El desafío independentista

La irrelevancia internacional

La Razón
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Hoy es un día triste en la historia de España. Una de las naciones más antiguas de Europa ve su unidad histórica amenazada por una clase política regional catalana empeñada en separarse a toda costa y con algunos de sus dirigentes más que envueltos en casos de corrupción. Con menos de la mitad de los votos en las elecciones del pasado 27 de septiembre, los separatistas están dispuestos a llevar a la fuerza como rehenes a toda la población de Cataluña en su aventura separatista, tanto si están conformes, como si no lo están. No parece importarles nada lo que piense la mayoría de la población catalán. Muy poco respeto democrático demuestran hacia los que no les han votado, que son la mayoría, y desde luego hacia los ciudadanos del resto de España, después de tantos siglos de historia común. Esta no es la manera de hacer política en una democracia. Esto es un divorcio exprés sin pensar en las consecuencias.

Si la declaración separatista del Parlamento catalán se lleva a cabo, sin duda va a tener consecuencias negativas para ambas partes, para Cataluña y para el resto de España. Las dos partes van a quedar más débiles. Como un cuerpo humano que pierde uno de sus órganos vitales. No queda lo mismo. Así será España sin Cataluña y Cataluña sin el resto de España.

¿Y por qué? ¿En el nombre de qué? Parece bastante fácil utilizar el nacionalismo populista como arma política emocional para arrastrar a las masas por donde la élite regional las quiera llevar. Basta con contarles que pertenecen a otra identidad y que se les trata mal, y para que funcione la jugada nacionalista. No es la primera vez que esto ha pasado en la historia y no será la última, por desgracia.

La clase política nacionalista lleva ya muchos años utilizando todos los recursos del Estado autonómico para construir unas bases populares de apoyo entre la población catalana. Cadenas de televisión, de radio y un sistema educativo donde se cuenta a los jóvenes que España es el enemigo que roba y trata mal a Cataluña. El idioma catalán también ha sido manipulado a su favor para crear una identidad diferente y para provocar problemas continuos con el gobierno central. Parece que volvemos a principios de los años treinta en muchos sentidos. Esta vez Cataluña va a quedar fuera de la Unión Europea y sin poder utilizar la moneda común. ¿A dónde va Cataluña en un mundo cada vez más globalizado? Se convierte en un mini estado irrelevante y marginal en el escenario europeo y mundial.

Como respuesta creo que los catalanes que no están a favor de la secesión deberían organizarse para hacer patente su oposición pública a ser desgarrados a la fuerza de su casa común, España. Así, la sociedad internacional vería que este desafío independentista tiene a la mayoría de la población en contra. La opinión de otros países en el escenario internacional puede tener una relevancia importante para no dar credibilidad a este proceso. Debería ser un movimiento pacífico organizado por la sociedad civil y personalidades relevantes en Cataluña que consiga parar los pies a esta minoría política separatista. No se debe aceptar esta situación resignadamente y con los brazos cruzados. Es hora de que la población no separatista en Cataluña alce su voz con decisión. También creo que es el momento de que las autoridades españolas impongan la Ley con firmeza para salvar la unidad de España y en representación de los derechos legítimos de la mayoría de los catalanes que no son partidarios de romper con el resto de la nación española.

*Co-fundador de British Conservatives Abroad Madrid. Miembro del Partido Conservador británico