Elecciones catalanas

Ferraz avisa a Iglesias: «El 22-D será Pedro quien marque la estrategia»

«El efecto Iceta impulsa a Pedro Sánchez en España y hunde las aspiraciones de Iglesias de dar el “sorpasso”». Aseguran en el socialismo que espera tomar el mando en el Congreso si se confirman las encuestas y la caída de los Comunes

Iglesias, durante el mitin de Podemos en Barcelona el pasado sábado
Iglesias, durante el mitin de Podemos en Barcelona el pasado sábadolarazon

«El efecto Iceta impulsa a Pedro Sánchez en España y hunde las aspiraciones de Iglesias de dar el “sorpasso”». Aseguran en el socialismo que espera tomar el mando en el Congreso si se confirman las encuestas y la caída de los Comunes.

Cataluña es un punto de inflexión en la pugna de la izquierda. «El efecto Iceta impulsa a Sánchez en España y hunde las aspiraciones de Iglesias de dar el sorpasso», apuntan en la sala de máquinas socialista señalando al pulso que Iglesias planteó al PSOE desde 2015. Todo apuntaba a que Iglesias iba a dar la puntilla a un PSOE en zozobra, pero la vuelta de Sánchez al liderazgo socialista, su firme posición ante el 155 y su sólida alianza con el PSC, han convertido a Iglesias en el cazador cazado. Cataluña decanta este pulso «porque Podemos se ha quedado sin discurso». El PSC aumenta su representación y lo hace a costa de un Podemos desaparecido en Cataluña y de unos Comunes que registrarán un peor resultado que en 2015. Estas previsiones, sustentadas por todas las encuestas, ponen en jaque a las aspiraciones, y la estrategia, de Iglesias y dejan a Pedro Sánchez el liderazgo de la izquierda española. Y no sólo por los resultados de Cataluña, que significan un revulsivo para el PSOE, sino porque el discurso de Pablo Iglesias ante la independencia le está pasando una costosa factura en las próximas elecciones españolas.

Los socialistas catalanes no mejoraban resultados desde las generales de 2008, cuando Carme Chacón barrió a todos sus adversarios. Desde entonces, el PSC y, por ende, el PSOE han pasado por un verdadero vía crucis perdiendo todas y cada una de las contiendas electorales. En 2015, Miquel Iceta se presentó para «salvar los muebles». Su único objetivo era no ser irrelevante. Obtuvo 16 diputados, el peor resultado de la historia, que tuvo un efecto balsámico porque todas las encuestas lo dejaban por debajo de los 10 diputados. Y, sobre todo, evitó el «sorpasso» de Catalunya Sí que es Pot, la marca blanca con la que Podemos se presentaba de la mano de Iniciativa per Catalunya y sin el apoyo de Colau. Meses después, en las generales, los socialistas seguían salvando muebles y fueron derrotados, en las dos convocatorias, por los Comunes de Ada Colau e Iglesias. Esta derrota tuvo una consecuencia inmediata: la derrota en Cataluña lastró la alternativa Sánchez a presidir el gobierno de España.

Pablo Iglesias lo puso de manifiesto poniendo en marcha una estrategia de acoso y derribo de Pedro Sánchez. Todavía resuenan los ecos de aquella rueda de prensa del líder morado en la que detallaba el gobierno que debía formar el PSOE si quería su apoyo. No se lo dio en aquella moción de investidura que el líder socialista intentó, tras hacer Mariano Rajoy un «pasapalabra». En la repetición electoral, Sánchez volvió a perder fuelle y acosado desde dentro de su propio partido, presentó su dimisión por negarse a apoyar la investidura de Rajoy. El PSOE entra entonces en barrena. Crisis interna y celebración de primarias. Sánchez se presenta, contra pronóstico, y gana, también contra pronóstico, de forma clara a su oponente, Susana Díaz, y vuelve a tomar las riendas del PSOE. Iglesias trata de influir en estas primarias presentando una moción de censura que fracasa estrepitosamente y tras el triunfo de Sánchez se afana a intentar de nuevo su operación «echar a Rajoy». Sánchez pone sordina a esta petición y frena las aspiraciones de Iglesias porque tras las primarias, el PSOE recupera terreno en las encuestas. Para los socialistas se abre un nuevo escenario en el que no están dispuesto a dejarse arrastrar por los Comunes.

El desafío independentista también se juega en el tablero español. Sánchez e Iceta firman la «Declaración de Barcelona» en la que se unifica la posición del socialismo español y catalán: reforma federal de la Constitución y oposición total al derecho a decidir y a las veleidades separatistas. De esta forma, el nuevo liderazgo socialista marca una posición claramente constitucional cerrando filas con Ciudadanos y Partido Popular. Pablo Iglesias y los Comunes de Ada Colau y Xavier Domènech –que ya habían hecho una OPA a Catalunya Sí que es Pot liderada por Iniciativa per Catalunya y Podemos– apuestan por la equidistancia: «Ni 155, ni Declaración Unilateral de Independencia», apostando por un utópico referéndum pactado. Empezaban a cavar su tumba política. En el mes de septiembre, los Comunes mantienen su equidistancia teórica que, en la práctica, es una alianza con el independentismo. Colau favoreció a los independentistas en el referéndum del 1 de octubre, mantuvo una posición tibia con la DUI del 27 de octubre y echa al PSC del gobierno municipal, el mayor error estratégico de los Comunes y el mejor argumento para los socialistas. La posición de la alcaldesa de Barcelona nada tenía que ver con el papel de su grupo parlamentario con Lluís Rabell y Joan Coscubiela al frente. Por esos días, Albano Dante Fachin, el líder de Podemos, ya empieza a dar muestras de sus posiciones antisistema más cercanas a la CUP –partido al que votará– que a Podemos. Para colmo de males, Carolina Bescansa, fundadora de la formación morada, presenta un informe muy crítico con Iglesias, al que acusa de «hablar más para los independentistas que para los españoles».

Los socialistas resisten los ataques de Podemos. Sánchez negocia en primera persona con Rajoy el 155, y se convierte –a través de Miquel Iceta y José Montilla– en mediador ante Puigdemont, intentando convencer al presidente catalán de que convoque elecciones. Tras el fracaso de estas gestiones, con Iñigo Urkullu, el lendakari vasco a la cabeza, Sánchez e Iceta apoyan el 155 y aguantan un duro ataque de Podemos y los independentistas contra sus alcaldes, por negarse a facilitar la farsa del referéndum del 1 de octubre.

Tras todas estas tribulaciones, las encuestas dejan a los Comunes en el ostracismo y a Pablo Iglesias en puertas de una crisis. Joan Herrera, el líder de Iniciativa per Cataluña, lo dejaba entrever en la entrevista publicada el domingo en LA RAZÓN: «El día 22 hablaré». No será el único a buen seguro, y sus impresiones serán compartidas por Alberto Garzón, el líder de Izquierda Unida. La crisis en la formación morada está servida y el liderazgo de Iglesias amenazado, además de perder toda influencia en Cataluña. De hecho, en esta campaña ha pasado desapercibido. Por el contrario, en el PSC y en el PSOE sopla aire fresco. «Veníamos de muy abajo y vamos a tener un papel fundamental», apuntan fuentes socialistas. El PSC desde hace nueve años sube y lo hace a costa de Podemos. Eso es bueno para el PSC, pero es fundamental para el PSOE de Pedro Sánchez que agranda su distancia con Pablo Iglesias y, sobre todo, «noquea la estrategia de los morados. Ahora Pedro será quién marque la estrategia en Madrid», sentencian.