El desafío independentista

(Re)fuga Puigdemont: de Argentina a Vietnam

El temor a la euroorden altera los planes del fugitivo que planea salir de Europa y prepara toda una campaña de denuncia internacional. «Me daré la vuelta al mundo», asegura

El ex president teledirige la confrontación con el Estado y está «encendido» con Junqueras por su apoyo de investidura a Sánchez
El ex president teledirige la confrontación con el Estado y está «encendido» con Junqueras por su apoyo de investidura a Sánchezlarazon

«Elecciones, ni de broma». Es el ultimátum dado por Carles Puigdemont a su sucesor, Quim Torra, para impedir un adelanto electoral en Cataluña, que ha provocado una enorme brecha con Esquerra Republicana y duras críticas de Oriol Junqueras desde la cárcel. Según fuentes de su entorno, el fugitivo ex presidente de La Generalitat diseña ahora nuevos planes de futuro ante el temor a la Euroorden tras la sentencia del «procés» y la amenaza de una gran escisión en el seno del PDeCAT. Si la orden de detención y entrega se reactiva por el fallo del Tribunal Supremo el prófugo sería detenido de inmediato en cualquier país de la UE, por lo que planifica abandonar Bruselas y buscar distinto refugio en otro lugar de Sudamérica, tal vez Argentina o Méjico, e incluso en algún destino asiático como Tailandia o Vietnam. Al tiempo, la salida de antiguos dirigentes de Convergencia, ahora totalmente defenestrados con Marta Pascal en cabeza, le obliga a ganar tiempo para consolidar la marca de Junts per Cataluña o su invento soberanista de La Crida.

Las aguas bajan muy revueltas en el bloque independentista. Cuando se cumplen dos años de las leyes del Referéndum y Transitoriedad Jurídica, con las que la mayoría separatista pretendía romper con España, abolir la Constitución y a dos días de la Diada, la fractura es absoluta. «Puigdemont no quiere elecciones por el riesgo de perderlas», aseguran en ERC. «Es vergonzoso que faciliten la investidura de Sánchez y quieran elecciones en Cataluña», atacan desde JxCat. Así las cosas, Puigdemont ha ordenado a Torra, el único que como presidente de La Generalitat tiene la llave, no disolver el Parlament tras la sentencia del «procés», aguantar la estructura del Govern con los cargos públicos que poseen y alargar el tiempo electoral tanto como se pueda. El fugitivo controla los grupos parlamentarios en Cataluña, en el Congreso y actúa en la calle con el «brazo armado» de la ANC. Es la conclusión de políticos y empresarios catalanes que auguran mucho ruido con la decisión del Supremo. «Tendremos un buen festival», ironizan en estos círculos.

La celebración de la Diada, el inminente juicio de Quim Torra ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la sentencia del «procés», prevista para la primera quincena de octubre, calientan motores. Pero además, otra amenaza se cierne sobre el PDeCAT, donde un grupo de antiguos dirigentes planifican ya una escisión liderada por la ex coordinadora general, Marta Pascal. En este movimiento se integran veteranos diputados en Madrid de la extinta CiU, ahora decapitados, como Carles Campuzano o Jordi Xuclá, y ex consejeros del Govern como Lluis Recoder. Según ha sabido este periódico, ya han mantenido primeros contactos con otras fuerzas políticas como Units per Cataluña, que dirige el democristiano Ramón Espadaler, la Lliga Democrática, Lliures y sectores económicos contrarios al independentismo. «A ver que sale de todo esto», afirman varios empresarios partidarios de una plataforma catalanista dialogante con el gobierno de la Nación al estilo de la antigua Convergencia i Unió.

La otra pugna entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras radica en el control de los alcaldes, dónde todavía los convergentes mantienen un buen núcleo de poder. El sentir mayoritario en el ámbito local es de «bastante hartazgo» con Puigdemont, pero el hecho de que no haya elecciones municipales hasta dentro de tres años ralentiza cualquier movimiento. Sin embargo, muchos de ellos admiten ya en privado su apuesta por el nuevo partido de Marta Pascal, lo que sitúa al actual PDeCAT «en total ebullición», reconocen estos ediles, al tiempo que aventuran malos tiempos para el fugitivo de Waterloo: «De momento tiene los resortes, pero tras la sentencia se le puede romper todo el esquema». Ello hace que, ante la posible reactivación de la Euroorden, Puigdemont haya trasladado a su entorno la necesidad de abandonar Bruselas y buscar asilo en un país de otro continente. «Es un hombre imprevisible», aseguran quienes bien conocen su pasión por lo exótico y el esoterismo.

Tras obtener su escaño en el Parlamento Europeo, Carles Puigdemont y su equipo jurídico desplegaron toda una ofensiva en algunas Embajadas acreditadas en Madrid para obtener un estatus de refugiado político que le permitiera viajar a España para formalizar su credencial como diputado. Según fuentes de su entorno, las gestiones se hicieron en las delegaciones diplomáticas de Croacia y Eslovenia, con un resultado negativo. «Prevalece el derecho del país de origen», fue la respuesta obtenida a tenor de la jurisdicción imperante en la Unión Europea. No obstante, el prófugo no decae y, sabedor de que si pone un pie en España o con la Euroorden será de inmediato detenido, prepara toda una campaña de denuncia internacional. «Me daré la vuelta al mundo», asegura Puigdemont, que podría moverse libremente por todos los países a excepción del suyo propio y cualquier otro de la UE como huido de la Justicia española.

En el PDeCAT reconocen que Puigdemont sigue manejando los hilos y «está encendido» con Oriol Junqueras por el apoyo a la investidura de Pedro Sánchez y, al mismo tiempo, forzar un adelanto electoral en Cataluña. Algo a lo que el ex presidente se opone tajantemente y que ERC defiende por su calculada estrategia antes de la sentencia, ya que después le será mucho más difícil no radicalizarse y «echarse al monte», admiten los republicanos. Según fuentes de JxCat, el fugitivo se ha dedicado en estos meses a manejar las riendas de La Generalitat y sus diputados en el Congreso, liderados ahora por sus dos manos derechas, las soberanistas Laura Borrás y Mirián Nogueras. Nadie duda de que, con su escaño en la mano, aunque no pueda oficializarlo, Puigdemont piensa seguir con sus desafíos por el exterior.

En lo que él llama su «exilio político», teledirige la línea dura de confrontación con el Estado, maneja a su antojo a Quim Torra como un títere, amenaza a cuadros regionales que le hagan frente, y asegura que jamás dará un paso atrás en la vía unilateral hacia la independencia. En cuanto en octubre salga la sentencia contra el «procés», Puigdemont y Torra harán «todos los numeritos que puedan». Uno prepara las maletas como prófugo de la justicia y el otro se sienta en el banquillo del TSJC dentro de unos días. Triste y desolador balance para una institución como La Generalitat de Cataluña.