Primarias en el PSOE

La conjura de los barones

En la Conferencia de Presidentes no se citó al gran ausente Puigdemont, pero Rajoy recibió el apoyo de todos para no «ceder», por elevada que sea la presión independentista.

Imagen de la reunión de presidentes autonómicos que tuvo lugar el pasado martes en el Senado
Imagen de la reunión de presidentes autonómicos que tuvo lugar el pasado martes en el Senadolarazon

En la Conferencia de Presidentes no se citó al gran ausente Puigdemont, pero Rajoy recibió el apoyo de todos para no «ceder», por elevada que sea la presión independentista.

Ninguno de los presidentes autonómicos que participó en la Conferencia de Presidentes del pasado martes, en el Senado, citó expresamente al principal ausente, el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. Pero la presión independentista sí estuvo presente de manera implícita en el discurso de la mayoría de los participantes en la cumbre. Según ha constatado este diario con varios dirigentes territoriales, hubo una coincidencia absoluta por parte de todos –no sólo la delegación del PP, en minoría, por cierto– en defender el principio de igualdad como innegociable y en subrayar ante el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que no aceptarán bajo ninguna justificación, por elevada que sea, la presión secesionista, una negociación bilateral con la Generalitat que rompa con ese principio de igualdad y con el de la multilateralidad. El último sistema de financiación fue ya negociado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero con el tripartito catalán y luego fue trasladado a la mesa del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) como base de la negociación conjunta. Sin citar a Puigdemont ni a Cataluña, en esta primera cumbre autonómica de la Legislatura quedó bien claro el aviso territorial de que no están dispuestos a ceder en gestos que vayan en contra, la idea de que «todos, iguales».

Hasta ahora, el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, ha participado en todas las reuniones del CPFF y, si él no ha podido acudir, siempre ha enviado representación. Pero, en paralelo, desde el ámbito independentista se sigue elevando la presión de la ruptura, mientras que desde ciertos sectores políticos y económicos plantean como posibles salidas una mejora de la financiación para Cataluña u otros gestos de reconocimiento de una situación singular.

Ante este escenario en el que se cruzan propuestas de posibles y teóricas soluciones, la realidad es que en la conferencia los presidentes autonómicos hicieron dique conjunto frente a cualquier tentación de resolver el problema acentuando diferencias. Por cierto, que la ausencia del lendakari, Íñigo Urkullu, pasó mucho más desapercibida que la de Puigdemont porque, según coinciden varios barones, él no está afectado por la negociación de la financiación al tener su sistema propio, el concierto, y porque tampoco el País Vasco depende tanto de cuestiones que se abordaron en esta cumbre (como las inversiones que afectan al corredor mediterráneo).

Ya que el camino de los acuerdos estaba muy avanzado, por el trabajo preparatorio que se había hecho previamente desde Vicepresidencia, la atención de la reunión se quedó en algunos elementos más anecdóticos, pero con su significado político. Suscitó comentarios, por ejemplo, «la actitud de protección» por parte del presidente de Asturias, Javier Fernández, también presidente de la gestora del PSOE, hacia la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. En algunas intervenciones, dio la impresión de que Fernández se preocupaba más de colocarse del lado de los postulados de Díaz, por ejemplo en materia de armonización fiscal, que de los intereses más particulares del Principado.

La tensión entre Susana Díaz y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, se visualizó durante toda la jornada. Pero, aunque la confrontación personal entre las dos resultó sonora, el martes no fue, en cualquier caso, el día en el que la dirigente andaluza se mostró más expansiva y dicharachera. Sus compañeros la notaron seria y algo fría, lo que ante los dirigentes autonómicos sirvió para visualizar la presión que existe dentro del PSOE y la que le afecta directamente a ella en esta etapa preparatoria del Congreso que elegirá al nuevo líder del partido, después de las primarias para las que ya ha anunciado su candidatura el vasco Patxi López.

El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, es el que más fue a su aire. Intervino un par de veces, y se distrajo casi todo el tiempo dibujando en sus folios. No se discute que hubo un buen clima, de llamativo respeto, a diferencia de anteriores cumbres en las que dominó la política del enfrentamiento entre los presidentes del PP y los del PSOE. Y el momento más distendido fue el almuerzo, de pie, modelo buffet-comedor universitario, lo que facilitó la conversación más informal. El presidente del Gobierno estuvo muy preocupado de intentar hablar un poco con todos, de corrillo en corrillo. Así, el primer plato se lo tomó con la presidenta de la Junta de Andalucía y con el presidente valenciano, también socialista. Y terminó compartiendo el postre con los representantes de Murcia, Galicia y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.

El martes, la vicepresidenta y ministra para las Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría, comparecerá en el Senado para informar del desarrollo de las conclusiones pactadas. Y antes, mañana, fijará posición respecto a algunos de los últimos movimientos independentistas. Desde Moncloa insisten en que el diálogo va a seguir abierto, y también la estrategia de tener una presencia activa en Cataluña, a nivel político, económico y social. «El problema lo tienen ellos porque no va a haber referéndum, y deben valorar las consecuencias de quedarse fuera mientras los demás seguimos andando», sentencia un presidente autonómico del PP. Esta apuesta por el diálogo y por estar más en Cataluña, rectificando el repliegue del Estado de etapas anteriores, es bien vista también por dirigentes autonómicos socialistas, aunque la política obligue a acentuar otras diferencias frente al PP.

La conferencia demostró, sin embargo, que cuando se aparca la política de bloques sí es posible conseguir resultados. La mayoría de asistentes reconoce que el buen ambiente presidió la solemnización de unos acuerdos que arrastraban un intenso trabajo preparatorio previo por parte de Sáenz de Santamaría. El compromiso era que no fuera una cumbre protocolaria, y el martes empezará a detallar la continuidad de lo pactado.