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Las claves ocultas que llevaron a Mas a ceder ante la CUP

Prepublicación. Mañana sale a la venta «Extremo nordeste. La CUP: los últimos bolcheviques de Occidente», sobre la formación antisistema. El autor es el periodista Toni Bolaño. El libro es el primero sobre el movimiento independentista catalán contemplado desde una lectura no nacionalista

El ex presidente de la Generalitat Artur Mas
El ex presidente de la Generalitat Artur Maslarazon

Prepublicación. Mañana sale a la venta «Extremo nordeste. La CUP: los últimos bolcheviques de Occidente», sobre la formación antisistema. El autor es el periodista Toni Bolaño

El periodista y analista político Toni Bolaño desentraña en «Extremo nordeste. La CUP: los últimos bolcheviques de Occidente» (Península) los entresijos de la formación antisistema. Se trata del primer libro que analiza a este movimiento desde una visión no nacionalista. La obra hace un exhaustivo repaso a la historia del movimiento independentista desde la fundación del Partit Socialista d’Alliberament Nacional hasta la formación de la CUP, su ascenso y su influencia actual en la política catalana.

Bolaño, colaborador de este periódico, dirigió el gabinete de prensa de Josep Borrell como candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno y acompañó a José Montilla en la Diputación de Barcelona, el Ministerio de Industria y la Generalitat de Cataluña. Hoy dirige una asesoría de comunicación y es tertuliano en la Ser, Antena 3 y La Sexta. A continuación extractamos dos capítulos del libro, que sale a la venta mañana, martes.

LA RUPTURA

Los independentistas radicales consiguieron más de trescientos mil votos en las elecciones del 27 de septiembre y 10 diputados. La aritmética parlamentaria la situaron como árbitro de un partido en el que el ganador jugaba alocadamente. Mas, para congraciarse con la CUP y garantizarse su apoyo, envió al Parlament una resolución independentista. Con su épica habitual, la resolución fue aprobada el 9 de noviembre, el aniversario del referéndum de cartón. A partir de ese día, en el que todo eran risas y alegrías, empezaron los llantos, las disensiones y la bronca en el mundo independentista. La CUP, el hijo pequeño que se había hecho mayor, resultó contestatario e irreductible.

En Junts pel Sí pusieron en marcha #pressingCUP para intentar doblegar al hijo díscolo. Les llamaron de todo. Desde españolistas a agentes del CNI, pasando por traidores. No lograron amansar a una CUP que si de algo ha pecado es de ser coherente con sus planteamientos. Sin embargo, la CUP no es un partido, es un movimiento en el que conviven diferentes almas, sensibilidades y posiciones políticas. Y como no es un partido no tiene una dirección orgánica. Todo lo fía a la asamblea.

Las negociaciones con Junts pel Sí no fueron bien. Las peticiones de la CUP fueron laminadas y el Plan de Contingencias final no cubrió las expectativas. La CUP cambió constantemente las delegaciones negociadoras para evitar complicidades con los adversarios. En Junts pel Sí se quejaron amargamente de esta forma de negociar porque los avances eran imposibles. Sin embargo, la presión externa empezó a hacer mella en la CUP. Se reactivaron los viejos fantasmas. Las dos almas del independentismo empezaron a enfrentarse sin tapujos. Por un lado, los que querían investir a Mas para seguir avanzando hacia la independencia. Por otro, los que consideran que la independencia nunca llegará de la mano de la burguesía ni de un partido corrupto y que la independencia sin revolución social no sirve para nada.

La presión externa, la disensión interna y la ausencia de una dirección fuerte rompieron las costuras de la CUP. Los sectores más anticapitalistas y antisistema se enfrentaron abiertamente a los que se consideran herederos del viejo independentismo. Comunicados y contracomunicados empezaron a agrietar el monolitismo de la CUP. Endevant, Poble Lliure, Lucha Internacionalista, Corriente Roja, y diversas asambleas locales emitieron comunicados con un fuerte lenguaje belicista contra sus adversarios. También lo hicieron las viejas glorias de la organización terrorista Terra Lliure que se posicionaron en favor de Mas. Carlos Benítez, uno de los líderes de la banda, dijo que «en la CUP la militancia independentista es mayoritaria». Es decir, lanzó contra los adversarios la acusación habitual del independentismo radical. Se arroga la representación del independentismo y acusa al discrepante de ser un españolista. En los últimos días, las redes sociales echaban humo. El «pressing» a la CUP era claro: si no se apoyaba a Mas es que no son suficientemente independentistas, no son «pata negra». Los dirigentes de la organización del independentismo radical contrarios a Mas entraron en las listas de malos catalanes, los «botiflers», los traidores.

EL DESENLACE

Hasta ahora hemos narrado los movimientos que trascendían a los medios de comunicación. Sin embargo, la trastienda de las negociaciones estaba hirviendo porque los plazos se acababan. La CUP no daba su brazo a torcer y Mas se veía abocado a convocar nuevas elecciones. De hecho, el presidente catalán reconoció que la tarde del viernes 8 la dedicó a trabajar sobre el escenario electoral. Pero, también sobre otras cosas.

