A. Rojo

«Franco estará seco y endurecido, pero con los órganos»

Formó parte del equipo que se encargó de la exhumación de Franco y está convencido de que el cuerpo estará en perfectas condiciones

Antonio Piga posa con la estatua de cera del general Francisco Franco en el Museo de Cera de Madrid / Foto: Alberto R. Roldán
Antonio Piga posa con la estatua de cera del general Francisco Franco en el Museo de Cera de Madrid / Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Formó parte del equipo que se encargó de la exhumación de Franco y está convencido de que el cuerpo estará en perfectas condiciones.

«Todo empezó en mi despacho en el pabellón 8 de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense el 20 de octubre de 1975, exactamente un mes antes de que Franco muriera». Antonio Piga recuerda hasta los pequeños detalles del momento que llegaría a convertirse en el punto culminante de su carrera profesional en el campo de la medicina legal: el embalsamamiento del general Franco.

44 años después, la inminente exhumación de quien fuera Jefe de Estado desde la Guerra Civil hasta su muerte, ha vuelto a despertar el interés en unos restos mortales que volverán a ver la luz muy pronto, unos restos mortales que nadie conoce mejor que él, ya que es el único miembro del equipo que preparó el cuerpo del Franco para la capilla ardiente en el Palacio Real y su posterior sepelio en el Valle de los Caídos.

«Yo era el director del pequeño hospital que había en el Centro de Especialidades Quirúrgicas de la Seguridad Social. Fue en ese despacho donde fue visitado por Vicente Pozuelo Escudero, médico personal de Franco. Pozuelo no se anduvo con rodeos: “Antonio, escúchame en el máximo secreto. El Caudillo está muy mal. Puede morir en cualquier momento. El Gobierno ha puesto en marcha un procedimiento en caso de fallecimiento y está previsto que el cadáver sea embalsamado. Quiero proponerle a tu padre que organice esta intervención’’».

El doctor Piga explica la razón de que Pozuelo no se hubiera puesto en contacto directamente con su padre: el médico personal del Jefe de Estado estaba literalmente asediado por la Prensa y temía que si se ponía en contacto con la máxima autoridad en medicina forense del país, el catedrático de Medicina Legal de la Complutense, «saltara la liebre» de que Franco estaba al borde de la muerte, como se venía rumoreando intensamente.

Ese mismo día su padre, Bonifacio Piga, aceptó el encargo y, en el más absoluto secreto, se fueron haciendo los preparativos necesarios para recabar el equipo humano y los medios técnicos para llevar a cabo el procedimiento. Además del padre y el hijo, dos personas más se sumaron al equipo.

El primero fue Modesto Martínez Piñeiro, que estaba ya retirado pero había sido director del Instituto Anatómico Forense y tenía una extensa experiencia en Anatomía y Medicina Legal. También se sumó Antonio Haro Espín, que más tarde sería doctor en medicina pero que en aquellas decisivas semanas de 1975 era ATS.

Haro Espín iba a aportar un área de experiencia insólita: el maquillaje cadavérico. Este ATS era habitualmente contactado por los militares estadounidenses cuando algún militar destinado en Torrejón fallecía y era necesario, para embalsamar rápidamente el cadáver para trasladarlo a Estados Unidos. «Haro Espín se encargaba de ello y se suponía que tenía todo el equipamiento de los americanos, que era mucho más sofisticado estéticamente que el español. En España no hay tradición de este tipo porque el embalsamamiento persigue fines sanitarios y de cumplir la legislación para trasladar cadáveres. En Estados Unidos hay tradición de embalsamamiento estético en el que se maquilla y pinta al cadáver. Don Antonio tenía un maletín lleno de frasquitos y lápices de colores para maquillar a los cadáveres», explica el doctor Piga.

Todo el equipamiento necesario para el embalsamamiento de Franco–menos el maletín con los productos de maquillaje, celosamente guardados por Haro Espín– esperaron dentro de dos maletas en el interior del coche de Antonio Piga durante semanas hasta la noche del 19 de noviembre.

A eso de las 23:00 el doctor Pozuelo llama a Antonio Piga para decirle que un coche de la Casa Civil del Jefe de Estado se va a personar en su domicilio para trasladarles al hospital de La Paz de Madrid. Al llegar se encontraron con que la entrada del hospital estaba rodeada por cientos de periodistas, por lo que el doctor Piga decidió entrar por una puerta en la parte de atrás de un edificio que conocía bien lo que, un par de horas después, produjo un episodio que todavía hoy, 44 años después, hace sonreír al único miembro aún vivo del equipo: «Cuando llevábamos ya una hora trabajando con el cuerpo de Franco entró súbitamente un militar de alta graduación al grito de “los embalsamadores no llegan’’. No le sentó nada bien cuando comprobó que habíamos entrado por la puerta de atrás y no por la que el vigilaba». Sin embargo, este fue el único momento cómico en una noche luctuosa. «Sentí mucha presión por ver el cuerpo de alguien con tanto poder, un cuerpo en el que se notaban las señales que habían dejado el sufrimiento de sus últimas semanas. Cara demacrada, nariz afilada, incisiones quirúrgicas, drenajes: Franco sufrió un tratamiento muy intensivo en sus ultimas semanas».

Como una momia egipcia

Sin embargo el doctor Piga no muestra décadas después ningún nerviosismo sino incluso un punto de orgullo profesional al describir el estado en el que se encontrará el cuerpo del general, es decir, el fruto de tres horas de trabajo del equipo que lideró su padre en 1975. «La tumba estará seca y el cuerpo estará en perfectas condiciones. Franco estará desecado como una momia egipcia. Seco y endurecido pero con todos los órganos». Sea como fuere el doctor Piga no ve con buenos ojos la exhumación: «Personalmente yo le habría dejado como estaba. Esta polémica se hubiera entendido si se hubiera producido un año después de la muerte de Franco. Ese habría sido el momento oportuno para ese debate. Ahora me parece extemporáneo». Mañana, bajo extremas medidas de seguridad se producirá una exhumación que pocos creyeron necesaria hoy día.