Gobierno de España

Rajoy revisará los Presupuestos con el PSOE en el Congreso

Está dispuesto a negociar las partidas en el trámite de enmiendas w Moncloa cierra el curso con la convicción de que hay margen para más acuerdos con los socialistas.

Mariano Rajoy preside el primer Consejo de Ministros tras su investidura
Mariano Rajoy preside el primer Consejo de Ministros tras su investiduralarazon

Está dispuesto a negociar las partidas en el trámite de enmiendas w Moncloa cierra el curso con la convicción de que hay margen para más acuerdos con los socialistas.

Mariano Rajoy cierra el curso «moderadamente satisfecho» –dicen sus colaboradores– con la situación política de su Gobierno en minoría. En la agenda de gobierno no ha habido sorpresas sobre el guión con el que trabajan en Moncloa. A partir de la condicionalidad que se deriva de la complejidad parlamentaria, por disponer de 170 escaños de los 350 del Congreso, el Ejecutivo ha conseguido sacar adelante las «medidas esenciales» para poner en marcha la negociación presupuestaria y calmar a Bruselas en lo que afecta al cumplimiento del objetivo de déficit. Y poco más, pero era lo esperado, aseguran fuentes de Moncloa.

Ésta no va a ser una Legislatura de intensa iniciativa legislativa porque los números son los que son, y por eso Rajoy se ha fijado como objetivo sostenerla, pero siempre y cuando gobernar no se convierta en un desgaste corrosivo para su partido. Y hacerlo desde la decisión de marcar como objetivo general un paquete de grandes reformas, limitado, y acompañado por la estrategia de hacer responsable a la oposición si no es posible que salga adelante. El «por mí no va a ser» como consigna, que ha molestado incluso al ex presidente del Gobierno José María Aznar. «Parece que ha olvidado las cesiones que tuvo que aceptar en 1996 para formar un Gobierno también en minoría», el primero del PP en democracia, es lo que le recuerdan desde la dirección popular.

Rajoy ha encontrado su sitio y se siente cómodo. Se nota en las impresiones que trasladan ministros y colaboradores cercanos, pero también en los mensajes que él deja en privado. Paradójicamente, está mucho más relajado y seguro en su responsabilidad que en la Legislatura de la mayoría absoluta. La presión económica ha disminuido sustancialmente, y aunque todavía hay dificultades, y su margen para legislar es muy pequeño bajo el empuje, además, de la oposición para derogar sus principales reformas, él está más tranquilo que en su primer mandato. Cree que cuenta a su favor con dos ases imbatibles. Por un lado, pese a la imposibilidad de aplicar su programa, e incluso el grueso de los acuerdos pactados con Ciudadanos, prevé que las banderas del diálogo y de la negociación juegan a su favor frente a una alternativa sin cohesión y, en el caso socialista y de Podemos, abierta en canal. Esto último es, precisamente, su segunda ventaja frente a sus adversarios, la calma de su partido frente a la guerra que libran en el PSOE y en Podemos. Incluso Ciudadanos arrastra sus debates, aunque más comedidos, en la búsqueda de un discurso y una posición política que trascienda el papel de partido bisagra una vez que se negó a entrar en los gobiernos autonómicos y en el de la Nación. Y mientras los demás se revisan o se ajustan cuentas. Rajoy se presenta en febrero a un Congreso Nacional sin que nadie le tosa internamente. Es verdad que en Génova cuentan con que Aznar se vuelva a hacer notar, pero no sienten que suponga la amenaza de desestabilización que sí representaba en el pasado. Fuera de micrófono, admiten que molesta y que distorsiona el discurso, pero también casi le dan por amortizado a efectos internos.

Rajoy «venció a los molinos y también a los gigantes», señala uno de sus colaboradores, y ahora en su entorno más próximo le ven con fuerza para repetir incluso como candidato de nuevo a La Moncloa. En este arranque de curso se enfrenta al reto inmediato de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado para 2017. Que abierta a nivel ministerial avanza muy lenta, lo que hace que desde la oposición se calibre la posibilidad de que no pudiera haber Presupuestos y el Gobierno tuviera que sostenerse sobre la prórroga que se hará efectiva el 1 de enero. Éste no es un escenario con el que trabajen seriamente en el Ejecutivo de Rajoy. Ciudadanos se hará valer, y con el PNV también tendrán que pelear duramente. Pero la previsión sigue siendo que aunque cueste, habrá acuerdo. Y desde las filas socialistas ya han recibido el mensaje de que una vez que cumplan con el obligado trámite de presentar una enmienda a la totalidad al proyecto que eleven al Parlamento, ellos, sin embargo, sí están dispuestos a negociar en el trámite de enmiendas y buscar bases de acercamiento que les sirvan para poder venderse como una oposición útil que consigue sacar adelante capítulos de su programa electoral. En Moncloa sostienen que hay margen para que haya más puntos de acuerdo con los socialistas. En temas de la Unión Europea (UE), en política exterior y en otros asuntos de Estado que vayan surgiendo según avance la Legislatura. En las cuestiones más polémicas, como la reforma laboral o la Ley de Seguridad Ciudadana, son más escépticos, aunque jugarán también su estrategia de ofrecer negociación para «mejorar» sin derogar. Y guardándose como instrumento de defensa el recurso ante el Tribunal Constitucional siempre que puedan justificar que las modificaciones promovidas por la oposición implican incrementos de gasto que perjudican al plan de estabilidad de las cuentas públicas. En pensiones también creen que puede haber algún entendimiento, pero ya es más a largo plazo. En cualquier caso, los ministerios están hablando con los representantes de Ciudadanos, pero la negociación también está abierta actualmente a interlocutores socialistas, lo que es significativo en sí mismo. Es verdad que en este escenario pesa la incógnita de quién será el nuevo líder del PSOE, y, de hecho, en Moncloa admiten que todo lo que ocurra hasta entonces tiene un valor político muy limitado. Por este motivo ni siquiera se han planteado, por ejemplo, entrar en serio a valorar los márgenes para afrontar el debate de la reforma constitucional, al entender que la gestora socialista no tiene capacidad para comprometer a la nueva dirección en un asunto tan delicado como éste.

En cualquier caso, la instrucción con la que Rajoy despide a sus ministros hasta el nuevo año es muy sencilla, casi un eslogan, mantener viva la llama del diálogo y de la negociación, haya o no posibilidades de que lleve a alguna parte. «Nosotros tenemos que ser la referencia de la disposición al acuerdo. Los haya o no, los ciudadanos nos volverán a juzgar bajo ese test», concluye un miembro del Gabinete de Rajoy.