(...) Mas tenía un informe electoral nada halagüeño para sus intereses. Si se celebraran elecciones Junts pel Sí no mejoraría los 62 diputados conseguidos el 27 de septiembre y, mucho peor, si no se reeditase la coalición y se presentaran separados Convergència y Esquerra, su partido cosecharía el peor resultado de la historia –se habla de 20 diputados– y se vería superado por ERC y por En Comú Podem, coalición impulsada por Ada Colau y Podemos.Tampoco una reedición de Junts pel Sí obtenía unos resultados halagüeños porque se quedaba lejos de los 62 diputados obtenidos el 27-S.

Con estas previsiones, Mas se reúne con el grupo parlamentario de Junts pel Sí. En la reunión, al menos tres diputados, Lluis Llach, Gerard Gómez del Moral –Juventudes ERC– y Magda Casamitjana –Moviment d’Esquerra Socialista (Movimiento de Izquierda Socialista), grupo escindido del PSC– le piden que dé un paso atrás. Tras la reunión y encuesta en mano, se entiende la propuesta de Mas a Junqueras del jueves 7: la entrada de ERC en el gobierno en funciones para encarar el proceso electoral. Dicho de otra manera, Mas intentaba un movimiento para forzar a ERC a renovar su compromiso electoral con Junts pel Sí. La dura respuesta de Junqueras –«es un fraude democrático»–, dejó claro al líder de la derecha nacionalista que ERC tenía su propia hoja de ruta. Tras la respuesta republicana, Mas reúne a sus más allegados –algunas fuentes afirman que también habla con Jordi Pujol– y en ese encuentro le plantean que dé un paso atrás y que proponga un nuevo candidato que permita doblegar la voluntad de la CUP.

Las descalificaciones de días anteriores quedaron en agua de borrajas y la negación a «una subasta de pescado», sobre la presidencia –lo dijo en la rueda de prensa después del Consejo de Gobierno del martes 5 y en la entrevista de TV3 del jueves 7– fueron palabras que se las llevó el viento. Aun así, el presidente catalán hace un último intento de convencer a la CUP con las dos ofertas que se plantean a los anticapitalistas en la reunión en la sede de la Asamblea Nacional Catalana: asamblea de cargos electos para designar presidente o primarias. El resultado fue decepcionante por la nueva negativa de la CUP.

Después de la entrevista en TV3, el president llega a su casa y empieza a valorar seriamente su retirada. Como explica en «La Vanguardia Digital» el periodista, Quico Sallés, Mas conversa con Jordi Sánchez –presidente de la ANC– y con su asesor de toda la vida y amigo personal, David Madí, hoy alejado de la primera línea política en la presidencia de Endesa en Cataluña. Ambos le aconsejan que deje paso. Después de varias conversaciones, Mas deja a Sánchez manos libres para negociar con la CUP. En estas charlas aparece por primera vez el nombre de Carles Puigdemont, que estaba en primera línea de las conversaciones como presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia (...).

«No fuimos los únicos con los que habló el presidente», afirma David Madí eludiendo todo protagonismo. «Llamó a mucha gente, no menos de una docena de personas». «El presidente estaba preocupado y pulsó la opinión de gente que le iba a decir las cosas por su nombre», apunta el otrora tododopoderoso líder del núcleo duro de Convergència y ahora muy crítico «con la forma que se han hecho las cosas». Por eso Madí fue sincero con Mas. «La base humana que hay detrás de esto no está a la altura de un proceso tan trascendente», le dijo con la autoridad moral de un colaborador y amigo de toda la vida. Madí le aconsejó que se retirara «para salvar el proceso, para salvar tu figura personal y política y para salvar lo que queda de CDC». Para el antiguo colaborador del presidente el futuro no es optimista: «No sé lo que pasará pero con su actitud Mas ha salvado el proceso en esta fase crítica, otra cosa es cuál es el futuro que espera a CDC. Hay que hacer un cambio total, una cosa nueva, y eso no es tan fácil».

El viernes por la mañana Sánchez empieza a moverse sin destapar «su tapado». Lanza a la CUP sus condiciones: Mas se aparta y la CUP garantiza la estabilidad y deja caer a alguno de sus diputados para compensar la salida de Mas. Durante el viernes se acentúan los contactos que entraron en su momento álgido por la noche. En este momento, Mas llamó a Carles Puigdemont. A estas alturas, Mas sabía que había sido devorado por el mismísimo Artur Mas. Después de dividir en dos a la sociedad catalana, de trinchar literalmente el PSC, de romper la coalición de Convergència i Unió, de hacer desaparecer a Unió, de dejar en la inanición a Iniciativa per Catalunya, de marginar al PP en la política catalana, de crear dos nuevos actores (Ciudadanos y Ada Colau), acababa su loca carrera hacia ninguna parte cayendo él mismo, forzado por los suyos y por la obcecación de una CUP que tampoco atravesaba su mejor momento.

«Extremo Nordeste. La CUP: los últimos bolcheviques de Occidente»

Toni Bolaño.

PENÍNSULA

Precio: 17,90 euros

(e-book, 10,99)