Política

El Gobierno hace renunciar a Soria

Rajoy rectifica por temor a que el nombramiento del ex ministro le hiciera perder Galicia y dañara el pacto con Rivera. El líder de los populares escuchó las críticas de los dirigentes de su partido y la preocupación por el coste electoral.

El exministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, en una imagen del pasado mes de abril
El exministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, en una imagen del pasado mes de abrillarazon

Rajoy rectifica por temor a que el nombramiento del ex ministro le hiciera perder Galicia y dañara el pacto con Rivera.El líder de los populares escuchó las críticas de los dirigentes de su partido y la preocupación por el coste electoral.

Los críticos con el nombramiento del ex ministro de Industria y Energía José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial han ganado la batalla. Los externos, pero también los que había dentro del PP. Y eran muchos: en el Gobierno, en la dirección y también dirigentes territoriales y cuadros intermedios. Soria tuvo que dimitir en abril por su relación con paraísos fiscales y por mentir en sus explicaciones. Y el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha tenido que rectificar la decisión de cumplir con el compromiso de promoverle para este puesto, de libre designación política aunque hayan intentado presentarlo como una cuestión técnica.

Esta vez Rajoy midió mal el alcance de una decisión que se tomó antes del verano, en una conversación privada con Soria, y cuyo anuncio fueron postergando porque sabían de su coste político ante la opinión pública. Soria es amigo del líder popular. Ha estado siempre a su lado, en lo político, e incluso con favores familiares. Y, de hecho, ésta es la posible explicación, la de la fidelidad de Rajoy hacia los suyos, que daban en las filas populares a un movimiento que ni compartían ni entendían. «Rajoy puede que haya creído que fue injusto con Soria», comentaban el fin de semana dentro del desconcierto generalizado por la gestión de este asunto. Salvo el área económica, ningún otro miembro del Gobierno estaba al tanto de la noticia, que se filtró poco después de que el viernes terminara el debate de investidura.

La manera de gestionar el nombramiento, sin transparencia e intentando escurrir el bulto, era la prueba, según se han quejado estos días dirigentes, de que no era una decisión «que se pudiera explicar con facilidad y de la que sentirse orgulloso». Pero la gravedad del problema fue aumentando en la medida en que el Ejecutivo se enredó en explicaciones que caían por su propio peso, como la de que era un cuestión técnica cuando no ha habido concurso y la convocatoria no exige ser funcionario o técnico comercial. Rajoy y De Guindos, responsable directo formal del nombramiento, han defendido así la decisión. Y también otros miembros de la cúpula popular como la secretaria general, María Dolores de Cospedal. Y algún ministro amigo de Soria.

Al desmontarse las explicaciones, y bajo la presión de que el lío iba a ir a más, el argumentario giró hacia la dirección de intentar dejar toda la responsabilidad sobre la cabeza del ministro de Economía. Mientras, en paralelo, a Rajoy le llegaba cada vez con más fuerza el malestar interno, la preocupación por el coste electoral y el riesgo de que esto acabase incluso dañando su pacto con C’s, ya que Albert Rivera estaba obligado a elegir en el Parlamento entre el PP o colocarse, en coherencia con su discurso de regeneración, del lado del frente de izquierdas que forman PSOE y Podemos. Pero según fuentes de su entorno, lo decisivo ha sido el miedo a perder la mayoría absoluta en Galicia. El lunes, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se desmarcó de la promoción de Soria al Banco Mundial en un desayuno informativo en Madrid. Y Feijóo es un hombre de Rajoy, del que se ha hablado como sucesor y delfín, y con el que el presidente en funciones tiene una estrecha relación y habla frecuentemente. Para seguir teniendo posibilidad de formar Gobierno tras las vascas y gallegas, Rajoy necesita mantener la mayoría absoluta en la Xunta, y esa partida no está perdida, pero sí muy complicada, como confirman fuentes del PP gallego. Este fin de semana Rajoy estará con Feijóo en un mitin, pero esta campaña no va a tener nada que ver con la de 2009, en la que el líder popular tuvo su caravana particular y se volcó como si él fuera el candidato.

La rectificación no es en sí misma muy importante, comentaban ayer tarde en las filas populares. «Pero el momento es muy malo para Rajoy. Se juega mucho en Galicia». En el análisis estrictamente interno, también se manejaba la clave de señalar a la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, como ganadora tangencial de esta crisis. No porque ella se haya movido en la sombra en ninguna dirección, sino porque Soria sigue ligado a un grupo de ministros que hicieron causa con él en su caída, todos viejos amigos, y que comparten el criterio de creer injusto que tuviera que renunciar «por su torpeza a la hora de dar explicaciones». Alguno se ha posicionado a su favor estos días. Es ese grupo que se bautizó como G-8, y desde el que ha habido movimientos en la sombra críticos contra la vicepresidenta y dirigidos a desestabilizar su poder como «mano derecha» de Rajoy en Moncloa.

Después de conversar con Rajoy, la formalización de la renuncia de Soria al puesto de director ejecutivo del Banco Mundial se concretó en una carta enviada al secretario de Estado de Economía. Desde ese departamento precisaron que el paso de renunciar se había producido «a petición del Gobierno». Como ya hizo cuando tuvo que dimitir de la cartera de Industria, Soria se queja de la crítica «desproporcionada» que ha suscitado su elección como nuevo director ejecutivo y la «utilización política» de este hecho. El antiguo titular de Industria también alega que toma esta decisión a pesar de que no está ni imputado, ni investigado, ni condenado por ninguna instancia, ni inhabilitado para el ejercicio de ese cargo en el Banco Mundial. La plaza fue convocada entre los técnicos comerciales del Estado el pasado mes de enero, cuando Soria todavía era ministro, pero cuando dimitió por el escándalo de los «papeles de Panamá» se paralizó el proceso y se abrió una nueva convocatoria para las elecciones de junio.