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May ofrece garantías a los ciudadanos de la UE

La «premier» trata de desbloquear en Bruselas la negociación del Brexit con la promesa de facilitar la residencia a comunitarios en Reino Unido.

Angela Merkel, Theresa May y Emmanuel Macron, ayer, en Bruselas
Angela Merkel, Theresa May y Emmanuel Macron, ayer, en Bruselaslarazon

La «premier» trata de desbloquear en Bruselas la negociación del Brexit con la promesa de facilitar la residencia a comunitarios en Reino Unido.

Theresa May sigue con su cruzada para camelar a los Veintisiete. En medio del fuego cruzado entre «brexiters» duros y blandos dentro de su formación, la «premier» británica intenta desbloquear por todos los medios las negociaciones con sus todavía socios, sabedora de que su fracaso puede significar también su debacle política. Pero las cancillerías europeas no están por la labor. A pesar de que una May débil y sin poder de maniobra inquieta a Bruselas, las líneas rojas de los Veintisiete permanecen inmutables. «Hay una unidad muy notable, entre la postura más probritánica y la menos hay muy poco margen de diferencia», aseguran fuentes diplomáticas. «Los Veintisiete estamos unidos en nuestro análisis, nuestros intereses y nuestras ambiciones», resumió el francés Emmanuel Macron a su entrada a la reunión.

La canciller alemana también defendió la necesidad de no pasar a la siguiente fase sobre el futuro estatus de Reino Unido hasta diciembre. Ninguna concesión a May. Como movimiento de última hora para romper este dique, ayer la «premier» británica prometió en una carta abierta «facilitar» la estancia de los comunitarios en Reino Unido tras el Brexit. En su misiva, la titular británica asegura que «hará lo más fácil posible» y menos costoso el proceso de registro para aquellos ciudadanos con derecho a residencia permanente (tras la salida del bloque comunitario Reino Unido quiere crear una nueva figura de «asentado» para los ciudadanos europeos). Incluso el negociador británico, David Davis, aseguró en Bruselas que se plantean dejar abierto un periodo una vez se haga efectivo el Brexit para que los europeos que viven legalmente en Reino Unido puedan llevarse allí a sus familiares.

La última oferta de May ha venido precedida de llamadas telefónicas a Macron y Merkel y una cena en Bruselas el lunes. El nuevo tono más templado gusta a la UE que, sin embargo, apenas se mueve un milímetro de sus postulados. En el acuerdo sobre la factura estamos «francamente lejos», aseguran fuentes diplomáticas. Tampoco nadie piensa abjurar de la secuencia de los hechos. No habrá negociación sobre el futuro estatus y el acuerdo de transición hasta que se hayan resuelto los tres principales temas en liza: derechos ciudadanos comunitarios, frontera del Ulster y factura del divorcio. La próxima fecha en el calendario para pasar a la siguiente fase será en diciembre, pero este nuevo referente también está en el aire. «No estamos seguros, sino esperanzados», reconocen fuentes diplomáticas europeas. Otro algo cargo comunitario matiza que «nada de lo que se vaya a decir en octubre condiciona lo que pase en diciembre».

Como pequeño regalo de consolación, en el borrador del texto de conclusiones que se aprobará hoy, los Veintisiete prometen comenzar a discutir las «líneas rojas» del futuro status de Reino Unido y el posible periodo de transición (entre ellos, sin contar con Downing Street). Una ligera señal de que Londres tendrá un interlocutor con las ideas claras. A May no le parece suficiente. «Reino Unido tiene un brillante futuro post Brexit y este Gobierno está trabajando para tener un buen acuerdo con los británicos y los ciudadanos europeos», tuiteó la «premier» británica insistiendo como quien clama en el desierto.

Como segundo plato del día, la propuesta del presidente del Consejo, Donad Tuks, para crear un nuevo método que permita al «club» comunitario salir de su marasmo. La receta parece clara en el papel, menos en la realidad. Cumbres y más cumbres. Quitar poder a los ministros para dárselo a los primeros espadas, los jefes de Estado y de Gobierno. Las citas serán a veintisiete, pero, si no es posible avanzar en este formato, se abre la puerta a la cooperación reforzada por la que un grupo de países puede caminar en solitario. Consciente de que este esquema de varias velocidades puede disgustar a los países del Este, ayer el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, convocó al principal foco de oposición el Grupo de Visegrado formado por Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia. En marzo del año pasado, la Cumbre de Versalles protagonizada por Alemania, Francia, Italia y España levantó ampollas en otros Estados miembros y también preocupó en Bruselas, que vio peligrar el papel de las instituciones comunitarias en pos de un nuevo formato de directorio. Consciente de estos peligros, Tusk intenta reconciliar todos los puntos de vista. La discusión es, de momento, sobre el método. El fondo de la nueva senda que debe tomar la UE aún debe esperar. Merkel llegó ayer a Bruselas atada de manos y pies; hasta que no se forme la nueva coalición de Gobierno en Berlín será difícil que la canciller pueda marcar el camino. Ante esta ausencia, Macron se convierte en el nuevo gran líder europeo.