Cárcel

Granados vio la dimisión de Aguirre desde la televisión de su celda

A la hora de los informativos no se le ve nunca en las dependencias comunes de la prisión.

Francisco Granados, en octubre de 2014, tras declarar ante el juez en Majadahonda
Francisco Granados, en octubre de 2014, tras declarar ante el juez en Majadahondalarazon

A la hora de los informativos no se le ve nunca en las dependencias comunes de la prisión.

Está a la expectativa. Hasta que no conozca el contenido de la declaración del que fuera su socio David Marjaliza, no parece que vaya a dar ningún paso, salvo los que tiene que realizar en la cárcel de Estremera (Madrid), en la que permanece desde octubre de 2014, como imputado en el «caso Púnica». Francisco Granadoses un recluso «ejemplar», que no presenta problemas, colabora con funcionarios y otros presos, y parece esperar a que llegue su momento. Es al menos la impresión de las fuentes que ha consultado LA RAZÓN, que reconocen que siempre cabe la sorpresa. De hecho, no experimentó ninguna reacción exterior, ni hizo comentario alguno, el día en que la que fuera su presidenta en el partido, del que era secretario general, Esperanza Aguirre, anunció su dimisión. Estuvo atento, como es lógico, a la noticia y a la rueda de prensa que celebró el 14 de febrero para explicar los motivos de esta decisión. Tiene televisión en su celda y fue allí donde siguió los acontecimientos. Al final, la capacidad de reacción, salvo la de colaborar con las Fuerzas de Seguridad y con la Justicia, como ha hecho Marjaliza, es nula. Granados, según fuentes de la investigación, mantiene la misma actitud de no contribuir con las pesquisas del «caso Púnica».

El recluso, pese a los largos meses pasados en prisión, mantiene invariables sus costumbres desde que ingresó y de las que ya informó este periódico. Un poco de ejercicio físico y una dieta que le recomendó el equipo médico de la prisión le han hecho perder una decena de kilos, pero su salud permanece controlada. Solo él sabe lo que pasa por su cabeza. ¿Espera la oportunidad propicia para colaborar? ¿Se mantendrá firme hasta el juicio? ¿Tiene pensada otra estrategia? Las revelaciones, muchas de ellas conocidas, que ha supuesto el levantamiento del secreto de parte del sumario de la «Púnica» han puesto de nuevo su nombre de actualidad.

En apariencia, en nada, porque era algo con lo que ya contaba. Su comportamiento dentro de la prisión así lo denota. Sin embargo, la extensa declaración que realizó Marjaliza permanece secreta y todo hace pensar que Granados no dará un paso hasta que conozca su contenido, para el que no hay fecha prevista. El que fuera dirigente del PP madrileño se encuentra confinado en el módulo 3 de preventivos. Se trata de una zona ajena a posibles conflictos o tensiones, no masificada, en la que Granados, además de a la lectura, dedica muchas horas a jugar al mus y al dominó con otros reclusos. Se trata de un preso que no da problemas. Quienes le conocieron en libertad saben que es una persona que sabe utilizar como nadie la afabilidad y la proximidad, la empatía, con los demás. En la cárcel, está totalmente integrado y comparte celda con otro recluso. Se levanta a las 7:30 y colabora en las tareas de limpieza y mantenimiento: desde la cama al orden que deben ocupar los utensilios y objetos personales. Viste con ropa deportiva. Pasea por el patio de su módulo, acompañado por tres presos con los que ha hecho buena relación y que suelen ser sus compañeros en los juegos de cartas, a los que en ocasiones suma el parchís y el ajedrez. Ya desde el principio, los responsables del centro supieron que estaban ante un recluso que no les iba a dar problemas –se descartó aplicarle el Protocolo de Prevención de Suicidios–.

Con el dinero que le ingresa su familia, hasta 100 euros a la semana, adquirió un televisor en el economato. Por ello, a la hora en que se emiten los informativos, no se le ve en dependencias comunes. Tampoco frecuenta el polideportivo, piscina y biblioteca. La lectura, los paseos y los juegos de mesa consumen la mayor parte de su tiempo. Lo mismo ocurre con los talleres ocupacionales, en los que se limita a observar a sus compañeros. Cumple, eso sí, con los oficios religiosos. Acude a misa una vez por semana y después regresa a su celda o va a pasear. Su mujer y sus hijos acuden a las visitas ordinarias y se comunican con él mediante el locutorio. Son visitas de carácter general de 40 minutos, durante el fin de semana. A esas comunicaciones pueden acudir cuatro visitantes. También le visita, siempre que lo estima oportuno, su abogado.