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Una vergüenza llamada Gibraltar

La Razón
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Un heroico aviador español, don Julio Ruiz de Alda, miembro de la tripulación del «Plus Ultra», decía acertadamente que «España linda al sur con una vergüenza llamada Gibraltar». Y es una vergüenza que dura ya demasiados años, los transcurridos desde la firma del Tratado de Utrecht hace tres siglos, en los que España no ha hecho más que empequeñecerse. La cuestión militar de la ocupación de Gibraltar ya no es lo determinante; ahora prima la cuestión económica, el paraíso fiscal de Gibraltar, que cumple a la perfección las tres condiciones para ser considerado como tal: impuestos cero o nominales, falta de transparencia y protección de información financiera personal. Por mucho que Fabián Picardo se empeñe en negar que Gibraltar sea un paraíso fiscal, esta realidad es incuestionable a todas luces. Hoy, Cádiz,padece un paro del 40%, el mayor de España, mientras que los ocupantes del Peñón disfrutan del pleno empleo y de unos incrementos del PIB anuales del 5%. La renta per cápita anual del gibraltareño ronda los 41.000 euros mientras que la del español es de 24.000 y bajando.

Es un principio elemental de economía internacional que los paraísos fiscales sólo generarán a su alrededor las peores de las pobrezas, corruptelas y humillaciones y para ejemplos elocuentes tenemos los de Singapur y Hong-Kong y, hoy en España, esto lo estamos viviendo en primera persona. España se está convirtiendo en un arrabal de Gibraltar.

El impuesto de sociedades gibraltareño es del 10% y además sólo se aplica a las rentas generadas en su territorio, estando las de fuera exentas. Este agravio fiscal está deslocalizando muchos negocios de España. Para colmo, allí no se aplica el IVA. Gibraltar crece porque el capitalismo delincuencial que la sustenta tiene confianza plena de que sus privilegios fiscales se perpetuarán bajo la protección de Inglaterra. Desconfianza en su futuro inglés es lo que tiene que poner España sobre la mesa ya. Desestabilizando Gibraltar, sus capitales huirán rápidamente. Ya no se trata sólo de que España debe cerrar lo antes posible la verja física de Gibraltar, que nunca se debió abrir; hay que cerrarles también la verja virtual de internet, cortándoles los cables telefónicos, hay que cerrarles la verja financiera, la turística, la delincuencial, la deportiva, la empresarial, y sobre todo la verja fiscal, para lo que hoy es uno de los paraísos fiscales más encubiertos y perfectos del mundo se convierta en el peor de los infiernos fiscales.