcel. Doña Cristina defiende su inocencia, y lo seguirá haciendo. Todavía hay que esperar a lo que finalmente decida el fiscal Pedro Horrach y, en cualquier caso, habrá que esperar a que el Tribunal Supremo confirme o modifique la sentencia después de examinar los recursos que se presentarán en las próximas semanas. La suerte, en cualquier caso, está echada. Y por encima de cualquier otra circunstancia está la más que demostrada voluntad de doña Cristina de permanecer junto a su marido, el, padre de sus hijos, aquel joven del que se enamoró sin remisión hace más de dos décadas en los Juegos Olímpicos de Atlanta y al que prometió ante el altar de la catedral de Barcelona hace casi veinte años estar al su lado en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza todos los días de su vida... Hasta que la muerte los separe.