Barcelona

Las dos españas, 40 años después

Pilar y Luz pasaron 14 horas en la capilla ardiente de Franco y tachan la exhumación de humillación. Por otro lado, UGT luchó contra el régimen franquista y por la libertad en el exilio durante la dictadura.

En la imagen de la izquierda, Laura, Pilar y Luz, durante la entrevista con LA RAZÓN en la casa de Guadarrama de una de ellas. A la derecha, Antón y Sebastián, en la sede de UGT en Madrid
En la imagen de la izquierda, Laura, Pilar y Luz, durante la entrevista con LA RAZÓN en la casa de Guadarrama de una de ellas. A la derecha, Antón y Sebastián, en la sede de UGT en Madridlarazon

Pilar y Luz pasaron 14 horas en la capilla ardiente de Franco y tachan la exhumación de humillación. Por otro lado, UGT luchó contra el régimen franquista y por la libertad en el exilio durante la dictadura.

En el bando nacional: «Este es el inicio de la Tercera Guerra Mundial»

«La exhumación de Franco es el pistoletazo de salida para la Tercera Guerra Mundial». Segura y desolada lo afirma Pilar Gutiérrez, una mujer que se enorgullece de ser una de las más franquistas de España, guardiana de la esencia del caudillo (como se llama uno de sus gatos) y en que en un día tan triste para ella como el de ayer, nos abre las puertas de su casa para contarnos cómo ha vivido el día más triste de su vida. A nuestro encuentro se suman Luz Cano y Laura Wachter, otras dos nostálgicas del generalísimo con las que recordamos como fue el «verdadero» entierro de Franco en 1975. Sobre la mesa de madera y con la estufa de carbón a toda máquina nos muestran recortes, fotos, libros y documentos manuscritos del dictador que atesoran en sus archivos. «La exhumación es una ignominia, mucho más que una humillación, es una cosa abyecta», afirma Pilar. «Imagínate que le hacen esto a tu padre, sacarle de su tumba contra tu voluntad y que se lo lleven donde otros quieren. Hay que tener respeto a todo el mundo y Franco no fue una persona cualquiera, sino el mejor jefe del Estado que ha tenido España», sentencia Luz.

Laura asiente y con calma pronostica que esto es lo peor que le puede pasar a España. «Nuestra imagen internacional ha quedado por los suelos, pensarán que somos unos ingratos, unos desagradecidos con una persona que hizo tanto por nosotros», dice. Por la mañana, Pilar y Laura han madrugado para ir al Valle de los Caídos para tratar de impedir la exhumación. Laura se desplazó a Mingorrubio. Después, en casa de Pilar confiesan su angustia. Aquí rodeadas por un inmenso retrato de Franco a modo de altar con velas y flores incluidas, la bandera de España preconstitucional y recuerdos de «aquellos maravillosos años» en cada rincón, nos desvelan cómo vivieron el 20-N de hace 44 años y aseguran que lo ocurrido ayer es «matarle». «Lo que no pudieron hacer entonces lo hacen ahora», sentencia Pilar, de 66 años, que cuando murió el dictador sólo contaba 22. «Yo era muy joven, pero consciente de todo. Recuerdo que aquella madrugada sonó el teléfono en casa. Fue mi padre quien cogió el teléfono, pero yo hice lo propio con el supletorio. Y fue entonces cuando lo escuché. A mi padre lo llamaron porque era ministro de Franco y fue de los primeros en conocer la noticia. Eran las tres de la mañana y cuando lo oí se me heló la sangre, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y me tuve que ir a la cama de una bajada de tensión que me dio. Tenía un malestar tremendo», dice.

Laura, que tenía entonces 23 años, recibió la «fatal» noticia por la radio. «Estaba recién casada y teníamos una vivienda que estábamos remodelando. El chiquito que ayudaba al ebanista tenía la radio puesta y fue cuando lo escuchamos. Era mediodía y me quede asustada pensando en la que se nos venía encima ahora. Yo vivía entonces en Barcelona. Recuerdo que fue como una losa que se me cayó», rememora. Luz, pese a que era más pequeña que las otras dos amigas, tenía 14 años, lo vivió con la misma intensidad. Ella se enteró por televisión, con el mensaje televisado de Carlos Arias Navarro. «Recuerdo cómo lloraba mientras lo contaban en televisión. También se leyó el testamento de Franco que fue algo precioso. Yo lloraba sin parar, lo sentí como si hubiera muerto un miembro de mi familia. Era tan doloroso...», lamenta. Es más, ella, desde hacía semanas, rezaba a diario para que no muriera, «no quería que llegara ese momento por nada del mundo», añade. Es más, esta madre de familia y pintora de profesión nos confiesa que para ella existe un antes y un después de la muerte del caudillo. «Se quedó una sensación de orfandad que aún dura», remarca.

