Podemos

Pablo Iglesias: un líder rumbo a lo desconocido

Pablo Iglesias: un líder rumbo a lo desconocido
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«Unidad y humildad». Las palabras con las que Pablo Iglesias subió al escenario al ser elegido dan el pistoletazo de salida a un nuevo Podemos. Uno en el que, a tres años de su nacimiento, lo único que no ha cambiado es su líder. Porque el secretario general ha demostrado con el resultado de Vistalegre II que Podemos y él son prácticamente lo mismo. El partido que nació con su cara impresa en las papeletas electorales de las europeas de 2014 sigue teniéndole como principal referencia y, ahora, con un liderazgo indiscutido.

La segunda Asamblea Ciudadana de Podemos se cerró con una sentencia clara: las bases prefieren a Iglesias y su carácter antes que la simpatía transversal de Iñigo Errejón. Y esas bases son las que han hablado. En las votaciones y en los aplausos, como pudo comprobarse en Vistalegre. De nuevo las aclamaciones volvieron a respaldar a los pablistas y al anticapitalista Miguel Urbán; menos a los errejonistas pese al empeño puesto por consolar a Errejón. O, lo que es lo mismo, los aplausos respaldaron a todo lo que representaba lo contrario a la lista Recuperar la ilusión.

El propio Iglesias hizo un guiño al presentarse con su uniforme de «La Tuerka», el germen televisivo de Podemos: camisa blanca y corbata roja. Para entonces ya era conocido que el secretario general había obtenido un 60% de los votos y que había triunfado en todas las votaciones. La alegría fue perceptible a lo largo de toda la jornada en las filas pablistas, por mucha diplomacia –tónica general de Vistalegre II– que unos y otros pusieran. Los abrazos de los secretarios generales madrileños, Jesús Montero (capital) y Ramón Espinar (Comunidad), con sus correligionarios o los saltos de alegría de un Juan Carlos Monedero que se vino arriba fueron buena prueba de ello. Casi tanta como la desaparición de la escena de la mayor parte de los cuadros errejonistas, salvo honrosas excepciones como la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, o Pablo Bustinduy, responsable de Internacional de Podemos. Precisamente, este último, elogiado incluso por Iglesias y su gente, es uno de los que podría tener mayor número de papeletas para ejercer como posible puente con el sector derrotado.

Pero, ¿y ahora qué? El liderazgo de Iglesias sale reforzado de Vistalegre II en todos los sentidos. Al secretario general, buen conocedor de las ideas políticas, le toca reflexionar sobre su particular qué hacer. Porque si la militancia reclamó unidad, no es menos cierto que algunos sectores del pablismo reclaman algo de cajón: que el secretario general configure su propia Ejecutiva como él crea oportuno. Y si eso es así, a nadie en Podemos se le escapa que habrá que tocar a destacados errejonistas situados en el aparato del partido. Incluso la existencia de una Secretaría Política podría estar en el aire.

Porque la batalla ha sido más dura de lo previsto. Un «Underworld» en el que la lucha no ha sido entre vampiros y licántropos sino entre fieles al secretario general y al secretario político y que ha generado unas heridas difíciles de cicatrizar. Iglesias y su entorno son conscientes de que, por una parte, hay necesidad de cambios y, por otra, que proceder a los mismos puede ayudar a los afectados a denunciar purgas en la formación. Pese a todo, algunos ámbitos de la dirección de Podemos son partidarios de proceder a la renovación de cuadros con rapidez. Su explicación es muy sencilla y no genera confusión: «El secretario general tiene derecho a rodearse de gente de su confianza. Y más si está respaldado por el resultado de las votaciones. Unidad, sí. Pero teniendo en cuenta quién ha salido ganador».

Claro que otro punto de vista es el que sitúa si los derrotados van a ser capaces de asumir el resultado obtenido en las votaciones a pesar de las declaraciones públicas. Los que son más pesimistas dentro del partido ponen como ejemplo lo sucedido a lo largo de estas semanas, en las que la tensión ha generado brechas profundas. Por el momento, toca esperar. Pablo Iglesias sale reforzado, sí. Pero rumbo a lo desconocido a los mandos de un Podemos nuevo.