Podemos

Iglesias, tras los pasos de su némesis González

Podemos repite la estrategia del PSOE en los 80 con la moción contra Suárez: perder la votación pero polarizar el debate y posicionar a su candidato para ganar las generales dos años después

Arriba, Pablo Iglesias acusó a Felipe González de tener las manos manchadas de cal viva. Abajo, Felipe González, recién investido presidente del Gobierno en 1982
Arriba, Pablo Iglesias acusó a Felipe González de tener las manos manchadas de cal viva. Abajo, Felipe González, recién investido presidente del Gobierno en 1982larazon

Fiel a su estilo, Pablo Iglesias ha mostrado iniciativa poniendo encima de la mesa una moción de censura contra el presidente del Gobierno que, previsiblemente, focalizará la agenda política de la última semana de mayo, es decir, la primera semana en la que el PSOE tendrá un líder definido desde que en octubre cayera Pedro Sánchez. En un primer momento, desde Podemos se lanzó la oferta de que socialistas y Ciudadanos propusieran un candidato independiente llamado a sustituir a Mariano Rajoy en la Moncloa, una figura prestigiosa que pudiera jugar un papel aglutinador análogo al representado en la alcaldía de Madrid por Manuela Carmena. De hecho se especuló con la posibilidad de que el jurista José Antonio Martín Pallín pudiera ser el elegido; pero él mismo negó que se lo hubieran propuesto, dejando claro además que no aceptaría si se produjera la oferta.

En realidad, la hipótesis de un candidato independiente no pasó de ser un globo sonda para propiciar el imposible reclutamiento de PSOE y Cs para la aventura. Una vez que ambas formaciones se negaron a participar en la moción, resulta difícil creer que Podemos siga adelante con la idea de un candidato independiente, igualmente de difícil que pensar que el propio Pablo Iglesias ceda la pista central del gran circo mediático que se dibuja en el horizonte para finales de mayo.

Además, existen precedentes: el Partido Socialista utilizó la herramienta constitucional de la moción de censura para posicionar a un jovencísimo Felipe González como candidato presidenciable frente a Adolfo Suárez. González sabía que iba a perder la votación pero eso no era lo importante: lo importante era desgastar al rival y utilizar la plataforma de RTVE para presentar la alternativa. La jugada no pudo salirle más redonda al tándem González-Guerra: perdieron la votación y ganaron el debate (justo al contrario que Suárez) y dos años después cosecharon los réditos de la maniobra: el Partido Socialista arrasó en las generales de octubre de 1982, logrando la victoria electoral más aplastante de la democracia con 202 escaños y permaneciendo en el poder 14 años hasta al victoria de Aznar en 1996.

Las palabras citadas a continuación fueron pronunciadas por Alfonso Guerra en mayo de 1980 para justificar la moción contra Suárez, pero los mismos argumentos podrían haber sido utilizados sin cambiar una coma por cualquier portavoz de Podemos durante la pasada semana: «El debate (de investidura), contemplado por gran parte de la población, tiene un efecto clarificador: todos los grupos políticos tienen que definirse; se puede apreciar quiénes son líderes de talla y quiénes están escudados detrás de la mesa de despacho y son incapaces de conectar con la población. Todo este efecto clarificador y de dinamización es muy positivo, al margen de la otra cuestión: que pueda salir o no salir». Es decir, lo de menos es que se logre desbancar a Rajoy, lo importante es obligar a que el resto de partidos se definan y, además, desgastar al presidente y hacerle responder de los escándalos de corrupción. «Si ahora hay menos apoyos que en la investidura», continuaba Guerra, «va a ser la demostración parlamentaria de un hecho vital, casi comprobado, y es que Suárez es un líder inservible para esta fase del proceso democrático». Suárez obtuvo una victoria pírrica en mayo de 1980, pero poco después se produjo su dimisión, el 23-F y la investidura de Calvo Sotelo.

Hasta las fechas invitan a establecer paralelismos: el PSOE registró la moción en el Congreso un 22 de mayo de 1980 y el debate se produjo entre el 28 y el 30 del mismo mes. Podemos ha programado la consulta a sus bases del 8 al 15 de mayo y cuando estas den luz verde a la iniciativa se procederá a registrarla en el Congreso, previsiblemente el 18, para que el debate se pueda celebrar la última semana de mayo. Felipe González tenía 38 años cuando echó mano de la moción de censura para presentarse como el futuro de la izquierda en España y la alternativa al gobierno conservador. Exactamente la misma edad con la que cuenta Iglesias actualmente, en una encrucijada política análoga. Aunque el antagonismo no puede ser más acusado entre ambas figuras –basta recordar el episodio de «las manos sucias de cal viva» en el Congreso– el paralelismo encaja en el discurso de Podemos, que insiste en describir el momento actual como de «transición» entre dos regímenes. La diferencia de 37 años entre ambas mociones corresponde al número de años que pasan de una generación a otra. Además, entre la moción contra Suárez y la victoria del PSOE transcurrieron dos años, los mismos que en principio pasarán entre la moción de Iglesias y las próximas generales.

Rajoy no es suárez

Aunque, como sucedió a principios de los 80 con la moción contra Suárez, uno de los objetivos principales del partido que la propone sea hacer que se definan todos los partidos en referencia al presidente del Gobierno, la carga de profundidad va especialmente dirigida contra el PSOE, que estrenará liderato esa misma semana. Y si el proceso de primarias acaba con Susana Díaz en la secretaría general, volverá a quedar marcada con su apoyo «pasivo» a Rajoy.

Sin embargo, demasiados parámetros políticos y culturales han cambiado desde 1980 como para asegurar que lo que funcionó a González pueda servir a Iglesias para conquistar la Moncloa.

Están, por supuesto, las diferencias personales y de orientación política de ambos líderes. Pero también existe la cuestión –no menor– de la dispar capacidad de resistencia política demostrada por Adolfo Suárez –que terminaría por dimitir ocho meses después de su moción– y la de Mariano Rajoy, que ha demostrado su capacidad para hacer frente a situaciones a priori más adversas que la moción de Podemos.