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Las bases exigen a Podemos un «referéndum» sobre los pactos de Gobierno

Crece el malestar en los círculos críticos que creen que son ellos los que deben decidir si pactar o no con el PSOE

La Razón
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Crece el malestar en los círculos críticos que creen que son ellos los que deben decidir si pactar o no con el PSOE

«Como todo en Podemos, tendrá que decidirlo la gente». Así de rotundo se mostraba Pablo Iglesias en mayo de 2014 cuando fue preguntado por la política de alianzas de su joven partido dos días después de convertirse en la sorpresa de las elecciones europeas, lograr 5 escaños y colocarse, tres meses después de su fundación, como cuarta fuerza política en España. El 15-M estaba fresco en la memoria y Podemos se postulaba como la opción política idónea para trasladar la indignación de las calles a las instituciones. La misma pregunta–año y media después, tras los 69 escaños de las generales– y el tono de la respuesta de Pablo Iglesias ha cambiado significativamente: «Hay que hacer las cosas bien. No hay prisa (en consultar a las bases). Ahora lo primero es que el Consejo Ciudadano se reúna». El Consejo Ciudadano es el órgano central de toma de decisiones del partido, análogo al Comité Federal del PSOE, pero con una diferencia: las voces discordantes brillan por su ausencia, el control de Iglesias y la cúpula es omnímodo. Casi un mes después de las generales, Podemos aun no ha informado sobre cuando ni cómo va a consultar sus bases sobre la política de pactos del partido. «Respecto de los procedimientos democráticos de Podemos, somos estrictos en eso y lo vamos a seguir siendo», comentó Iglesias de manera general en su primera rueda de prensa en La Moncloa. Y el malestar crece entre las bases, que temen que un movimiento de corte asambleario pase a convertirse en un partido al uso en el que una élite intelectual y mediática situada en la cúpula suplanta la voz de la gente, es decir: «Todo por los círculos pero sin los círculos».

La cuestión no es menor. El control de las bases a la dirección del partido figura, al menos en la letra, como parte fundamental del ADN de una formación política que tomó de las asambleas ciudadanos del 15-M su primer impulso. De hecho el Código Ético de la formación advierte que se deberá «exigir y respetar que cualquier pacto previo o posterior a las elecciones con cualquier otra formación política sea sometido a la aprobación democrática mediante la consulta abierta a toda la ciudadanía en todos y cada uno de los niveles territoriales de representación».

Visto esto no sorprende que la temperatura de los comentarios no haya hecho más que crecer en Internet entre las bases del partido, tanto en foros internos de Podemos como en general en las redes sociales. «No se trata de que Podemos deba “tener en cuenta a sus bases”, sino que son las bases las que directamente deben decidir si pactar o no con el PSOE» o «las decisiones debemos tomarlas el pueblo... es la identidad de podemos» son solo algunas de las opiniones vertidas recientemente en Plaza Podemos.

En realidad, más que de un proceso democrático interno en sentido estricto, las votaciones telemáticas en Podemos no pasan de ser un estilizado ejercicio de coreografía electoral. En primer lugar los niveles de participación casi nunca llegan al 20% del censo. El propio censo incluye un número indeterminado de votantes falsos. Así lo demostró este diario, inscribiendo a personajes imaginarios y emitiendo varios votos válidos en las primarias autonómicas de Podemos marzo de 2015. Además, las listas plancha favorecidas por la dirección hacen virtualmente imposible que el sector crítico pueda presentar una alternativa con posibilidades. Los responsables de todo el procedimiento telemático son personas de confianza de la cúpula e incluso en algunas ocasiones (es el caso de Erik Labuske, gurú informático del partido) ellos mismos se presentan a las elecciones que deben controlar informáticamente siendo, por tanto, juez y parte en el proceso electoral.

Finalmente si, pese a todas las precauciones, el resultado de la votación no es el inesperado siempre está el último recurso: invalidar los votos del candidato del sector crítico, abrir una investigación interna y condenar al elemento disidente al ostracismo ahogando las protestas y reclamaciones en interminables procedimientos burocráticos internos. Esto ha sucedido en numerosas votaciones internas de Podemos siendo especialmene flagrante la votación para elegir al representante en el Consejo Ciudadano de los inscritos de Podemos en el Extranjero en febrero de 2015, sobre la que LA RAZÓN informó en detalle. Teniendo en cuenta todo esto no puede sorprender a nadie que aun esté por llegar la votación interna en Podemos que, en última instancia, le haya llevado la contraria a la cúpula directiva del partido y a su peculiar forma de entender la democracia interna.