CUP

Las CUP: Anarquistas de ida y vuelta

Se venden como antisistema, pero viven del «sistema» con sus sueldos como diputados y cargan contra la propiedad privada pese a que muchos proceden de familias burguesas

Las CUP: Anarquistas de ida y vuelta
Las CUP: Anarquistas de ida y vueltalarazon

Se venden como antisistema, pero viven del «sistema» con sus sueldos como diputados y cargan contra la propiedad privada pese a que muchos proceden de familias burguesas.

Esta es la historia de un extremismo que forzó al Govern de Cataluña a saltarse la ley, se llevó por delante la cabeza de Artur Mas y convirtió a Carles Puigdemont en un títere en sus manos. La Candidatura de Unidad Popular, las llamadas CUP, son una formación antisistema resultado de muchos grupos radicales, defensores de la independencia con una ideología marxista-leninista y anticapitalista. Definidos como «anarquistas de clase» desde el llamado Proceso de Vinaroz en el año 2000, que aglutinó el separatismo radical y republicano de izquierdas, sus integrantes mantienen dos caras. Por un lado, claman contra el sistema pero participan de él cobrando sus sueldos de diputados. Aunque anunciaron no presentarse a estas elecciones, al final sí lo hacen. Y pese a defender la abolición de la propiedad privada, muchos de ellos proceden de familias burguesas catalanas y poseen pingües negocios. Son, en definitiva, una extrema izquierda combativa, hipócrita, de ida y vuelta.

Así tienen en sus filas a un David Fernández, activista de movimientos okupas de ultraizquierda, que le lanzó un zapato en la cara a Rodrigo Rato en el Parlament cuando el entonces vicepresidente económico del Gobierno explicaba la crisis financiera. A un periodista, Antonio Baños, a quien sus compañeros apodaban «el dandy», que pasea sus poemas surrealistas por locales de moda. A las integrantes del llamado «gineceo», Anna Gabriel, Mireia Boia y Gloria Serra. La primera, conocida por sus simpatías de una familia tribal y olorosa de sus axilas en público. La segunda, regenta varios hoteles y otros locales en el Alto Ampurdán junto a su hermano. Y la tercera, es una despótica radical que pasó por un convento. Para cerrar el círculo, uno de sus diputados emblemáticos, Benet Salellas, pertenece a una de las familias más ilustres de Gerona y es íntimo amigo de Puigdemont. Con sus diez diputados han manejado al Govern a su antojo.

De carácter asambleario, son el resultado de otras marcas extremistas: el Movimiento de Defensa de la Tierra, el de Izquierda Independentista de los Pueblos, Corriente Roja, En Lucha y otros grupos vinculados a La Crida, Terra Lliure y hasta Batasuna. Ahora, dentro de las CUP se sitúan tres corrientes: Andavant, Poble Lliure y la extremista Arran, de carácter violento.

A pesar de que los sondeos vaticinan que perderán más de la mitad de sus diputados, los antisistema podrían volver a estar en disposición de marcar el paso al bloque soberanista. En el supuesto de que Puigdemont y Oriol Junqueras sean capaces de formar gobierno, los cuperos sólo necesitan cinco escaños para obligarles a aceptar sus condiciones, que pasan por la plena unilateralidad del «procés», la independencia, la república catalana y la salida de toda las instituciones europeas.

Su actual cabeza de lista es Carles Riera y Albert, un profesor de psicología pulcramente vestido, de pelo canoso, con abrigo, bufanda y gorra de tweed. Unas grandes gafas le dan un aire de docente británico a este terapeuta emocional fervoroso de la doctrina Gestalt, creada por los neuropsiquiatras alemanes Fritz y Laura Lerns. Según ellos, el mundo es un gran círculo regulado por las emociones, con diversos estadios orgánicos que llevan al ser humano a controlar su propia vida. Toda la fuerza arranca de la naturaleza y con terapias emocionales se logra el clímax absoluto. Aunque las CUP predican el anticlericalismo, muchos de sus fundadores provienen de movimientos católicos, como antiguos abades de Montserrat y el famoso religioso Lluis María Xirinacs, independentista catalán que fue senador en la transición y fue hallado muerto en extrañas circunstancias en una zona boscosa del Ripollés.

Carles Riera es heredero de este catolicismo nacionalista y ha presidido el Ciemen, un movimiento cristiano fundado por el abad Escarré en Milán, donde este monje montserratino pasaba su exilio. El actual candidato de las CUP pasó un tiempo en el monasterio de Cuixá, en los Pririneos orientales al sudeste de Francia, convertido en centro de peregrinación de muchos jóvenes catalanes y vascos que mutaron el catolicismo en un nacionalismo exacerbado.

Los antisistema se han nutrido en sus filas de este banquillo tan variopinto, que conjuga raíces religiosas con un anarquismo que aboga por la impugnación total del sistema político y económico catalán, español y europeo. De cara al 21-D, los cuperos amenazan ya con un boicot a ERC y Junts x Cat si entienden el diálogo con el Estado como punto de partida para empezar una negociación.