Videos

Rajoy, ante el 1-O: «Que una victoria no parezca una derrota»

Es consciente de que es el momento más difícil de su carrera, pero se mantiene tranquilo

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, interviene en la clausura de la reunión de la 23 Unión Intermunicipal del Partido Popular, celebrada hoy en Zaragoza
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, interviene en la clausura de la reunión de la 23 Unión Intermunicipal del Partido Popular, celebrada hoy en Zaragozalarazon

Es consciente de que es el momento más difícil de su carrera, pero se mantiene tranquilo.

Mariano Rajoy ha tenido oportunidad estos días de revisar las decisiones que adoptó su Gobierno durante la consulta independentista del 9-N y pese a las críticas que le han llegado porque aquella votación se celebrase, el presidente del Gobierno no se arrepiente de no haber retirado las urnas porque la situación era «absolutamente distinta» y el Gobierno no tenía entonces el apoyo judicial con el que cuenta en estos momentos. Hoy, además, tiene el respaldo internacional y del PSOE y Ciudadanos (Cs). Rajoy afronta el órdago independentista como «el mayor desafío» de su larga carrera política. En la Legislatura anterior la recesión económica fue un problema también muy complicado de manejar, pero el reto secesionista afecta «a la raíz de la convivencia», precisan en Moncloa. Esta vez el Gobierno lo tiene «todo estudiado» para que no haya referéndum. La artillería judicial, el control de las decisiones logísticas necesarias para que pueda celebrarse con un mínimo de apariencia de proceso electoral y, además, el apoyo blindado de Sánchez y Rivera. Todo los agentes implicados han sido apercibidos: funcionarios, letrados, empresas y centrales de publicidad.

El presidente se siente seguro en el pulso con los líderes independentistas. Cree que lo que se vio la pasada semana en el Parlamento catalán les retrata de manera descarnada en Cataluña y ante todo el mundo. Considera muy importante la contestación de los funcionarios del Parlamento y que la batalla independentista se haya encontrado enfrente la oposición de voces catalanas y de la izquierda, según explican en su círculo de más confianza. «En el 9-N se hicieron consultas, se tanteó la situación, y nos habríamos quedado solos. No había apoyo fiscal ni judicial. Actuar y fracasar sólo habría beneficiado al independentismo», sentencian fuentes gubernamentales. Ahora ni en el Gobierno ni en el PP hay dudas con la estrategia o con que la partida se saldará con una victoria del lado constitucionalista. Pero lo que el Gobierno no tiene bajo control es de qué manera el independentismo dará salida a la frustración cuando no haya referéndum ilegal y tenga que administrar las expectativas sociales generadas. La consigna de Rajoy es que no puede haber referéndum, pero que tiene que conseguirse con el menor daño posible y por el camino «más proporcional y prudente» para no facilitar espacio a la agitación. Dentro de la excepcionalidad, que haya la mayor normalidad posible.

El Gobierno cuenta con el riesgo de que el fracaso de la consulta derive en un problema de seguridad ciudadana o que pueda haber ataques a los partidos constitucionalistas. Pero ese riesgo no afecta a la determinación de utilizar todos los instrumentos que sean necesarios para evitar el 1-O. Las urnas se incautarán antes de que se coloquen en las calles, pero esto no quiere decir, aclaran en Moncloa, que no pueda haber alguna urna dentro del simulacro que el independentismo intentará ejecutar «como sea». Rajoy se encuentra frente a una doble presión. El combate con el secesionismo y la agitación de sectores contrarios al mismo y que le reprochan que no haya sido y sea más duro en la respuesta, con la suspensión de la autonomía de Cataluña como mantra permanente con el que le empujan. El presidente está intentando mantener aplacadas a las sensibilidades de su partido y resiste los empujones con esa idea de que hay que contar con que habrá que administrar el 2-0. Por supuesto que el Gobierno ha estudiado el desarrollo del artículo 155. En menos de una semana podría estar listo y ofrece distintas posibilidades, incluso forzar la convocatoria de elecciones. Pero Rajoy, si puede, lo evitará y concentrará toda la acción en la Justicia. Descarta también utilizar la Ley de Seguridad Nacional. Ante el 2-0 en el Gobierno barajan diversos escenarios. Dicen en Moncloa que la solución exige que el PDeCat cambie, y que no es posible retomar la negociación en tanto no haya otra interlocución. La comisión propuesta por el PSOE empezará a funcionar aunque sea sólo como foro con el que dar cierta imagen de normalidad en la medida que sea posible. Si del PDeCat dicen que tiene que cambiar, el PNV es visto como pieza fundamental en el tema catalán. El bloque constitucionalista descarta que los nacionalistas vascos vayan a dejarse arrastrar y el Gobierno cuidará la relación y su papel en la estabilidad. No pasa por alto que los radicales son competidores directos del PNV en el País Vasco. Rajoy tiene prietas las riendas para que nadie en el Gobierno o en su partido dé un paso en falso. «Hay que intentar que nadie se equivoque y facilite que la victoria se convierta en una derrota», sentencian. En Cataluña está en juego el futuro de España, pero también hay otras partidas políticas secundarias en juego. En lo más personal Rajoy se juega, además, cómo será recordado en la historia política de España. Y el líder del PP, que se tiene por estadista, lo sabe.