El desafío independentista

Thatcher o Pastoreta

Descrita por los que la conocen como «de lágrima fácil, imprevisible y visceral», Marta Rovira ha sido ungida desde Estremera por Junqueras como presidenciable a la Generalitat. Su radicalismo la convierte en un obstáculo para el retorno de la normalidad a Cataluña

Thatcher o Pastoreta
Thatcher o Pastoretalarazon

Descrita por los que la conocen como «de lágrima fácil, imprevisible y visceral», Marta Rovira ha sido ungida desde Estremera por Junqueras como presidenciable a la Generalitat. Su radicalismo la convierte en un obstáculo para el retorno de la normalidad a Cataluña.

Para muchos fuera de Cataluña, Marta Rovira i Vergès –Vic, 1977– era una perfecta desconocida hasta hace unas horas. Dos hechos han llevado a esta abogada –licenciada en la Universidad Pompeu Fabra– y secretaria general de ERC al «top ten» de la política. Desde la cárcel de Estremera, Oriol Junqueras la ungió como presidenciable a la Generalitat. Un día más tarde, vestida de líder del independentismo republicano dijo en una emisora de radio que «el Gobierno contemplaba ese escenario de violencia con la entrada de ‘armas’ en Cataluña, muertos en las calles, sangre, uso de balas y no de pelotas de goma como en el referéndum del 1-O». Y se quedó tan ancha. No presentó pruebas ni señaló al portador de esta nueva. Eso sí, reconoció hablar de oídas porque estas informaciones le venían de fuentes fiables que se lo habían dicho a Puigdemont y Junqueras. Metida en harina, remató su faena «la disposición del Gobierno a entrar en un escenario de violencia», es la causa de que el gobierno catalán frenara la implantación de la República.

Rovira llegó a la dirección de ERC en 2008 de la mano de Joan Puigcercòs, en pleno conflicto de los republicanos con Carod Rovira y los líderes que luego se escindieron, Joan Carretero y Uriel Bertrán. Apenas llevaba tres años de militancia, pero asumió la Secretaría de Política Internacional, Europa y Cooperación. En 2011, ya con Junqueras al frente de ERC, Rovira alcanza la Secretaría General y se convierte en la número 2 de los republicanos.

Tiene fama de radical y se deja llevar por las tripas cuando debe tomar decisiones. «Grita mucho si le llevan la contraria y tiene lágrima fácil», afirman sus detractores. «No te puedes fiar», afirma un miembro de ERC que recuerda que «en unas elecciones teníamos como eslogan «Som com Som», y ella lo representa fielmente. Un punto naif, imprevisible y visceral». Dentro de su partido no ha caído nada bien en algunos sectores que Junqueras la señale como su sustituta «no tiene cintura, no aguanta las discusiones y no ha sabido conciliar las diferentes sensibilidades del partido». No todo son críticas. «Fue una estudiante brillante, es muy organizada y reparte juego», afirman desde su entorno. «Ha crecido mogollón políticamente en los últimos dos años cuando le ha tocado lidiar y mandar, de verdad, en Junts pel Sí para cuadrar a los de Convergència y a los independendientes».

Por su forma de ser la han bautizado como «la Margaret Thatcher del Procés», porque «es tranquila pero enérgica», afirman sus allegados. Sin embargo, la gran mayoría no piensa lo mismo. «Puede llorar emocionada por la declaración de la DUI, sabiendo que la DUI era una mascarada», comenta un dirigente de Junts pel Sí. Sus adversarios en el mundo independentista no dan crédito a la actual situación. «Marta es la líder sentimental del procés, tiene un punto de histerismo y es una llorica. De ahí, a presidir la Generalitat hay un trecho», comenta un alto cargo del gobierno de Puigdemont que le reconoce que «es una corredora de fondo».

Ciertamente, Rovira se caracteriza por sus lloros. Lloró en el Parlament cuando Puigdemont aplazó la declaración de Independencia. Lloró en el Palau de la Generalitat cuando Puigdemont se planteó convocar elecciones. Dicen que iba por los pasillos del Parlament gritando al ya ex president «pasarás a la historia como el gran botifler –traidor–», porque ella «no podía volverse a Vic sin una DUI en el bolsillo». Lloró cuando votó el 1 de octubre mientras besaba su papeleta de voto. Y lloró cuando se declaró la independencia llevándose la mano al corazón. «¿Margaret Thatcher?», se pregunta un dirigente independentista. «No, no», se contesta. A Marta «le llaman la Pastoreta –Pastorcilla– porque cuando llegó a la primera línea de la política tenía un estilo ‘‘queco’’, pueblerino. No sabía vestir y tampoco sabía hablar». Quizás por ello, en ERC le colocaron a dos personas para cambiar a su secretaria general. Jordi Bacardit, su jefe de gabinete, que siempre masca chile que es «la mano que mece la cuna del trabajo interno de Rovira», y a Marta Pontnou, una estilista y bloguera que haciendo funciones de asesora de imagen «la ha cambiado, aunque sigue siendo una pastoreta».

Ahora Rovira llevará la voz cantante en ERC mientras Junqueras esté en la cárcel. Durante meses jugaron a poli bueno, poli mano, según sus partidarios, versión negada por sus adversarios «de eso nada, sus relaciones no eran buenas». Según estos últimos, Junqueras apuesta por un acuerdo con los Comunes de Colau tras el 21-D y fraguar una alianza de izquierdas. Rovira tiene como prioridad la independencia cueste lo que cueste. Aunque para negar la evidencia de que la República Catalana no tenía ninguna estructura prevista, no dude en mentir acusando al Estado, en genérico, de «sembrar las calles de muertos», y no mover un músculo. Bueno, quizás llorar, su verbo más conjugado.