Atentado en Barcelona

Obscena politización de los Mossos

La Razón
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Carles Puigdemont ha tenido la oportunidad de aglutinar a la sociedad catalana en su conjunto contra el terrorismo, asumiendo un liderazgo que hasta ahora no ha podido o no ha sabido ejercer. Que el secesionismo manipula el debate público hace tiempo que dejó de ser una novedad. Pero que, además, lo haga hasta la obscenidad de utilizar, en el peor sentido del término, a Fuerzas de Seguridad para sus intereses partidistas resulta de una mezquindad sin parangón en medio de la conmoción por la barbarie terrorista. No es la división, de ningún modo, lo que deben poner sobre el tapete los dirigentes políticos cuando llega el zarpazo del terrorismo. Lo razonable es la unidad y buscar zonas de cooperación, porque además es lo que desean ver los ciudadanos en las horas más amargas, cuando miran con atención y desasosiego buscando el ejemplo de quienes tienen el deber de liderar.

Sólo desde esta perspectiva puede interpretarse la decisión de la Mesa del Parlament de Cataluña de conceder la medalla de honor de este año a los Mossos d´Esquadra, a la Guardia Urbana de la ciudad condal, a la policía local de Cambrils, además de los servicios de emergencia, circunscribiendo la labor de la Policía Nacional y de la Guardia Civil a un fugaz agradecimiento en un último apartado junto a «los voluntarios que han participado con generosidad y espíritu cívico en la respuesta a los atentados». Durante el debate de la cuestión en el órgano de gobierno de la cámara, Cs, PSC y PPC mostraron su discrepancia con la exclusión porque todos se han jugado la vida durante los últimos días. Tres horas de tira y afloja, además de un largo receso, cayeron en saco roto. No hubo manera. El secesionismo busca siempre tozudamente obtener rédito para su causa, y tal como se ha podido comprobar, no se detiene siquiera ante barreras que a cualquier persona con cierto sentido ético le parecen infranqueables. Para el nacionalismo, la causa es la causa, y cuanto menos se distinga a quienes no consideran suyos, mejor. Así funciona la mente de los propagandistas del procés, incluso cuando llegan los momentos más dolorosos.

El descarte de la Policía Nacional y la Guardia Civil, colaboradores de los Mossos y otros cuerpos en la atención a las víctimas y el operativo posterior a la masacre, es consecuencia de la ausencia de escrúpulos del independentismo a la hora de politizar cualquier estamento en la comunidad autónoma. Es verdaderamente lamentable la utilización de una masacre como palanca de anhelos rupturistas. «La responsabilidad nos gusta tanto que queremos asumirla con plenitud», remachó Oriol Junqueras este martes a su paso por el programa «Al Rojo Vivo» de La Sexta.

Apenas 24 horas antes, en el seno del pacto contra el yihadismo, el representante de Esquerra Republicana, Joan Tardá, hacía participe a puerta cerrada al titular del Interior, Juan Ignacio Zoido, del impacto sufrido por su compañera de grupo, Teresa Jordá, ex alcaldesa de Ripoll: reveló sobre todo su condición de profesora, en otros tiempos, de algunos de los jóvenes autores de los atentados. Así me lo han trasladado fuentes presentes en la cita gubernamental. Compungido, Tardá desplegó toda suerte de parabienes por la unidad y confianza desplegadas en la coordinación de las diferentes estructuras del Estado.

Además de mostrar gratitud, Tardá debería hacer autocrítica y, sobre todo, un firme propósito de enmienda. El hecho de que los nacionalistas hayan asumido el recurso del Gobierno a los policías locales para aumentar la seguridad frente a posibles ataques va en la buena dirección. La defensa de las libertades nunca puede ser una opción partidista. Es un elemental deber de cualquier gobernante democrático y, en particular, del gobierno que preside Puigdemont, a quien los yihadistas han desafiado de la manera más brutal. Lo suyo recuerda a la estrategia del avestruz de esconder la cabeza ante la realidad. Porque lo cierto es que Cataluña tiene un grave problema de islamismo. La prioridad ahora es la lucha contra el terrorismo, pero lo vivido hasta ahora sólo será un parche sin la unidad de todas las fuerzas políticas y si continúa el rupturismo en esa obcecada carrera por utilizar todo para tratar de superar la realidad del constante e imparable descenso de apoyos al proceso.