Política

Pedro Sánchez

Todo a la jornada de reflexión

Los partidos coinciden en que el debate ha movido poco voto y creen que las protestas de los CDR convocadas para el 9-N pueden decantar a los indecisos.

Varios manifestantes queman fotos del Rey Felipe durante las protestas llevadas a cabo en la avenida Diagonal de Barcelona, el pasado lunes
Varios manifestantes queman fotos del Rey Felipe durante las protestas llevadas a cabo en la avenida Diagonal de Barcelona, el pasado luneslarazon

Los partidos coinciden en que el debate ha movido poco voto y creen que las protestas de los CDR convocadas para el 9-N pueden decantar a los indecisos.

El balance que hizo ayer el PP del resultado del debate electoral del lunes por la noche es que están en el mismo sitio que antes de celebrarlo. La impresión del PSOE es parecida. Y los dos principales partidos se declaran satisfechos con el resultado. Coinciden en la conclusión de que el largo duelo dialéctico no ha movido nada de voto, o ha movido muy poco, si acaso algún voto indeciso a favor de Vox. En suma, daños colaterales asumibles. Esto puede parecer intrascendente en una primera lectura, pero puede ser muy trascendente después del 10-N porque las elecciones autonómicas y municipales homologaron a Vox como partido institucional, incluso como socio de gobierno del centro derecha para algunas cuestiones. Y ahora, en este debate, Santiago Abascal ha conseguido homologar buena parte de su mensaje gracias al miedo de sus dos rivales en la derecha a que cuestionarle les dañe en las urnas.

Si el debate deja las cosas más o menos como estaban ya sólo queda como potencial punto de inflexión de estas elecciones Cataluña y la amenaza de que la jornada de inflexión la condicione el independentismo radical. Ésta es ya la única variable que pesa sobre los cálculos de estimaciones de escaños que manejan los equipos electorales de todos los partidos. A la izquierda le preocupa por razones distintas que esta agenda catalana sea la que altere la recta final de la campaña. Pero también a la derecha, con la excepción de Vox, que es el único que estima que seguiría ganando del conflicto. A costa de más fragmentación, menos voto útil para Pablo Casado y menos posibilidades de que el PP supere los cien escaños.

A la espera de acontecimientos, los dos principales partidos aceptan conformarse con el empate en el debate electoral. A eso parece que jugaron, cada uno con un objetivo distinto. Los dos no arriesgaron para no perder, precisamente porque pensaban que eran los que tenían más que perder. Y en Ferraz y en Génova creen que no perdieron, que es lo que más les importaba. Dicen en el PP que los «malísimos datos de paro» publicados justo ayer pueden afectar mucho más a la intención de voto que las casi tres horas de debate. Premisa que está por ver porque Moncloa movió las elecciones a noviembre para conseguir que no calase en la opinión pública la visualización de la crisis en la que entra la economía. Por otra parte, en el Gobierno en funciones sostienen que han controlado las fugas abiertas por Cataluña y quieren confiar en que la normalidad dentro de la anormalidad en la que vive instalada la política catalana sirva para que no haya sustos el 10-N.

En el caso de Génova, allí siguen centrados en la veintena de escaños que pueden condicionar el resultado según caigan de un lado o de otro por un pequeño puñado de votos. Oficialmente se declaran satisfechos con el pulso de Casado con el candidato socialista, Pedro Sánchez, y presumen de haber sido la única alternativa para echar a Sánchez de La Moncloa. Cuando quedan cuatro días de campaña nadie va a abrir discusiones que interfieran en la campaña de Casado. Pero la capacidad de Santiago Abascal para escapar con solvencia del debate electoral ha generado varios interrogantes dentro de las filas del PP, un partido que se creía hasta ahora con la ventaja de conocer bien al líder de Vox porque creció y se cuajó en política bajo sus faldas.

En las pasadas elecciones, el PP echó la culpa de sus malos resultados a la estrategia de competencia con Vox. En éstas, ha pasado a la fórmula de ignorar a este partido. La coyuntura política es complicada para Casado porque en medio de Vox y de Ciudadanos siempre tiene que jugar con el riesgo de defraudar a una parte de sus potenciales votantes. Pero la pregunta de si no hay un camino intermedio entre competir e ignorar ha cobrado significado tras el debate electoral. La explicación oficial es que Casado, igual que ocurre en los gobiernos autonómicos que preside con los votos de Ciudadanos y de Vox, ha asumido que debe esquivar el cuerpo a cuerpo con Abascal porque necesitará, en todo caso, sus votos si algún día está en condiciones de ser presidente del Gobierno y porque además no puede «insultar» a sus votantes ya que muchos de ellos han sido votantes del PP y puede volver a serlo. Pero llama la atención que no haya tantos miramientos a la hora de «insultar» a los votantes de Ciudadanos, a los que también en teoría necesitará el PP para gobernar algún día salvo que los populares den ya por amortizada a la formación naranja.

De momento, el debate ha confirmado que los barones centristas del PP han conseguido que la dirección nacional no pelee por ganarle el paso a Abascal en los temas más conflictivos, como exigieron en la pasada campaña electoral. Pero no tienen la fuerza necesaria como para obligarle también a enfrentarse a sus posiciones más radicales porque la respuesta que les dan en Génova es que si quieren volver a ser partido de gobierno deben persuadir a los votantes de Vox para que por ideología o por utilidad vuelvan de nuevo a las siglas del PP. Y para eso lo mejor, a su juicio, es no pelear con Abascal.

El PP le reconoce a Abascal el mérito de haber podido pescar algún voto indeciso por su moderación. Pero también creen que ellos pueden haber rentabilizado algo el debate por esa dirección. Y están convencidos de que es cuestión de tiempo que si Casado no comete ningún error, vaya a conseguir finalmente aglutinar de manera mayoritaria el voto del centro derecha.