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Podemos-Ciudadanos: Cuando tu bajas, yo subo

La Razón
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En el último año España ha vivido un importante cambio del panorama político. Si bien se mantiene el bipartidismo que nos gobierna desde 1978, hemos asistido en 2012 y 2013 al crecimiento y posterior caída de partidos políticos como IU y UPyD que llegaron a aglutinar la mayor parte del voto del descontento que propició la crisis económica desatada en 2007. Pero el primer semestre de 2014, y al calor de las elecciones al Parlamento Europeo, significó el declive de los hasta entonces emergentes IU y UPYD. Dos nuevas formaciones empezaron a atraer el voto alternativo de votantes desencantados con el PP y PSOE. Podemos pasaba entonces de las calles y plazas a la vía institucional y Ciudadanos saltaba los límites regionales de Cataluña para competir a nivel nacional.

El crecimiento de ambos tras las elecciones europeas fue muy superior al que tuvieron en los dos años anteriores IU y UPyD. Podemos comenzó debilitando a IU, absorbiendo la mayor parte del voto de IU, para pasar a continuación a incorporar votantes del PSOE y del PP. Éstos facilitaron durante los últimos meses de 2014 que Podemos llegase a aproximarse en porcentaje de voto al PSOE. Pero el proceso de renovación interna de los socialistas puso tierra por medio con Podemos y evitó el «sorpasso».

Pero lo que precipitó la caída de Podemos fue que el mensaje de Albert Rivera adquiriese dimensión nacional en el momento en el que la inmensa mayoría de los potenciales votantes de Podemos empezasen a dudar del partido de Pablo Iglesias; sus conexiones con gobiernos como los de Venezuela y sus aliados, las fuentes de su financiación, los problemas de sus principales dirigentes con la legislación laboral y fiscal y sobre todo las contradicciones de sus programas, evidenciadas de manera continua desde junio de 2014 y la fracasada experiencia griega.

Además, al iniciarse el 2015, la inmensa mayoría del electorado de Podemos procedía de ex votantes del PP y PSOE, que contrastaban con las posturas radicales de los líderes de Podemos. En el primer trimestre de 2015 Podemos inicia su declive, tan rápido como lo fue su ascenso. Desde un principio hubo dos posiciones internas, los más pragmáticos, los que querían aprovechar la coyuntura para sustituir al PSOE como referente de la izquierda española y los que creían de verdad en la fuerza revolucionaria del 15-M. Los últimos empiezan a abandonar el barco, mientras que los primeros intentan mantenerlo a flote con lo que les queda. En los últimos meses hemos asistido a la deserción masiva de los que podían ser sus votantes. No hay que olvidar, que restando medio millón de votos sustraídos al electorado de IU, la inmensa mayoría eran votantes populares y socialistas, a años luz del ideal revolucionario o rupturista de Podemos pero que circunstancialmente fueron atraídos por su puesta en escena.

Era cuestión de pocos meses que estos millones de votantes del PP y PSOE, defraudados por las recientes experiencias de gobierno, la socialista de 2008-2011 y la popular de 2011-2015, cambiasen su voto a Podemos por otro partido, que dentro del sistema, de la economía de mercado, de la Constitución y de Europa regenerase el sistema democrático, sin volarlo. La precampaña de las elecciones andaluzas puso en escena a Ciudadanos y desde entonces no ha parado de crecer en las encuestas. Su avance eclipsa a Podemos y es de esperar que en este mes de mayo ya lo supere. Nos encontramos ante un nuevo actor político que recoge la mayor parte del voto que ha salido en los últimos años del PP y del PSOE, prácticamente la mitad de sus votantes son ex votantes populares y otra cuarta parte procede del electorado socialistas. La supervivencia de Ciudadanos, llamado a ser el tercer partido nacional, dependerá de su compromiso con garantizar la gobernabilidad en municipios, autonomías y también en el Congreso de los Diputados a partir de las cercanas elecciones. Tanto los votantes de Ciudadanos, como los ex votantes socialistas y populares, no quieren aventuras políticas y no entenderían que bloquease la labor de gobierno en esta nueva etapa en la que entra la vida política española, caracterizada por la falta de mayorías absolutas. Los votantes de Ciudadanos no sólo consentirían a Rivera que facilitara el gobierno del más votando, indistintamente PP o PSOE, sino que se lo exigirían.

Además, es el socio que tanto socialistas como populares han anhelado para formar mayorías estables en todos los niveles de la Administración, desde el municipal hasta el nacional, para no pagar el chantaje que en todas las legislaturas sin mayoría absoluta exigen los codiciosos nacionalistas periféricos. También liberaría al PP y PSOE de incómodos acuerdos con fuerzas que no asumen plenamente la Constitución Española, como IU. Como ejemplo Extremadura y el fracasado gobierno de coalición en Andalucía.