Laura, como estaba en Barcelona no pudo desplazarse al velatorio en la capital, «fui a las misas que se organizaron en todas las iglesias», matiza. Quienes sí hicieron horas y horas de cola fueron Pilar y Luz. «Yo fui directa a la capilla ardiente que abrieron al pueblo durante tres días en el Palacio de Oriente. Empecé en Sol e hice cola durante 12 o 14 horas, pasamos la noche en la calle y nos turnábamos para dormir en el metro», recuerda Pilar. Luz, que nos cuenta que durante las horas de espera rezaba el rosario, no pudo mirar al interior del féretro cuando llegó su momento: «Era demasiado doloroso». El mismo dolor que, insisten, sienten ahora tras el vacío que Franco ha dejado en el Valle de los Caídos, informa Ángel Nieto Lorasque.

En el bando republicano: «Tenía que haberse hecho hace 40 años»

«Esto no es un acto de revancha que pretende replantear quién ganó la guerra, representa el reconocimiento a las víctimas del franquismo». Así de rotundo se manifiesta Antón Saracibar, histórico de la Unión General de Trabajadores (UGT), organización sindical que luchó en el exilio por convertirse en el altavoz para la denuncia internacional del régimen de Franco durante la dictadura. Ayer no podía esconder su emoción ante la exhumación de Franco, un acto «histórico para los que formamos parte de la lucha antifranquista», dice . Es más, se refiere al día de ayer como «histórico, relevante y desde luego muy significativo porque acaba con una ignominia: mantener a un dictador y genocida en un monumento público como el Valle de los Caídos, de exaltación para los valores nacional-católicos».

De opinión similar es Sebastián Pacheco, secretario de formación de UGT y responsable de la Memoria Histórica. Considera que el 24 de octubre de 2019 «pasará a la historia de la Transición» y que «no cierra nada, lo que hace es Justicia, pese a llegar 40 años tarde», subraya con rotundidad. En cierto modo, se refiere a todos aquellos que yacían en Valle de los Caídos ya que Franco no estaba solo. Con él estaban enterrados en este gigantesco monumento funerario más de 33.000 cadáveres, de ellos 18.000 son del bando republicano y 15.000 del bando nacional. No se sabe a ciencia cierta porque muchos restos se trasladaron de forma clandestina, sin comunicarlo a las familias, y a veces fueron extraídos de fosas comunes sin datos precisos. «Tenemos el mismo derecho que la familia de Franco a enterrar a nuestro muertos donde queramos. Entre ellos, me encuentro yo». Sebastián, natural de Extremadura, desconoce dónde se ubican los restos de su tío abuelo. «Está desaparecido, no he sido capaz de identificarlo y localizarlo, pese a que soy historiador. Ese derecho a saber donde están nuestros familiares para poder enterrarlos junto a sus hermanos no lo podemos ejercer», sentencia. De hecho, insiste, «hoy –por ayer– es un día en el que se abre cierta esperanza. No se ha cerrado ninguna herida. España era el único país democrático con un mausoleo de ese tipo».

Al echar la vista atrás, ambos sindicalistas rememoran el papel clave que jugó su organización en el postfranquismo. «Fuimos los parientes pobres de la Transición», dicen con orgullo. No en vano, recuerdan que su objetivo era recuperar la libertad y la democracia «porque la negociación colectiva no se puede desarrollar bajo una Dictadura». No hay que olvidar que tras el golpe militar, UGT asumió un papel fundamental en el conflicto ya que contaba con una gran capacidad de movilización, circunstancia que les permitió organizar los primeros batallones y posteriormente integrarse en el ejército republicano y formar parte de los primeros comités.

Nostalgia aparte, ambos comparten una idea muy parecida de lo que debería ser el futuro Valle de los Caídos. «Algo similar al memorial de Mauthausen», dice Sebastián. «Un lugar en el que se explique la historia del Valle y, obviamente, sería muy bonito que se hiciera un identificación plena de todas las personas», explica, al tiempo que propone que también se convierta en un lugar de exposiciones, de carácter didáctico. Por su parte, Antón enumera dos opciones posibles: desacralizarlo para convertirlo en un lugar de memoria o dejar que desaparezca por el efecto de las condiciones climatológicas y la furia de la naturaleza.

Sobre el espectáculo mediático en el que se convirtió ayer la exhumación –pese a que la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, dijo que no habría medios de comunicación y se acreditaron unos 500– coinciden en destacar que despierta, incluso, más interés fuera de nuestra fronteras porque una situación así «no tiene parangón en el mundo». Ninguno lo vio en directo por la televisión. Aún así consideran que «es imposible sustraer un hecho de estas características a los medios». Tampoco creen que está decisión vaya a tener rédito político para el PSOE. «Acusar de electoralismo tiene poco fundamento. Si los socialistas toman la decisión de posponer la fecha al 12 de diciembre, y no ganan las elecciones, la derecha no lo hubiera sacado. Hubiera sido error», concluye Antón, informa Susana Campo.