Presidencia del Gobierno

La estrategia «all in» de Iglesias

Como en el póquer, la apuesta de máximos de Podemos sitúa a Sánchez en una encrucijada

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, estrategas principales de Podemos, en un ascensor del Congreso tras hacer pública su «oferta» a Pedro Sánchez
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, estrategas principales de Podemos, en un ascensor del Congreso tras hacer pública su «oferta» a Pedro Sánchezlarazon

Basta un análisis pormenorizado de la lista de exigencias expuestas por Pablo Iglesias en su rueda de prensa del viernes en el Congreso para deducir que el menos interesado en que el pacto se materialice es el propio Iglesias. Su oferta es en realidad un «regalo envenenado» al PSOE que busca aumentar la presión sobre Sánchez y empujarle a un Gobierno en el que la iniciativa le correspondería a Podemos y el desgaste a los socialistas. Eso o elecciones anticipadas y desbancar a un PSOE en horas bajas y con un candidato a la deriva. No deja de ser una ironía de la historia que el PSOE, partido fundado por Pablo Iglesias en 1879, se vea amenazado por la pujanza, más de un siglo después, de otro partido fundado por otro Pablo Iglesias.

«Sorpasso». Ésta es la palabra que más se escucha –susurrada a media voz o pronunciada con toda claridad– en los mentideros de Podemos, virtuales o físicos. Ésta es la fuerza motriz del cosmético «viaje al centro» en el que se embarcó, sólo de puertas para afuera, una formación política cuyos primeros pasos estuvieron marcados por un contundente mensaje antisistema, populista y de extrema izquierda. Y el tiempo apremia: a medida que la recuperación económica se consolida y las consecuencias más negaticas de la crisis empiezan a desvanecerse, la vitalidad del proyecto político de Pablo Iglesias podría esfumarse y Podemos quedar estancado a la izquierda del PSOE y acabar compartiendo el destino de Izquierda Unida, es decir, la irrelevancia política. En este contexo Iglesias y Errejón no se engañan. Son sólo 340.000 votos los que les separan de desbancar a PSOE y la coyuntura no puede ser más propicia para ello: a la falta de fuste polítco de candidato socialista se une la caótica situación interna de los socialistas.

Podemos ofrece su apoyo para formar un Ejecutivo «proporcional» a los resultados, es decir, con idéntico número de ministros para PSOE y para el partido morado. A las carteras de Economía, Sanidad, Educación, Servicios Sociales, Defensa se suma la reveladora petición de controlar Radio Televisión Española y un nuevo ministerio de «plurinacionalidad» para contentar a sus socios de En Comú. Aunque se trata sin duda de una primera posición negociadora de máximos, la intuición de que Podemos no quiere en realidad formar gobierno es potenciada por el hecho de que no parece una buena actitud previa insultar a la otra parte en la misma rueda de prensa en la que le ofreces tu apoyo (detalle subrayado por Rubalcaba en su página de Facebook). El hecho de que el propio Sánchez se enteró el último y por SMS de la «oferta» es también revelador.

Difícilmente puede sorprender a nadie esta estrategia de acoso y derribo al PSOE con el recuerdo de la campaña electoral aún fresco en la memoria: los embates de Iglesias contra Sánchez durante el debate a cuatro fueron de inusitada intensidad y durante la primera semana de campaña la maquinaria de comunicación de Podemos en internet desplegó toda su artilleria contra los socialistas. «Los socialistas de corazón saben que tienen que votar morado», fue el mantra repetido una y otra vez durante aquellos cruciales días.

Esta «oferta envenenada» de Podemos al PSOE tiene también un efecto secundario fundamental para el partido que lidera Pablo Iglesias: borrar de un plumazo la atención mediática dedicada a la deserción de los cuatro diputados de Compromís. La desbandada de los de Oltra (aunque ésta intentó llegar a un acuerdo hasta el último momento) se produjo cuando Podemos fue incapaz de cumplir la principal promesa realizada a las confluencias: contar con grupo parlamentario propio en el Congreso.