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La burla de los Pujol: «A Andorra iba sólo a esquiar»

El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol a su llegada a la sesión de la comisión de investigación del Parlament
El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol a su llegada a la sesión de la comisión de investigación del Parlamentlarazon

El ex president acusa a los diputados de no ser serios y evita responder temas comprometidos mientras Ferrusola quita hierro al enriquecimiento de sus hijos: «Van con una malo delante y otra detrás».

Si de niño ya es difícil no distraerse, para los alumnos del colegio Lasalle de Figueras que ayer visitaban el Parlament de Cataluña fue imposible no dejar a la profesora hablando sola cuando Jordi Pujol entró en la comisión de investigación. El grupo de escolares, nacido en la era post Pujol, quedó embobado con el ruido de las cámaras fotográficas. Aunque si han oído hablar del ex president de la Generalitat, es a través del programa de televisión de sátira política «Polònia», donde el actor Carlos Latre da lecciones morales metido en la piel del «patriarca» catalán. Con Pujol es difícil decir dónde acaba la persona y dónde empieza el personaje.

Ayer volvió a demostrar sus dotes de actor para responder con evasivas ante la comisión de investigación parlamentaria que indaga el supuesto fraude fiscal de la herencia que su padre dejó a su esposa, Marta Ferrusola, y a sus siete hijos, en Suiza. Un total de 183 millones de las antiguas pesetas, que con el tiempo y con la gestión en manos de su primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, se han transformado en cuatro millones de euros, según fuentes de la investigación. Pujol se reunió por la mañana con su abogado, Cristóbal Martell, con quien acordó que no respondería a las preguntas de los parlamentarios.

Empezó pidiendo disculpas por su última intervención en la Cámara catalana, donde se vio empujado a comparecer por el revuelo que provocó la confesión, el 25 de julio, de que tenía dinero sin declarar. Entonces, utilizó un tono agrio para evadir las preguntas, aleccionó a los diputados y los abogados se llevaron las manos a la cabeza porque no interpretó el guión pactado. Ayer tampoco. Porque empezó leyendo un comunicado donde reiteró que el dinero de la supuesta herencia de su padre «no procedía de la gestión pública», que no tiene ni ha tenido cuentas en el extranjero, que no es un político corrupto y que no tenía nada más que añadir.

Pero Pujol no pudo resistirse a replicar las supuestas acusaciones que los diputados planteaban en sus preguntas. El ex president de la Generalitat interrumpió al diputado de ERC, Oriol Amorós, cuando éste cuestionó sus 23 años de legado al frente del Gobierno catalán. Cuando Amorós cuestionó la manera de hacer política de CiU, que «incluía pactos con el PSOE y con el PP para frenar comisiones de investigación y taparse las vergüenzas mutuamente», Pujol respondió que «estoy muy tranquilo con mis 23 años como presidente». Aunque acabó perdiendo las formas cuando le respondió con tono airado que su afirmación es «gratuita e injuriosa». E intentó restar valor a las palabras del diputado republicanos zanjando su respuesta aludiendo que «si le digo buenos días, lo hará servir cómo quiera, así que no le digo nada más».

Y a partir de esta intervención, Pujol desplegó sus dotes de actor. Para denunciar que la comisión de investigación «no es seria», alegó que las cuestiones de los diputados se basan en rumores porque no van acompañadas de documentos, convirtió en mantra el «dicen, dicen, dicen». «¿Qué valor tiene un interrogatorio de dicen, dicen dicen?», preguntó. «Me parece inútil discutir en base a insinuaciones, dicen dicen, dicen», reiteró, para acabar su intervención con un «esto no es serio, si nos basamos en el dicen, dicen», gesticulando con las manos y con un tono más bien agrio.

Cuando las preguntas no le interesaban dijo que las pilas de su audífono se habían acabado. Pero cuando los diputados pidieron al presidente de la comisión, David Fernández, que permitiera una segunda ronda de preguntas, una cuestión que se sometió a votación, Pujol respondió: «No me quitaré los audífonos para no oírlos, pero me parece que esto no corresponde».

Ni los guionistas más perspicaces hubieran imaginado la comparecencia de los tres miembros más significativos del clan Pujol. Marta Ferrusola actuó con la misma soberbia que su esposo y aunque también leyó un comunicado donde expresó su voluntad de no responder a las preguntas, tampoco pudo estar callada.

Con tono firme, Ferrusola negó haber viajado frecuentemente a Andorra, en contra de lo que aseguró hace semanas en la comisión de investigación un coronel de la Guardia Civil, que certificó que la esposa del expresidente catalán hacía viajes casi bimensuales al pequeño principado pirenaico escoltada por los Mossos d’Esquadra. «Sí, sí, los Mossos iban armados hasta el cuello, con cuatro fusiles, escopetas y un tanque. ¡Por el amor de Dios! ¡Ni hablar!», insistió. Y aseguró que ha ido menos de diez veces a Andorra durante los últimos años y han sido para ir a esquiar y para participar en tres ocasiones en actos solidarios. En pleno duelo con una de las diputadas, Ferrusola se negó a seguir hablando: «Cataluña no se merece una cosa así». Además de insistir en que desconocía cómo se gestionó el legado familiar, realizó una cerrada defensa de sus hijos –seis de los siete están imputados en varias causas judiciales– y destacó que se siente «muy orgullosa» de ellos. «Van con una mano detrás y otra delante», aseguró.

Por su parte, Jordi Pujol Ferrusola sorprendió a los diputados con una larga comparecencia en la que detalló sus negocios y colección de coches, pero se negó a aclarar la gestión que hizo del legado familiar en Andorra.