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Ruz entrega el testigo

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El magistrado se despide hoy de la Audiencia Nacional y De la Mata se hace cargo del Juzgado número 5

Tras dejar a sus hijos en el colegio, como suele, acudirá hoy como cada mañana, esta vez sin prisas, a la Audiencia Nacional. No será un día cualquiera. Sobre la mesa no tendrá amontonados tomos de sumarios que escrutar ni decisiones apremiantes que adoptar. Por primera vez en los últimos años, cinco, Pablo Ruz no tendrá en la cabeza en el ascensor, camino de su despacho, los vericuetos de cualquiera de las voluminosas causas –Gürtel, papeles de Bárcenas, Neymar, SGAE o Jordi Pujol Ferrusola– que le han catapultado, a su pesar, como juez mediático, que no estrella.

Ruz acudirá esta vez a su despacho para oficializar el relevo con quien será su sustituto, el magistrado José de la Mata, con el que ha estado viéndose la pasada semana antes de cederle el timón del transatlántico judicial, icebergs incluidos, que es un juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional, y más aún el número 5, donde la sombra de Garzón sigue siendo alargada.

De la Mata, ex tantas cosas (director general de Modernización de la Justicia con el ministro socialista Francisco Caamaño, letrado del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional), comparte con su predecesor merecida fama de trabajador incansable y meticuloso. Inasequible a la fatiga, vamos. «El trabajo no va a poder con él –aseguran fuentes próximas a De la Mata–. Si hay alguien que puede hacerse con un juzgado como el 5 de la Audiencia Nacional es él. Sabe imprimir una dinámica de trabajo muy buena y tiene una gran capacidad de organización».

Ruz se va de la Audiencia Nacional con los deberes hechos, tras dar carpetazo en los últimos meses a la pieza principal del «caso Gürtel» (en la que ha procesado a tres ex tesoreros del PP), que provocó la dimisión de la entonces ministra de Sanidad, Ana Mato; a la investigación del fichaje de Neymar (que sentará en el banquillo al presidente del Barcelona, Josep Maria Bartomeu, y a su antecesor, Sandro Rosell); al «caso Pretoria», la supuesta trama corrupta que salpica a dos hombres de confianza en la Generalitat del ex presidente Jordi Pujol: Macià Alavedra y Lluis Prenafeta, y a la causa sobre la presunta contabilidad «B» del PP, que ha dado por acreditada. Y, mucho antes, se encargó de cerrar el «caso Faisán», el chivatazo policial a ETA de una operación contra su «aparato de extorsión», uno de los asuntos más espinosos que le dejó en herencia Garzón.

De la Mata, magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid, se despidió de su juzgado hace una semana, el pasado lunes. «Lo tenía todo al día y firmó por la mañana sus últimas resoluciones, recuerdan fuentes jurídicas. Ruz lo hizo tres días después, el jueves, cuando se despidió de los funcionarios, que le obsequiaron con una maleta de piel. Dispone aún de unos días para incorporarse al Juzgado de Instrucción número 4 de Móstoles, del que es titular y al que ya no volverá como el juez anónimo que lo abandonó en abril de 2008, cuando puso rumbo por primera vez a la Audiencia Nacional para reemplazar al juez Juan del Olmo, el instructor de los atentados del 11-M.

Costumbres estoicas

El sustituto de Ruz llega en comisión de servicios (el titular de la plaza, Miguel Carmona, carambolas de la judicatura, es juez de enlace en el Reino y previsiblemente se asomará a la jubilación sin llegar a tomar posesión) y tendrá que continuar con la investigación del «caso Gürtel», de la fortuna del primogénito del clan Pujol y del supuesto genocidio en el Sáhara, que ha soliviantado a Marruecos tras el procesamiento in extremis de once militares y altos cargos del país alauí. Los compañeros de De la Mata en la Audiencia Provincial de Madrid no tienen duda de que saldrá airoso del trance. «Es un magistrado muy dinámico y en temas de cooperación judicial internacional se mueve como pez en el agua. Además, domina las herramientas informáticas como nadie. Seguro que va a hacer un gran trabajo», pronostican en su antigua casa.

No parece que De la Mata vaya a dejarse ver demasiado fuera del despacho. «Es un hombre de costumbres estoicas», dicen de él. Algo parecido ha sucedido con Ruz, poco dado a idas y venidas y a camarillas. El juez que metió en la cárcel a Luis Bárcenas se despedirá, seguro, con la misma discreción con la que llegó. Pero en la puerta de la Audiencia Nacional, esta vez, sí le estarán esperando los fotógrafos.