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Mensaje de Navidad de Felipe VI: «La convivencia en Cataluña debe recuperar la serenidad»

Tras el resultado de las elecciones del 21-D, Don Felipe apela a «respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado de Derecho». Ha sido un mensaje conciliador y de concordia para construir una sociedad en la que «no se impongan ideas propias frente a los derechos de los demás»

El Rey Felipe VI pronuncia su mensaje de Navidad. EFE/Ballesteros
El Rey Felipe VI pronuncia su mensaje de Navidad. EFE/Ballesteroslarazon

Ha sido un mensaje conciliador y de concordia para construir una sociedad en la que «no se impongan ideas propias frente a los derechos de los demás»

La sensación de que tras años de ofensiva separatista la sociedad catalana es una es la efigie de la ruptura se constató en el resultado que recogieron las urnas el pasado 21-D. El discurso de Navidad del Jefe del Estado estuvo marcado por esta realidad, tras la que la Casa del Rey decidió elaborar un mensaje a los españoles en el que primara la concordia y la reconciliación en un intento de rebajar el odio y sentimiento de disgregación que fluye en la comunidad autónoma.

Don Felipe, desde el Salón de Audiencias del Palacio de la Zarzuela, se refirió a un nuevo camino que comienza en el que «la convivencia en el seno de la sociedad catalana –tan diversa y plural como es– recupere la serenidad, la estabilidad y el respeto mutuo; de manera que las ideas no distancien ni separen a las familias y a los amigos».

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Tras una vulneración de la ley sin precedentes después del golpe de Estado del 23-F, a cuenta del ex gobierno de la Generalitat, el Rey, en un gesto inédito durante su reinado, se dirigió a la Nación en un mensaje en el que acusó al Ejecutivo de Puigdemont de mantener una «deslealtad inadmisible», y apeló a las autoridades del Estado a tomar las medidas necesarias para mantener el orden constitucional.

Pese a que en el discurso de hoy se apostó por un tono más neutro y de confianza en avanzar hacia un proyecto común, el Monarca se mantuvo firme en la defensa del orden constitucional: «Respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado social y democrático de Derecho es imprescindible para garantizar una convivencia que asegure la ‘libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político’, tal y como señala nuestra Constitución». Don Felipe puntualizó que «cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia primero se deteriora y luego se hace inviable».

Los comicios del 21-D han dejado un escenario político que amenaza con un intento de reeditar el «procés»: los últimos movimientos del bloque separatista se dirigen a una negociación entre JxCat, ERC, la CUP y el PDeCAT, para tramitar una presidencia de la Generalitat delegada. Un plan de actuación a cuenta de unos protagonistas encarcelados y huidos de la Justicia española. Felipe VI quiso recordar que España es una «democracia madura», en la que los ciudadanos tienen libertad para defender sus opiniones, pero sin «imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás». Y, refiriéndose concretamente a los nuevos representantes del parlamento catalán, aseguró que «deben afrontar los problemas que afectan a todos los catalanes, respetando la pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común de todos».

Una clara petición de rectificación en cuanto a una forma de gobierno que ha imperado en Cataluña desde hace décadas, y con más fuerza en el último lustro desde el inicio del gobierno de Artur Mas hasta el día de hoy, y que consiste en focalizar la línea de actuación política hacia el separatismo. Los datos son objetivos: más de 3.000 empresas se han «exiliado» en el resto del mapa español y el turismo ha caído un 5% desde el 1-O, entre otros, a los que se puede sumar que el país haya perdido la oportunidad prácticamente alcanzada de que Barcelona fuera la sede de la Agencia Europea del Medicamento: 900 empleados y 4.500 puestos indirectos se quedaron en una ilusión. La nueva andadura que emprende Cataluña «no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión», sino que «debe conducir a que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de Cataluña».

En el análisis de un año en el que «hay que reconocer que no todo han sido aciertos; que persisten situaciones difíciles y complejas que hay que corregir», el Rey consideró que «el balance tan positivo de todos estos años es innegable». Dejó a un lado la pieza que amenaza con romper el puzle de la construcción de «la historia de un gran triunfo de todos los españoles», y se refirió al país como la «España a la que no debemos renunciar, que debe ilusionar y motivarnos, y que debemos seguir construyendo, mejorándola y actualizándola sobre la base sólida de los principios democráticos». Unos principios que «tienen raíces muy hondas en las conciencias y en los sentimientos de los españoles. Mucho más de lo que nos podíamos imaginar».

El Monarca puso como ejemplo este mismo año, viniendo a la cabeza tras esta afirmación las repetidas manifestaciones celebradas en Cataluña a favor de la unidad. Sólo mediante esta cohesión el Rey afirmó que el país podrá tener una posición en el exterior: «Somos una parte esencial de la Unión Europea», remarcó, y abogó por una «mayor vitalidad y impulso» en un proyecto que debe afrontar unos retos globales en los que no tienen cabida «la debilidad o la división, sino la fortaleza de la unión».

La amenaza terrorista

No olvidó los atentados yihadistas sufridos en Cataluña ni a sus víctimas: «esta amenaza mundial», afirmó, «sólo se derrotará con «la unidad democrática y la cooperación internacional».

Contra la corrupción

Situó la corrupción como una «de las principales preocupaciones de la sociedad», que necesita que «se tomen las medidas necesarias para su completa erradicación» para devolver la confianza.

El auge económico

Reconoció que, si «nuestra economía y empleo han mejorado sustancialmente, la creación de puestos de trabajo estables» debe ser un objetivo esencial, así como el futuro de los jóvenes.