Podemos

15-M: el germen de la guerra entre Iglesias y Errejón

El cese de Sergio Pascual inició la batalla por el control orgánico del partido

El líder de Podemos, Pablo Iglesias
El líder de Podemos, Pablo Iglesiaslarazon

15 de marzo de 2016. Ese día se abrió la falla entre dos amigos y conmilitones, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, tras varios años de activismo político y mediático.

15 de marzo de 2016. Ese día se abrió la falla entre dos amigos y conmilitones, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, tras varios años de activismo político y mediático. Así lo consideran en Podemos visto con retrospectiva y aludiendo a un cataclismo interno: el cese de Sergio Pascual como secretario de Organización del partido y la asunción de sus responsabilidades por parte de la Secretaría General. O, dicho de otro modo, la pérdida por parte de Errejón de una Secretaría clave de la formación controlada por uno de sus alfiles. «A partir de ese momento a los errejonistas, que ya estaban en alerta, comenzaron a sonarles las alarmas al ver que Pablo quería hacer uso de sus atribuciones como secretario general para controlar el partido», aseguran fuentes de Podemos. Unos días antes la estructura madrileña del partido se había conmovido con un conato de rebelión propiciado por la dimisión del secretario de Organización madrileño, Emilio Delgado, adscrito a los cercanos a Errejón, que clamaba contra la inoperancia del secretario general, Luis Alegre, hombre de Iglesias. El apoyo a Delgado de un «fontanero» de la máxima confianza de Errejón como Jorge Moruno, responsable de Discurso del partido, dejó ver a las claras que los errejonistas, partidarios de una estructura vertical de partido pese a las declaraciones públicas, no iban a reparar en medios para lograr sus objetivos. A Iglesias, harto de maniobras, no le tembló la mano a la hora de decapitar a Pascual. De la tensión del suceso dio muestra el comunicado oficial, que achacaba al cesado una «gestión deficiente» en «un momento tan delicado como el proceso de negociaciones para conformar un Gobierno del cambio».

Y es que el secretario general tenía motivos para ello. La compleja situación interna de Podemos estaba alcanzando cotas preocupantes con problemas en Galicia, País Vasco, Cataluña y, por último, Madrid. El secretario general no se fiaba del número tres y la gota que hizo rebosar el vaso fue la revuelta madrileña. Por no mencionar la pésima sintonía de Pascual con la andaluza Teresa Rodríguez, que le derrotó cuando fue presentado como candidato oficialista, y el empeño del derrotado por colocar palos en las ruedas de su rival. Con escaso éxito, por cierto.

Pero para comprender ese escenario hay que entender el reparto de tareas entre Errejón e Iglesias. El número uno de la lista de Podemos a las europeas se volcó en su papel como eurodiputado mientras que su jefe de campaña tomó las riendas de la construcción del partido. En el verano de 2014 afloraron las primeras tensiones con Izquierda Anticapitalista, a la que se recurrió para contar con unas estructuras básicas de cara a los comicios europeos. Con Iglesias a medio camino entre Bruselas y Madrid, Errejón y Monedero representaban el núcleo duro madrileño articulado en torno a «La Tuerka» y, sobre todo, a dos entidades como Juventud Sin Futuro y Contrapoder. Así se llegó a Vistalegre II, en que la propuesta de Claro Que Podemos (CQP) se impuso con tres «supersecretarías», como las definió recientemente Iglesias: la Secretaría General, la Política y la de Organización. Una estructura fuerte y controlada en la práctica por Errejón, al que algunos bautizaron como «el guardián de la casa». A partir de ahí, el secretario político, con apoyo de Pascual en Organización, comenzó a montar el entramado de partido y sus áreas. En esos tiempos todavía se identificaba el tándem Errejón-Iglesias, pero las cuestiones domésticas dependían del número dos. La presencia de Errejón, frente al ir y venir de Iglesias, y su propio carácter le forjan como el dirigente más accesible para los medios de comunicación, el rostro bueno de la formación frente a un Monedero más agrio o un Iglesias más brusco. El secretario político forja relaciones o ejerce de relaciones públicas. «Si había algún choque con alguien de Podemos en el día a día, Errejón aparecía como el hombre bueno que ponía paz», señalan fuentes del partido.

Sin embargo, a medida que se aproximaban las elecciones generales otros miembros de Podemos instaban a Iglesias a tomar las riendas del partido. Tras las andaluzas de 2015, y de cara a la campaña de las autonómicas y municipales, Iglesias puso en marcha un equipo propio dependiente de la Secretaría General. El primer gesto llegó con el nombramiento de una jefa de prensa personal, Laura Casielles. Hasta el momento, Iglesias había recurrido a los miembros del equipo de Comunicación de la formación. Luego vino una célula integrada por Irene Montero como jefa de gabinete y nombres como Juanma del Olmo, Rafa Mayoral, Ángela Vázquez, Belén Guerra y Noelia Vera junto a Dinna Bousselham como enlace con Bruselas.

De amigos a rivales

La relación entre el secretario general de Podemos y el secretario político atraviesa un momento difícil. Nadie sabe qué puede salir de Vistalegre II