Barcelona

No estamos solos

La mayoría silenciosa dice basta y alza la voz. Hoy, miles de catalanes constitucionalistas salen a las calles de Barcelona para plantar cara al desafío secesionista de Puigdemont en una marcha sin precedentes. Iniciativas particulares altruistas se vuelcan para que la convocatoria sea un éxito

No estamos solos
No estamos soloslarazon

La mayoría silenciosa dice basta y alza la voz. Hoy, miles de catalanes constitucionalistas salen a las calles de Barcelona para plantar cara al desafío secesionista de Puigdemont en una marcha sin precedentes. Iniciativas particulares altruistas se vuelcan para que la convocatoria sea un éxito.

Ya se han cansado de que se refieran a ellos como la mayoría silenciosa. Han estado años en silencio porque no tenían nada por lo que protestar, porque estaban bien con el «statu quo», porque se sienten parte de España y porque comparten los valores de la democracia. La solidaridad y el respeto a la diversidad es su objetivo. Durante años, también en silencio, han aguantado insultos, vejaciones y han luchado contra un adoctrinamiento que parte desde las escuelas. Lucir una bandera de España era una «provocación» y sentirse catalán-español casi un delito. Pero han dicho basta. Hoy, miles de personas saldrán a las calles de Barcelona para demostrar que esa mayoría silenciosa ha dejado de serlo, que tienen voz, que tienen ganas y que no están solos. Recorrerán un kilómetro, desde la Plaza de Urquinaona hasta la Estación de Francia bajo el lema «Basta, recuperemos la sensatez», en la que se espera que sea la marcha más numerosa de la historia catalana.

«Estamos indignados porque el actual presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, nos ha obviado. Nunca pensamos que llegaríamos a este punto. Han fracturado a la sociedad y nos han convertido en ciudadanos de segunda. Queremos posicionarnos, no queremos que nos señalen más», asegura Jaime Gelada, comercial de 53 años, que compara la actual situación con la Noche de los Cristales Rotos. «Sólo falta que nos pongan un brazalete para identificarnos», apunta con indignación. Frente a la maquinaria independentista que lleva años sacando a la gente a las calles, los constitucionalistas catalanes no tienen detrás asociaciones como ANC u Omnium. «Por eso nos cuesta tanto movilizarnos. No tenemos recursos, ni publicidad ni medios de comunicación que nos hagan campaña. Todo son iniciativas ciudadanas. Nos comunicamos por mensajes de texto y de boca a boca», explica Gelada.

De la misma opinión es Gema Gesa, que en primer lugar se suma a la marcha de hoy por un sentimiento: «El de sentirme española y catalana». El segundo son sus hijos. «Quiero que crezcan en una sociedad libre, en la que puedan sentir y expresarse sin miedo a ser señalados», dice. Hace autocrítica y reconoce que deberían de haberse dado cuenta de la que se venía encima, pero la pelota «ha ido haciéndose cada vez más grande» y ahora se sienten acorralados. «Por no discutir, callabas. Yo tengo muchos amigos independentistas y en varias conversaciones te ponen entre la espada y la pared. Es mucha la tensión que se respira. Un clima enrarecido que han provocado los separatistas», dice Gesa. Su hija, de 18 años, tiene sentimientos contradictorios. Por una parte, se siente muy española y muy catalana, y por otra, tras las imágenes de violencia del día del referéndum siente que esta situación puede desembocar en algo mucho peor y no comparte «las cargas que se hicieron contra los que votaban ilegalmente». «Hay que salir porque no sabemos cuándo vamos a poder volver a hacerlo. Me preocupa mucho lo que ocurra el lunes, estamos en un terreno desconocido de consecuencias imprevisibles», reconoce Gesa, natural de Vall Doreix.

Desde Mataró, donde ayer se registraron varias manifestaciones espontáneas por las calles de la localidad a favor de la unidad de España, Marco Antonio Fernández, de 40 años, dice que no puede permitir «que rompan mi país. Aquí tengo todo lo que quiero y puedo perderlo de un día para otro», confiesa. Además, añade que si no tuviera una hipoteca y viviera de alquiler ya se habría ido de Cataluña porque la situación es insostenible. «Tengo miedo por mi hija. Siento el odio hacia los que no somos independentistas. Ellos son una secta que no respeta las leyes», dice este conductor de autoescuela que compara lo que ha hecho Puigdemont con el que comete una infracción al volante y no quiere pagar la multa. «¿Qué sociedad estamos creando que se salta la Ley?», reflexiona para después puntualizar que varios amigos le ha bloqueado en grupos de WhatsApp o en Facebook.

Precisamente estas redes sociales son las que han utilizado cuatro jóvenes para movilizar a cuanta más gente posible en la manifestación de hoy. El martes a las dos de la tarde, Nacho Martínez estaba con cuatro amigos comiendo y pensaron: «¿Por qué no crear un grupo WhatsApp para que la gente que no es independentista se una y haga fuerza?». A los 15 minutos de crear el grupo ya tenían 250, el máximo que permite la aplicación. Su primo le propuso crear un perfil en Facebook para continuar con su misión y esa misma noche ya tenían 2.000 miembros. Un éxito total. «Ahora ya somos 34.000 personas, es una locura. La gente tiene miedo a mostrar que se sienten españoles, y queríamos decirles: ‘‘No estamos solos’’. Ese es nuestro eslogan. Hemos recibido solicitudes de toda España mostrando el apoyo, también de Europa. Por ejemplo, uno de los miembros del grupo propuso sacar señeras por los balcones de toda España y al minuto había ya una foto de una bandera en un balcón de La Latina en Madrid. Es increíble», explica Martínez a LA RAZÓN. Comenzaron trabajando en estas aplicaciones cuatro personas y ya suman 17. «Controlamos los mensajes, filtramos las publicaciones... no queremos que se infiltren cosas raras, es una plataforma de apoyo, de unidad y pacífica», apunta. Eso sí, todo tiene un coste, y los jóvenes implicados en este proyecto altruista no han dormido más de tres horas seguidas estos cuatro días. «Pero merece la pena. Da gusto ver cómo la gente se implica», reconoce. Ayer, los voluntarios que participan en la manifestación apuraban las horas pintando pancartas y preparando banderas. La ilusión corría por sus venas. Hoy será su gran día.