Podemos

Iglesias teme el «efecto Rajoy»

La experiencia del presidente en la tribuna es la única incógnita que inquieta al líder de Podemos, que interpretará el papel de «estadista» y atenuará sus ataques al PSOE.

El escaño del presidente del Gobierno en el Congreso desde el que Mariano Rajoy podrá interpelar cuando desee tanto a Irene Montero como a Pablo Iglesias
El escaño del presidente del Gobierno en el Congreso desde el que Mariano Rajoy podrá interpelar cuando desee tanto a Irene Montero como a Pablo Iglesiaslarazon

La experiencia del presidente en la tribuna es la única incógnita que inquieta al líder de Podemos, que interpretará el papel de «estadista» y atenuará sus ataques al PSOE.

Con las encuestas de intención de voto cada vez más escépticas con Podemos y con un nuevo y reforzado liderazgo en el PSOE, Pablo Iglesias afronta la moción de censura contra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con una estrategia basada en convertir el Congreso en un plató televisivo –el hábitat original en el que se gestó su liderazgo– que devuelva a su proyecto político la vitalidad que se ha dejado por el camino desde su eclosión. Sólo hay una variable que preocupa en el partido morado, y no es otra que el propio Mariano Rajoy y su capacidad para «invertir los términos del debate» y anular la intensidad dramática que Iglesias querrá introducir en el mismo. El peculiar estilo del jefe del Ejecutivo –que ya era diputado en el Congreso cuando Pablo Iglesias estaba en segundo de EGB– inquieta en Podemos, donde se teme que una «salida imprevisible de Rajoy» –como la que lanzó a Ramón Espinar recientemente en el Senado: «Tome tila en lugar de tanta Coca-Cola»– reviente su puesta en escena y sea lo que, a la postre, todo el mundo recuerde de la «histórica» moción organizada a mayor gloria de Iglesias.

Además, la cita de hoy supondrá la aparición de un «nuevo» Pablo Iglesias, que intentará seducir a un amplio espectro de votantes de centro izquierda ofreciendo su imagen más solvente de «estadista». Una de las características principales de esta nueva versión del líder de Podemos será el cambio de actitud hacia el PSOE. Las acusaciones a los socialistas de «tener las manos manchadas de cal viva» dejarán paso a lo que se prevé sea una actitud que buscará comenzar a cimentar una confianza mutua de cara al futuro.

Por otra parte, en Podemos son conscientes de que el «ruido» mediático centrado en su iniciativa –sea cual sea el desenlace del debate en sí– les beneficia a la larga y que sólo los votos en contra de los socialistas podrían convertir la aventura de la moción en un rotundo fiasco a lo Hernández Mancha en 1970. La más que probable abstención del PSOE de Pedro Sánchez y el escaso perfil que a buen seguro tendrá su portavoz, José Luis Ábalos, tranquiliza en Podemos, que podrá centrarse en la crítica frontal al PP tratando por todos los medios de extender a la sociedad –a través de la repetición constante– la idea del «estado de emergencia democrática» que vive la nación y de dar correa de distribución al mantra del partido de Rajoy convertido en un «parásito de las instituciones».

En el capítulo de las propuestas, como ya ha adelantado el propio Iglesias, la formación morada se apropiará de los logros de la coalición de izquierdas liderada por el socialista Antonio Costa en Portugal. Asimismo, puede darse por descontado que el líder de Podemos echará mano del balón de oxígeno proporcionado por la sentencia en la que el Tribunal Constitucional anuló el pasado 9 de junio la amnistía fiscal del Gobierno, varapalo que Iglesias se cuidará de hacer contrastar con lo supuestos logros de los ayuntamientos españoles en los que Podemos gobierna en coalición con otras formaciones de extrema izquierda.

«El objetivo principal es el mismo de González en los 80: quitar miedos a nuestra entrada en el poder dentro de dos años», aseguraba ayer mismo a este diario un diputado del partido. En este sentido el perfil más «domesticado» de Iglesias durante el debate tendrá su contrapunto en la agresividad de Irene Montero en su intervención inicial y de esta manera se repetirá el esquema del PSOE en aquella época inmediatamente posterior a la Transición: mientras Alfonso Guerra ponía la dosis corrosiva y beligerante de izquierda dura, González interpretaba el papel de estadista fiable caracterizado por la solvencia, el tono reposado pero firme y el carisma. Este reparto de roles no impedirá que Iglesias ponga en juego una fuerte carga emocional en su discurso, que él entiende como una cita personal con la Historia. Puede esperarse grandilocuencia e intensidad hoy en la tribuna del Congreso: el líder de Podemos –a diferencia de la candidata de la moción en la Comunidad de Madrid, Lorena Ruiz-Huertas– se crece ante el más que previsible fuego cruzado al que será sometido por parte de miembros del Ejecutivo que intervengan. Contestará todos los envites con órdagos consciente de que, quedando la «victoria moral» cosechada por González en 1980 lejos de su alcance –falta el ingrediente fundamental: los enemigos internos de Suárez–, el único rédito que Podemos puede sacar a la moción es la polarización mediática lograda durante el día de hoy.

Internamente, en el partido se cuenta con que, sea cual sea el desenlace del debate, se producirá «ensañamiento mediático» a posteriori, como ya ocurrió –según Podemos– tras la moción de censura a Cristina Cifuentes, una suerte del ensayo general en la Asamblea de Madrid. Pero lo afrontan con confianza en la capacidad de los portavoces del grupo parlamentario en llevar a su terreno –el de los platós de televisión– el debate parlamentario. Sólo el imprevisible comportamiento desde la tribuna de oradores de Mariano Rajoy se interpone en la consecución de sus planes.