Ciudadanos

La obsesión de Rivera con Rajoy

Miembros de la Ejecutiva de Ciudadanos creen que la férrea oposición del líder del partido contra el presidente en funciones perjudica su imagen entre sus propios votantes

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en el Congreso de los Diputados en la rueda de prensa posterior a su reunión con Mariano Rajoy, hace dos semanas
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en el Congreso de los Diputados en la rueda de prensa posterior a su reunión con Mariano Rajoy, hace dos semanaslarazon

Miembros de la Ejecutiva de Ciudadanos creen que la férrea oposición del líder del partido contra el presidente en funciones perjudica su imagen entre sus propios votantes

«Pocas bromas con el jefe del Estado», llegó a decir en rueda de prensa el portavoz parlamentario de C’s, Juan Carlos Girauta. Imposible ser más claro. El encargo del Rey a Pedro Sánchez como candidato a una investidura resultó ser el argumento angular sobre el que Albert Rivera se basó para explorar un acuerdo de Gobierno, como el que se firmó en febrero, con el PSOE. Sin embargo, sólo seis meses después, la formación naranja ha sido capaz de borrar su consolidado criterio. Lo que es otra prueba más, señalan voces críticas dentro de Ciudadanos, de que la dirección política brilla por su ausencia, sin entrar en otras consideraciones de principios o de falta de reflejos desde que se abrieron las urnas con unos resultados que no se esperaban.

Lo que trasluce C’s en cada paso ahora es una vocación por disimular su doble vara de medir. Todo el discurso que mantiene en contra de un acuerdo con Mariano Rajoy a favor de la gobernabilidad se le viene abajo cuando se compara con la complicidad otorgada a Sánchez. Ahí está el quid. Puesto que incluso llegó tan lejos como para reforzar aquel pacto con el secretario general socialista tras la segunda votación fallida en el pleno de investidura. De ahí que haya mandatarios naranjas que se quejen «off the record» de la imagen equivocada que se transmite, acercándose tan peligrosamente a la «obsesión» de aislar al PP, cuando durante tanto tiempo se defendió que esa era una práctica a erradicar, por dañina, de la política española. Porque, negar a Rajoy el «sí» técnico es no hacerlo presidente. Así es. Por mucho que miren hacia el PSOE y busquen clocarle la responsabilidad al debe de Sánchez. Pocas dudas hay de que los de Rivera (al menos hasta la fecha) han tratado de huir de cualquier negociación. «Mariano Rajoy tiene la suerte de que con C´s ya no le hace falta negociar, porque ya tomamos la decisión de no poner trabas a un Gobierno en minoría y de abstenerse», repite desde la noche del jueves el número dos de la formación, José Manuel Villegas.

No es fácil abstraerse de la opinión, viendo la «abstención técnica» de Rivera, de que su neutralidad cierra el camino a un nuevo Gobierno. Atrás quedó desgastada también la promesa de facilitar el acceso a la lista más votada. Y es ese doble rasero, negando al PP la alfombra roja que con toda facilidad le puso al PSOE, el que convierte su dialéctica en una suerte de comedia que mantiene desconcertados a muchos españoles que se confiesan votantes de C’s. Dado que Sánchez ha cerrado la puerta a una gran coalición, el líder naranja deberá elegir entre arriesgarse a una nueva cita con las urnas o cohabitar con Rajoy. El intento de exportar «el modelo de la CUP», el de quitarse a un presidente de en medio, más cuando las urnas le han proclamado vencedor en dos ocasiones, la última aumentando su ventaja, sólo constituye un salto al vacío impropio de personas que ejercen el liderazgo político. «La dirección de Ciudadnos se empeña en ejercer de Pepito Grillo, viendo la mayoría de las veces la paja en el ojo ajeno, y lo único que están logrando es ganarse la aversión, sobre todo entre votantes y militantes populares», me confesaba un importante concejal del partido centrista.

Con todo, a C´s se le ha puesto cuesta arriba jugar esta partida. Entre otras razones porque nunca entró en los planes de Rivera una mejora de los resultados de Mariano Rajoy que le permitiera tener más diputados que socialistas y naranjas juntos. De ahí que los pasos que da en el sentido de vetar al líder popular sólo hacen que los españoles los perciban como la rabieta infantil de un político enrocado. Lo natural, estando así las posiciones, sería empezar a explorar una salida consensuada con el PP que posibilite la legislatura. Más aún cuando Rivera espera rentabilizar al máximo sus 32 diputados con negociaciones cruzadas a un lado y otro del hemiciclo, un día con los populares, al otro con los socialistas, que le permitan hacer realidad un amplio paquete de reformas. Lo contrario, es decir, entrar en un camino de enconamiento de las posiciones irreductibles, a lo único que arrastrará es no ya a un pleno de investidura, sino directamente a uno de disolución de las Cortes. O sea, a lo que nadie desea. Y menos todavía Ciudadanos.

La impresión que están transmitiendo aquellos que tanto se han llenado la boca repitiendo que la «nueva política» era la del diálogo leal entre todos es la de haber penetrado en una fase donde los bloqueos priman y las fobias personales son más fuertes que el interés general. Mala cosa. Porque los ciudadanos, al final, lo que ven son políticos dispuestos cerrilmente a hacer que votemos hasta que salga el resultado que ellos desean y que los españoles no les conceden con sus votos. Olvidando, por cierto, algo tan fundamental en democracia (y de sentido común) como el respeto al juego de ganadores y perdedores que legitima las urnas.