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Felipe VI quiere una España unida y diversa donde «cabemos todos»

Los Reyes en el balcón del Palacio Real
Los Reyes en el balcón del Palacio Reallarazon

El aplauso cerrado que recibieron los Reyes y sus hijas cuando entraron en la Cámara Baja alentaba a relajarse, y en un momento incluso Don Felipe hizo un simpático gesto como pidiendo más. Era la puesta en escena de un trabajo de más de dos semanas y media con un objetivo: no decepcionar. Con artículos de Alberto Ruiz-Gallardón, Jorge Fernández Díaz, Pedro Morenés, José Manuel García-Margallo, Amadeo Martín Rey y Cabieses, José Manuel Soria, María Dolores de Cospedal, José Antonio Monago, José Luis Requero, Martín Prieto y Federico Trillo.

No había vuelta atrás: ayer llevaban diez horas siendo Reyes desde que la ley de abdicación sancionada por Don Juan Carlos entrara en vigor de madrugada. Y, sin embargo, la expresión del nuevo Jefe de Estado cuando entró en el Congreso de los Diputados alrededor de las 10:30 no ocultaba cierta tensión y emoción acumulada. Porque ayer fue la primera vez que Don Felipe asumió la responsabilidad de la que no se despegará el tiempo que dure su reinado: ganarse el respeto y el reconocimiento de los españoles como máximo representante de la Nación.

El aplauso cerrado que recibieron los Reyes y sus hijas cuando entraron en la Cámara Baja alentaba a relajarse, y en un momento incluso Don Felipe hizo un simpático gesto como pidiendo más. Era la puesta en escena de un trabajo de más de dos semanas y media con un objetivo: no decepcionar. Desde que Don Juan Carlos anunciara su renuncia al Trono el pasado 2 de junio, Felipe VI y su equipo de colaboradores han estado centrados en que el primer mensaje del nuevo Rey consiguiera una conexión directa con los españoles. Juró sobre la Carta Magna «desempeñar fielmente» sus funciones y guardar la Constitución y después de que el presidente del Congreso, Jesús Posada, terminó su intervención con un rotundo: «Queda proclamado Rey de España Don Felipe de Borbón: ¡Viva el Rey!», Don Felipe se levantó para afrontar su «debut» más determinante. A pesar del día histórico que representaba para España, su tono de voz no fue distinto a otras veces, sino que mantuvo el temple y la serenidad que marca su carácter y la preparación durante tantos años para asumir este momento.

En una España «unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos», aseguró el Rey. El que uno de los mensajes clave de su alocución fuera el mismo al que apeló su padre en el pasado discurso de Navidad –cuando afirmó creer en una «España abierta en la que cabemos todos»– es una muestra más de la línea de continuidad que desde Zarzuela reivindican respecto al reinado de Don Juan Carlos, que, instruido por Don Juan, quiso ser el Rey de todos los españoles y a ello se remitió ayer Don Felipe. «Deseamos una España en la que no se rompan nunca los puentes del entendimiento» fue su declaración de intenciones, y reafirmó su «fe en la unidad de España, de la que la Corona es símbolo». Con la ofensiva independentista catalana y vasca como telón de fondo, aunque Don Felipe reconoció y puso en valor «distintas formas de sentirse español», señaló que en tiempos de «construcción europea» éstas nunca deben ser herramienta de enfrentamiento. Es significativo que el Rey, sólo en este año, haya visitado cinco veces Cataluña con motivo de sus actos oficiales siendo Príncipe de Asturias, y en todos estos desplazamientos ha buscado pulsar la situación y abogar por la concordia y el diálogo.

El Monarca no encuentra espacio para las reivindicaciones nacionalistas en un mundo cada vez más globalizado, en el que España tiene una prioridad: «Europa no es un proyecto de política exterior, es uno de los principales proyectos para el Reino de España». Don Felipe ha asistido a todas las tomas de posesión de los líderes iberoamericanos desde 1996 en su papel de heredero, por lo que mencionó a la América hispana como una referencia para nuestro país en nuestras relaciones bilaterales y económicas, al igual que Oriente Medio y los países árabes, precisamente las últimas zonas que Don Juan Carlos ha visitado como Rey de España. Su papel de embajador ha sido uno de los ejes de su reinado, reconocido internacionalmente, y el Monarca cuenta con esa ventaja, pero a la vez sabe que su antecesor ha dejado el listón alto.

A pesar de que Don Felipe ha llegado al Trono de España siendo uno de los miembros mejor valorados de la Casa Real, es plenamente consciente de la complicada coyuntura que atraviesa la Corona respecto a su imagen, por lo que otra de las líneas clave en las que basó su incipiente reinado será «velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente». Sólo así, consideró Don Felipe, la Corona podrá ejercitar plenamente sus funciones. Unas palabras que adquirieron un valor añadido por el procedimiento judicial en el que su cuñado, Iñaki Urdangarín, se encuentra imputado por el «caso Nóos» y, además, su hermana Doña Cristina, pendiente de que el juez Castro resuelva sobre su implicación en él. Por su parte, en palabras de Rey, respetará el principio de separación de poderes, colaborará con el Gobierno de la Nación y respetará «en todo momento la independencia del Poder Judicial».

Es sello propio de Don Felipe que en sus discursos, además de aspectos políticos e institucionales, fluya siempre un tono social, y ayer se dirigió a todas las víctimas, tanto del terrorismo como de la crisis económica del país.

Cuando Don Juan Carlos dirigió su mensaje a los españoles para anunciar su abdicación apeló a una necesidad de relevo que demandan las nuevas generaciones y de amoldarse a los tiempos que corren. Una sociedad que no vivió la Transición y que pide una Institución con la que poder identificarse. Don Felipe reservó las últimas palabras de su discurso para definir su modelo de Monarquía Parlamentaria: «como dije antes y quiero decir ahora, una Monarquía renovada para un tiempo nuevo». Don Felipe ha recibido desde su niñez una sólida instrucción para asumir la Jefatura del Estado, tomando como referencia a su padre. Con un carácter marcadamente distinto al Rey saliente, prometió ayer en las Cortes que encontrarán en él a un Monarca «leal y dispuesto a escuchar, a comprender, a advertir y a aconsejar». Grosso modo: «A defender siempre los intereses generales». Para esta nueva etapa el Jefe de Estado pidió una implicación no sólo de los poderes públicos, sino también de los ciudadanos. Una llamada al esfuerzo contextualizada en el desapago de los ciudadanos hacia la clase política: «Deseamos una España en la que los ciudadanos recuperen y mantengan la confianza en las instituciones». Los aplausos interrumpieron en cinco ocasiones su discurso.

«Nada me honraría más que los españoles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo Rey», terminó sus palabras: gesto que proclama la gesta que se ha propuesto para su reinado.