Elecciones catalanas

La CUP pone en riesgo la presidencia de Puigdemont

El ala más radical del partido quiere la ruptura con Convergència y busca acelerar el proceso separatista.

Puigdemont y Mas se abrazan, el pasado mes de febrero, durante el Consejo Nacional de CDC
Puigdemont y Mas se abrazan, el pasado mes de febrero, durante el Consejo Nacional de CDClarazon

El ala más radical del partido quiere la ruptura con Convergència y busca acelerar el proceso separatista.

Ya lo dijo Artur Mas durante su reciente cena con empresarios catalanes: «Éstos sólo quieren provocar». Se refería el ex presidente de la Generalitat a las maniobras de un sector muy radical de la CUP, encabezado por la parlamentaria Anna Gabriel, a quien, en palabras de los asistentes, «Mas puso a caer de un burro». En efecto, la moción de los antisistema, impulsada por el diputado Benet Salellas y la propia Gabriel, para reiterar el pronunciamiento independentista optando por el choque frontal con el Estado, amenaza con hacer pedazos el acuerdo con Junts pel Sí que permitió a Carles Puigdemont alcanzar la presidencia de Cataluña. La posibilidad de que JxS acepte que la moción se vote esta semana en el Parlament, tal como exigen los cuperos, es escasa. Por ello, fuentes de Convergència admiten que el ala dura de la formación pretende romper el acuerdo de Govern y expresan un temor: «La investidura de Puigdemont está en peligro».

La izquierda anticapitalista quiere acelerar el proceso separatista y reclama votar ya en el Parlament la moción rupturista del pasado 9 de noviembre. El texto es claramente inconstitucional, incluso así lo refleja un informe de los letrados de la Cámara catalana, por lo que la desobediencia y confrontación con el Estado y el Tribunal Constitucional son evidentes. Ello suscita cierta prudencia en Junts pel Sí y, sobre todo, en Convergència, dada la posible inhabilitación de quienes la aprueben. «Nosotros vamos con pies de plomo y la CUP como elefantes en tromba», dicen dirigentes de CDC y la coalición JxS. En su opinión, el sector más radical de la CUP busca este objetivo, dinamitar el acuerdo de investidura de Puigdemont y «encender la llama» de la movilización civil y callejera para acelerar el proceso soberanista. Así lo reconocen los cabecillas Anna Gabriel y Benet Salellas.

El momento es crítico y las tensiones enormes. Máxime cuando el líder de ERC y vicepresidente del Govern se ha visto con los ministros en funciones Luis de Guindos y Cristóbal Montoro para implorar ayuda a las secas finanzas catalanas. En el seno de la CUP no todos secundan esta estrategia y consideran que en lugar de «apretar a Madrid y desobedecer al TC», se fuerza la ruptura con Junts pel Sí y el bloque soberanista. Junqueras ha desplegado en los últimos días una discreta labor diplomática con los anticapitalistas para convencer al sector duro. La fórmula, consensuada con CDC, propone hablar de «obediencia al espíritu del 27-S», en vez de desobediencia al Tribunal Constitucional. El portavoz parlamentario convergente, Jordi Turull, acepta esta enmienda a la moción cupera, porque mantiene «la esencia del procés» y plantea su desarrollo en mejores términos. Algo que al tronco radical de la CUP no convence en absoluto.

Con la estabilidad parlamentaria en juego y la investidura de Carles Puigdemont amenazada, la pasada semana se produjo una reunión tormentosa en la Junta de Portavoces del Parlament. Convergència y Junts pel Sí aceptaron la votación de la moción, pero siempre que fuera modificada. La cupera Anna Gabriel avisó enfurecida: «No se toca ni una coma». El enfrentamiento fue muy fuerte, según varios diputados del bloque soberanista, que sospechan una estrategia electoral. En caso de haber nuevas elecciones generales en junio, si en Madrid nadie logra formar gobierno, los radicales de la CUP exhibirían la cabeza de Puigdemont como banderín de campaña. Naturalmente, alejados por completo de Convergència y JxS para reclamar la independencia y la república catalana con un programa de extrema izquierda. La fisura puede romper también la Comisión de Trabajo de la Cámara que elabora el régimen jurídico de una hipotética hacienda propia catalana. «El bloque soberanista salta por los aires», reconocen varios dirigentes.

La tensión se traslada a la «pata civil» del separatismo, la Asamblea Nacional de Cataluña, cuyo actual presidente, Jordi Sánchez, es acusado por la CUP de «mero títere» de Convergència. La pugna por unas elecciones en la ANC se ha desatado de repente justo a dos semanas de celebrar su asamblea general en Manresa. Voces críticas se han alzado contra Sánchez para reclamar una nueva hoja de ruta, elecciones a su junta directiva y alejamiento de partidos políticos. Según fuentes de la ANC, sectores próximos a Esquerra Republicana y la CUP pretenden disputar la presidencia e, incluso, suena el nombre de Antonio Baños como candidato. El líder cupero anunció su dimisión como diputado tras la investidura de Puigdemont, pero de momento sigue en su escaño. «Muy anticapitalista, pero con poltrona y sueldo», dicen en Convergència. Lo cierto es que en la ANC subyacen críticas hacia lo que consideran «una entrega al partidismo político», en especial a la órbita convergente, y demandan la independencia civil absoluta sin control partidario.

Desde su atalaya de ex presidente, Artur Mas contempla la polémica. En su círculo próximo no ocultan sus críticas a la CUP, pero también hacia su sucesor, a quien tildan de débil liderazgo. Sus maniobras para volver a ser candidato, al frente de una Convergència refundada que recoja el tradicional espíritu catalanista y de centro de la antigua CiU, persisten en su mente. La estrategia viene condicionada por la política nacional y un posible adelanto de las generales. Por ello, Artur Mas se guarda aún sus cartas, aunque en muchos círculos convergentes apuntan a que los procesos judiciales en marcha que le atenazan hacen muy difícil su candidatura electoral a corto plazo. Esa obsesión por ser «un Arzallus a la catalana» le lleva ahora a recibir a personas de diferentes ámbitos en su despacho del Palau Robert. «Mas quiere volver pero no sabe cómo», aseguran quienes han hablado con el ex presidente.

En medio de este escenario, el hombre fuerte del Govern, Oriol Junqueras, mantiene un silencio táctico. En ERC nadie oculta sus aspiraciones por sentarse en La Generalitat y ser el candidato en unas elecciones autonómicas. Junqueras vigila todos los movimientos, incluidos los Ada Colau. La alcaldesa de Barcelona viene desarrollando una frenética carrera mediática, con libro y película de promoción, que la alejan cada vez más de Podemos y Pablo Iglesias. Su enorme ambición y las encuestas la catapultan a otras misiones, aunque hoy por hoy ella lo niegue. En estos momentos, lo cierto es que el panorama político catalán está encendido y el bloque soberanista resquebrajado. Como dice un veterano convergente: «En llamas y sin extintor».