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Rajoy cree que el PP volverá a gobernar pese al aviso del 24-M

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), junto al presidente del Círculo de Economía, Antón Costas (d)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), junto al presidente del Círculo de Economía, Antón Costas (d)larazon

Asume que el PP está dividido, pero no teme por su liderazgo pese a las críticas.

En Moncloa sostienen que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es consciente de la dificultad del momento que está viviendo, pero que está asumiendo «con mucha tranquilidad» los movimientos internos que han desencadenado las elecciones autonómicas y municipales de hace una semana. Dicen también que el resultado electoral se ajusta bastante al «escenario previsto». Y que Rajoy sigue convencido de que su partido está en condiciones de mejorar la distancia con el PSOE de cara a las generales, pese a que los resultados no hayan sido buenos y pese a que la advertencia electoral haya desencadenado hasta un amago de revuelta de sus barones autonómicos.

Una vez que termine el análisis electoral y la conformación de los pactos postelectorales Rajoy verá qué decisiones tiene que adoptar para definir su estrategia hacia las elecciones generales. Una semana después de los comicios autonómicos y municipales en el partido dan por hecho que el presidente hará cambios significativos cuando se constituyan los ayuntamientos y los nuevos gobiernos autonómicos. Mientras que en Moncloa apelan a la prudencia y son más contenidos a la hora de alimentar las expectativas. Hay una diferencia sustancial, porque hasta ahora siempre que se había levantado la «liebre» del rumor de cambios, partido y Gobierno habían coincidido en no dar crédito a los que auguraban novedades sustanciosas. Ahora sí hay expectativas reales de que algo va a pasar y los que comparten esta teoría se aferran, por ejemplo, al hueco que dejaría la salida del ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, para asumir un puesto en la OCDE.

La principal preocupación de Rajoy y del PP es la profundidad de la herida que les deje al final la política del PSOE «de pactar con todos» para tocar poder. Han cuantificado que de las elecciones del 24 de mayo el PP salió con más de 600 mayorías relativas, y ahora su estrategia está centrada en ver en qué ciudades grandes son capaces de conseguir el apoyo de Ciudadanos, y buscar el de otras formaciones locales en los municipios más pequeños. Aunque hayan abierto contactos con los socialistas y con el partido de Rivera, la dirección popular es pesimista sobre el resultado de la negociación desde la convicción a priori de que el acercamiento del PSOE a Podemos no es puntual, sino que forma parte de una estrategia anterior a las elecciones. Y miran al almuerzo patrocinado por José Bono con la cúpula de Podemos y que –sostienen en las filas populares– «pretende llegar hasta las próximas generales».

El elemento positivo es que su análisis confía en que esta estrategia de los socialistas de echarse en brazos del partido de Pablo Iglesias para gobernar en el mayor número de sitios les provocará un desgaste que se dejará sentir en las generales. En esa idea sostienen su convencimiento de que pese a la imagen de fortalecimiento de los socialistas que sale de las urnas, aunque han perdido otros 700.000 votos, y de debilitamiento del PP, pese a ser la fuerza más votada, esto se dará la vuelta en el examen para gobernar La Moncloa. A su favor Rajoy sigue contando con la economía y con el argumento de que es la mejor garantía de la estabilidad.

Ahora bien, para que pueda estar en condiciones de aspirar a que se cumplan esas expectativas Rajoy tiene primero que atajar el problema interno. Las secuelas que deja en su organización la pérdida de tanto poder autonómico y municipal y el miedo extendido a que aunque el PP sea el partido más votado en las elecciones que, en principio, tocarían en noviembre, se queden también fuera de La Moncloa ante un frente de la izquierda, con PSOE y Podemos a su cabeza. Los comicios de hace una semana han encendido varias alarmas, entre ellas la de las consecuencias de no sumar con Ciudadanos, como ha ocurrido esta vez en «plazas» emblemáticas.

El presidente del Gobierno ya se ha enfrentado a otras crisis internas. Ya lo hizo tras la derrota en las generales de 2004 y tras la catarsis que supuso la siguiente derrota, en las de 2008. Esta última le obligó a afrontar casi un proceso de refundación del PP que sirviese para escenificar el cierre de la etapa del «aznarismo». Renovó al PP y renovó su mensaje, cortando con elementos tan traumáticos para la formación como la teoría de la conspiración sobre los atentados del 11-M. Aquéllos fueron también momentos muy difíciles a los que Rajoy se sobrepuso «contra viento y marea», recuerda uno de sus colaboradores. La diferencia entre entonces y ahora es que en la actualidad tiene enfrente a los barones y que las filas del PP están muy divididas.

No obstante, el presidente del Gobierno está convencido de que la tormenta amainará. Que las tensiones irán calmándose y que el tiempo juega de nuevo a su favor. «Ya se verá en qué queda todo. Rajoy no es de actuar en caliente y esta vez tampoco lo hará», aseguran en Moncloa. Esta vez, sin embargo, son más las voces que le piden que se mueva. Y son más los que le reclaman un cambio en la cúpula del partido y hasta en su Gobierno. Así lo defienden barones, históricos y del nuevo PP que salió del Congreso de Valencia de 2008, y en esa tesis están también algunos ministros de la vieja escuela. De hecho, los nervios han llegado también al Gabinete y entre bambalinas hay incluso quienes han visto la oportunidad para intentar coger aire a costa de dar codazos. Rajoy escucha. «Las elecciones agitan siempre, y cuando la situación es difícil, aún más», argumenta un veterano diputado del Partido Popular.