Represión en Venezuela

No gracias, Ionesco

La Razón
La RazónLa Razón

Venezuela podría ser fácilmente una inspiración para Eugene Ionesco, padre del teatro del absurdo. Su estilo centra la dramaturgia en la falta de comunicación entre sujetos de la vida cotidiana, lo incoherente, el sinsentido, pero, sobre todo, lo centra en el pesimismo. Venezuela muestra rasgos de una obra del absurdo. Los venezolanos hoy están desconcertados, como lo estaban los personajes de Ionesco.

El silencio hoy en Venezuela es ensordecedor. La falta de respuesta a las numerosas incógnitas sobre el porqué de los resultados electorales del pasado domingo 15 de octubre parecieran el presagio de un camino que en adelante tiene una apariencia tortuosa y oscura. El pesimismo encarnado en lo absurdo legitima y empodera la percepción de que lo próximo será un calvario.

Sin embargo, encarnar y asumir la lógica de Ionesco parecen también el camino más sencillo, pero no el correcto. Ciertamente, las pruebas de una inevitable pesadilla podrían ser abundantes: la intimidación en contra del pueblo, las decisiones confusas y viciadas del organismo electoral días antes de la elección, una campaña con amplias ventajas y concesiones hacia el Gobierno fueron las características más apabullantes que justifican el resultado de estas elecciones regionales.

Ciertamente, la abstención de un gran segmento opositor jugó en contra de los que quieren un cambio. La participación abrumadora hubiese pintado el mapa venezolano de otro color. Pero esto último no es lo más importante. Centrar la justificación de la derrota en la no participación sería un signo de miopía política que, lejos de esclarecer el panorama, lo enredaría y terminaría por ser un entrampamiento auto infligido.

¿Y ahora qué? Lo cierto es que los países no quiebran, mucho menos clausuran. Los países inevitablemente siguen. En este marco, quien escribe se niega a pensar que Venezuela está destinada a la esclavitud roja. Carecería de sentido concluir que un país está condenado a resignarse al poder de una cúpula que está lejos de encarnar el sentimiento mayoritario de un pueblo.

La esperanza, virtud de petición cansina, debe seguir siendo el faro que nos permita asumir que el bien, al final de todo, se va a imponer. Cuesta visualizarlo, no hay duda, y aunque Ionesco piense lo contrario, esta virtud, que por su propia naturaleza a veces es caprichosa y escurridiza, terminará sin duda por mostrar el camino hacia una salida definitiva de la crisis.

Lo absurdo y el pesimismo tienen capacidad destructiva, no reconocerlo sería ingenuo. Sin embargo, si lo destruido es trigo y cae en buena tierra, eso mismo dará buenos frutos. La bondad, el deber ser y el correcto orden de las cosas, en ocasiones, necesita de un accidente estrepitoso. Por lo tanto, tenemos evidencias para concluir que Venezuela está en proceso de siembra, no de cosecha. Así, podríamos decir al unísono: no Ionesco, gracias pero no, Venezuela no es lugar para tu obra.

*Director general de Motta Focus motta@mottafocus.com

@mottafocus